jueves, 27 de julio de 2023

La chica que no se atrevía mirarse en el espejo

                                                                                     



Me miro en el espejo y no he dejado de ser
la mismala que creyó en príncipes
la virgenla que leía libros en el bus
la misma, con sus faldas cortas
y sus piernas flacas, la misma,

la que medio soñó con hijos
la que pasó seis años con el
mismo novio, la que se equivocó
pensando que lo amaba,
la misma.

Aída Toledo--



Un campesino chino se fue a la ciudad para vender la cosecha de arroz. Su mujer le pidió que no se olvidase de traerle un peine.

El campesino vendió su arroz en la ciudad y luego se reunió con unos compañeros, y bebieron y lo celebraron largamente. 

Después, un poco confuso por el vino, en el momento de regresar se acordó que su mujer le había pedido algo, pero, ¿qué era? No lo podía recordar. Entonces compró en una tienda para mujeres lo primero que le llamó la atención: un espejo. Y regresó a la aldea.

Entregó el regalo envuelto en papel a su mujer y se marchó a trabajar sus campos. La mujer abrió el regalo, se miró en el espejo y comenzó a llorar desconsoladamente. La madre le preguntó la razón de aquellas lágrimas.

La mujer le mostró el espejo y le dijo:

--Mi marido ha traído a otra mujer, joven y hermosa; esta es su foto.

La madre cogió el espejo, lo miró y le dijo a su hija:

--¡Buah, no tienes de qué preocuparte, es una vieja!. 


Aclaración. 

Sé que todas lo habéis entendido a las primeras de cambio. No obstante, por si alguien se ha quedado fría: ni la mujer ni su madre habían visto jamás un espejo. 

La hija al mirarse vio reflejada en el cristal la imagen de una mujer joven y guapa, era ella. 

La madre al mirarse vio a una vieja, era ella. 

Os confieso que a mi me costó bastante resolver el caso

Joaquín






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