viernes, 1 de julio de 2022

Sueños y realidades

                                                                                       


   


         ¡Yo lo que tengo, amigo, es un profundo

deseo de dormir!... ¿Sabes?: el sueño

es un estado de divinidad.

El que duerme es un Dios...

Despiertos vemos todos lo mismo:

vemos la tierra, el agua, el aire, el fuego,

las criaturas efímeras... dormidos

cada uno está en su mundo:

hermético, cerrado a ajenos ojos,

a ajenas almas; cada mente hila

su propio ensueño (o su verdad: ¡quién sabe!)

--Amado Nervo--



Subíamos los dos por Gran Vía dirección a Callao, era tarde y el día agonizaba. La hermosa avenida hervía de coches y transeúntes que iban y venían sin rumbo aparente. De vez en cuando debíamos rodear, para no tropezar con ellos, algún mendigo que dormía plácidamente entre cartones en mitad de la acera. 

Pasado el cruce con la calle Montera, justo en la Red de San Luis, contemplamos estupefactos a uno de esos mendigos tapado con mantas y cartones, y rodeado de tres carritos de la compra atestados de cachivaches inútiles. Con todos sus aperos, el tipo ocupaba más de media acera. Alucinados, todos contemplábamos la surrealista escena, yo el primero. Mi acompañante me miró y exclamó sorprendida:

--¿Cómo es posible, Joaquín, con las miles de personas que pasamos por aquí a diario y estos pobres durmiendo entre la multitud sin inmutarse?-- 

Sin dejar de posar la vista en aquel extraño panorama mientras saltábamos a la calzada para no pisarlo, le respondí..

--Ya lo ves, son gente que se sienten más seguras aquí que en cualquier rincón apartado. La mayoría son extranjeros y con problemas mentales. Por cierto, cada vez hay más mujeres--

--Entiendo que no tengan nada y estén en la calle, pero ¿En mitad de la acera y cargados con muebles viejos, colchones y demás trastos inútiles?---me dijo mostrando extrañeza--

--Bueno, los hay con el Síndrome de Diógenes, como éste---le dije señalándole al indigente que acabábamos de sortear---ésa manía que tienen algunos de acaparar cosas. Por cierto, ¿tú sabes quién fue Diógenes?---le pregunté--

--Algo he leído. Creo que era griego, ¿no?---quiso saber ella, respondiéndome con otra pregunta--

--Sí, y aunque te parezca mentira fue un importante filósofo de la antigüedad---le dije---una vez llegó al ágora (plaza pública) de Atenas con un farol en la mano a plena luz del día.. La gente, asombrada, le preguntaba; ¿Qué haces?, ¿Qué buscas?. Y el respondía: “busco a un hombre honesto”. Esto lo decía convencido de que no lo encontraría, pues según su parecer todos estaban degenerados por la civilización y el progreso--

Mientras andábamos le miré la cara y la vi muy interesada por lo que le contaba, así que volví a la carga:

--Y no te escandalices por lo que te diga---le advertí---pero Diógenes pretendía vivir como los animales en cuanto a posesión de bienes materiales, ropas y demás pertenencias, y como tal se comportaba; es decir, hacía sus necesidades en plena calle, se masturbaba si fuese menester delante de todos, o abogaba por el incesto como forma natural de relaciones sexuales--

--Ufffff qué guarro, ¿no?---me respondió mi amiga asqueada---pero, ¿qué tiene que ver éste tipo con lo de acumular cosas?---se extrañó--

--Pues sí tiene que ver---le repliqué---él mantenía una teoría de vida un tanto peculiar. Según su punto de vista tendríamos que vivir tal y como la naturaleza nos indica, o sea, nada de condicionamientos sociales ni lujos superfluos, sólo concedía importancia a la Ley Natural. Todo lo que no fuera natural lo criticaba con dureza: las vanidades, la abundancia, la familia, etc. etc. Insistía una y otra vez en que la verdadera riqueza del hombre está en su alma y no en su casa--

--Hombre, Joaquín, visto así, no tenía tan malas ideas, el tipo---me confesó mi amiga complaciente--

--Y además predicó con el ejemplo---le dije yo---rechazó su casa y comodidades y se dispuso a vivir en un tonel de por vida. Vagaba por las calles de Atenas intentando convencer a la gente de las bondades de sus teorías. Lo hacia desnudo y descalzo porque entendía que habría que hacerlo exactamente igual que los animales. Él pensaba que la civilización había llegado demasiado lejos en sofisticación y soberbia y se debería volver a vivir como en los albores de la creación. ¡Ya ves!, ¡si nos viera ahora!---concluí con sorna--

--Jajaja ¡Uy, si nos viera ahora, se moría del disgusto!---se carcajeó ella-- 

--Pues sí, pero, en el fondo, este hombre era un provocador---insistí---y, mira si era retorcido, que tenía la costumbre de entrar al teatro cuando había terminado la función y todo el mundo salía, porque así entorpecía dando codazos a los asistentes. En fin, ¡no me digas que no era un tipo curioso jajaja!---me reí con ganas---

Según llegamos a Callao, tan llena de gente que a duras penas podíamos abrirnos camino, aún vimos a un par de indigentes más, refugiados de la inclemencia del tiempo bajo cartones y mantas. La multitud los rodeaba y los miraba sin parar de andar como si fueran extraterrestres. Pero nosotros hacíamos lo mismo..

Joaquín

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