Me pilló a solas fumando en la terraza del restaurante donde cenábamos, y se me declaró: La dejé hablar; era una mujer guapa aún a sus cincuenta que yo sabía que tenía. Me dijo que yo le caía bien, que le encantaba mi forma de bailar, y que, imaginaos.. ¡Que si estaba enamorado de mi mujer!..
No tardé en desengañarla, claro... con delicadeza. Incluso llegué a preocuparme por si la cosa llegaba a oídos de mi mujer. Sé que no es frecuente, lo normal es que suceda al revés, que sea el hombre el que de ese paso, pero así sucedió.
Por cierto, le dije que lo nuestro no podía ser, que era guapísima y que me sentía muy halagado por su atención, pero que estaba enamorado de mi mujer. Se me echó a llorar, ¡qué os parece! Me suplicó que la perdonara por su tontería, que esa noche había tomado dos copas de más.
No volvimos a hablar, a pesar de pertenecer al mismo grupo de baile.. A partir de ese día noté cómo esquivaba la mirada, y hasta rubor en sus mejillas al hacerlo, y no me extrañó, por supuesto. Con el tiempo le fui dando confianza (a nadie le amarga un dulce) y hasta llegamos hacernos amigos.
Hace unos años que dejamos de ir con ese grupo, pero nunca olvidé a aquella mujer, la única a la que tuve que decirle que no..
Sólo quería que lo supierais..
Joaquín
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