El amor es lo único que hay que ganarse en la vida,
todo lo demás se puede conseguir robando.
--Lord Byron--
Cierto día, una chica me llamó en mitad de la noche (debió equivocarse) para informarme que estaba a punto de suicidarse. La mantuve en el teléfono como pude y le hablé de mi experiencia con la depresión, que la tuve una vez y muy gorda. Luego le fui dando razones tras razones para seguir viviendo. Finalmente ella me prometió que no se quitaría la vida. Mantuvo su palabra.
Casualidades de la vida, nos conocimos más tarde e intimamos. Pero enseguida le pregunté:
---Dime: ¿qué razón de las que te di te persuadió para no suicidarte?
---Ninguna de las razones---me dijo ella tajante
---¿Pero algo de lo que te dije te influenció para seguir viviendo, no'?---insistí
La respuesta de ella fue simple. Me sorprendió:
---¿Quieres saber la verdad? ¡Muy bien!, fue tu voluntad de escucharme en medio de la noche. Un mundo en el que vi que había alguien dispuesto a escuchar el dolor de otro; me pareció un mundo en el que valía la pena vivir.
A menudo, no es el brillante argumento lo que hace la diferencia. A veces el pequeño acto de escuchar es el mejor regalo que podemos dar.
El hombre que ayudó a la chica no fui yo, Joaquín, un tipo vulgar y sin enjundia para estas cosas, sino Viktor Frankl, uno de los grandes psiquiatras del siglo XX.
Por cierto, ambos se hicieron amantes, y fueron felices, ¡oh, sí, fueron muy felices!...
Joaquín
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