Muy cerca de mi ocaso, yo te bendigo, vida,
porque nunca me diste esperanza fallida,
ni trabajos injustos, ni pena inmerecida;
porque veo al final de mi rudo camino
que yo fui el arquitecto de mi propio destino;
que si se extraje las mieles o la hiel de las cosas,
fue porque en ellas puse hiel o mieles sabrosas:
cuando planté rosales , coseché siempre rosas,
Cierto, a mis lozanías va a seguir el invierno.
¡mas tú no me dijiste que mayo fuese eterno!.
Hallé sin duda largas las noches de mis penas;
mas no me prometiste tan solo noches buenas,
y en cambio tuve algunas realmente serenas.
Amé fui amado, el sol acarició mi faz.
¡Vida, nada me debes! ¡Vida, estamos en paz!
--Amado Nervo--
¿Tranquilidad? ¿Sosiego? ¿Silencio?... ¿Lo buscáis? Yo os podría recomendar el sitio ideal para conseguirlo, pero os quiero tanto que mejor no, por lo que dicen de él..
Ese idílico lugar se llama cámara anecoica, pero os aseguro que no produce ningún bienestar. Casi mejor iros a una playa remota o al campo inhóspito.
Las cámaras anecoicas están diseñadas para absorber la totalidad de las ondas acústicas o electromagnéticas, por lo que el ruido no existe, el silencio es total, es verdad, pero...
Pues que hay tanto silencio en esas cámaras, que puede generar una tensión en el cerebro capaz de derivar en la locura, ya que el oído busca nuevas fuentes de sonido, y las encuentra en nuestro cuerpo, con los latidos del corazón o la respiración. ¿Os imagináis en silencio total oyendo esa amalgama de sonidos del interior de vuestro propio cuerpo? Uffffff
Cuarenta y cinco minutos dentro de una de estas cámaras es todo lo que un individuo puede aguantar, ya que después de ese tiempo comienzan a hacerse presentes algunos signos como mareos, alucinaciones ¡¡Y la locura!!. Si ¡¡La locura!!.
Es decir, que el silencio absoluto mata. Así que, puestos a elegir, mejor a la sombra de una palmera en una playa de la Cochinchina..
En fin
Joaquín
No hay comentarios:
Publicar un comentario