miércoles, 20 de julio de 2022

Y Dios creó a una mujer..

                                                                                      



Hace ya diez años que recorro el mundo.

¡He vivido poco! ¡Me he cansado mucho!.

Quién vive de prisa no vive de veras,

quién no echa raíces no puede dar frutos.

Ser río que corre, ser nube que pasa,

sin dejar recuerdo ni rastro alguno,

es triste , y más triste para quien se siente

nube en lo elevado, río en lo profundo.

--Jose S. Chocano--



Eugenia conoció a Napoleón en un salón de baile de París. Se la presentaron y quedó prendado de ella al instante. 

--¿Qué cómo fue la cosa?---le explicaba a mi amiga cuando me hizo la pregunta---pues mira qué conversación tuvieron los dos después de bailar un primer vals:

Necesito verla.. ¿Cómo puedo llegar hasta Vos?---le preguntó Napoleón--- 

A lo que Eugenia contestó muy resuelta, como era ella.. 

Por la Vicaría , Señor, por la Vicaría”.. Y al poco se casaron por todo lo alto en la Catedral de Notre Dame de París--

--¿Tuvo que ser muy guapa, no?---volvió a preguntarme mi amiga---

--Guapísima---le contesté---ésta bellísima mujer llegó a ser emperatriz de Francia al casarse con el futuro emperador Napoleón III, sobrino de aquel gran Napoleón que tanta guerra dio en Europa durante mas de veinte años---

Le contaba a mi amiga la historia de amor entre Napoleón III y Eugenia de Montijo mientras paseábamos por el Barrio de las Letras de Madrid. Al llegar a la plaza de Santa Ana y ver el magnifico edificio del hotel Reina Victoria, donde vivió ella de adolescente, no pude menos que acordarme de aquella estupenda dama.

--Eugenia había nacido en Granada---seguí contándole---el mismo día del terremoto que sacudió la ciudad andaluza en 1826. Su madre, viendo el bonito percal, quiso sacar buen provecho de la belleza y del buen porte de sus hijas (tuvo dos).. A la mayor la casó con el heredero del Duque de Alba de entonces, y a la pequeña, Eugenia, ya lo sabes, nada menos que con el emperador de Francia--

--Leí una vez, Joaquín, que durante su juventud, en GranadaEugenia le echaron dos veces las cartas unas gitanas y las dos le vaticinaron que llegaría a ser reina----me señaló ella--

--Si, eso fue verdad----le repliqué----y fíjate qué dijo de ella Juan de Valera, el conocido escritor cordobés que también la conoció en Madrid: “Es una diabólica muchacha que, con una coquetería infantil, chilla, alborota y hace las travesuras de un chiquillo de seis años, siendo al mismo tiempo las más fascinante señorita de esta villa y corte; y es tan adorablemente mal educada que puedo asegurar que su futuro esposo será mártir de esta encantadora criatura”-- 

--¿Pero Eugenia residió años en Francia antes de casarse, no?. Tengo entendido que hablaba un francés exquisito---me adelantó mi amiga presumiendo de conocer bien su biografía--

--Sí, claro, era casi más francesa que Española----le hice observar yo despues---mira---proseguí---Eugenia y Napoleón fueron más o menos felices. Vivieron en una corte fastuosa de palacios, joyas y elegantes fiestas, pero la política y la guerra trastocaron los planes.. Él era unos cuantos años mayor que ella y la dejó viuda a los 47 años.. Luego vivió en Inglaterra durante el exilio al proclamarse en Francia, la República--

--Qué pena que tuviera que salir pitando de Francia. Pero te digo una cosa, Joaquín, gracias a eso se volvió a España---reiteró ella muy tajante--

--Cierto, con los años, Eugenia se trasladó a Biarritz para estar cerca de España.. La pareja había tenido un hijo que murió a los 23 años en unas guerras en África. Esto la sumió en una profunda tristeza. Por cierto---insistí---murió ya anciana a los 94 años en el Palacio de Liria en Madrid, casa de los duques del Alba, (su cuñado)--


"Eugenia de Montijo, qué pena, pena, 

que te vayas de España para ser Reina.. 

Por las lises de Francia, Granada dejas, 

y las aguas del Darro por las del Sena”---canturreó mi amiga---


Luego me explicó que estas coplillas se oían por tabernas y saraos en aquella época; lo que daba una idea de lo popular que era.. Yo me reí de su ocurrencia. 

Mientras bajábamos por la calle del Príncipe camino de la de Alcalá, donde habíamos quedado con unos amigos para cenar, seguimos hablando de Eugenia de Montijo. Aunque luego derivamos la conversación hacia los duques de Alba..

Joaquín

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