Yo te amaré en silencio... como algo inaccesible,
como un sueño que nunca lograré realizar;
y el lejano perfume de mi amor imposible
rozará tus cabellos... y jamás lo sabrás.
--J. A. Buesa--
Sentado en el borde de la cama encendí un cigarrillo. Acabábamos de hacer el amor por segunda vez. Terminé satisfecho. Quise creer que Conchita también. Era ya madrugada.
Me disponía a exhalar la primera bocanada de humo cuando la oigo decir:
---¿Sabías que una de cada tres mujeres se deprime después del sexo?
Quedé estupefacto. No me lo esperaba. Incluso creí haber terminado bien la faena. Solté el humo de golpe y la miré. Tuve que decirle lo inevitable, claro:
---¡No me digas que te he defraudado!
Ella lanzó una carcajada. Me pidió un cigarro y me rogó que se lo encendiera. Luego me consoló:
---No Joaquín, ha sido bonito, pero tampoco te creas Casanova. Te lo decía porque es lo que dicen las estadísticas.
Me quedé más tranquilo. Aunque no iba a ser absolutamente sincera conmigo, pensé. Luego intenté generalizar en mi respuesta excluyéndome yo. Le dije:
---Supongo que las se deprimen será por no estar con el hombre adecuado. Muchas chicas practican sexo con desgana precisamente por eso. Eso sí, nunca lo admitirán.
Encendí su pitillo y se lo puse en los labios. No dijo más palabras. Se quedó mirando las volutas de humo que alcanzaban el techo. Dio dos chupadas más al cigarro y lo dejó a medias en el cenicero de la mesilla, Se dio la vuelta con la intención de dormir, pero antes me dio un beso en los labios. Me dijo "hasta mañana".
Por desgracia para mi, creo que acerté en mi respuesta. Me despedí también, pero a diferencia de ella que enseguida se puso a roncar, yo apenas pegué ojo.
Lo de no ser el tipo adecuado me martirizó toda la noche, amaba a esa mujer.
Joaquín
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