Y el agua, que solloza desolada,
al salpicar el mármol de la fuente,
es un alma celosa, condenada
a llorar su traición eternamente.
Blancas manos de ensueño que cuidasteis
del jardín de mis últimos amores,
¿Por qué, por qué dejasteis
secar las ramas y morir las flores?
--F. Villaespesa--
A principios de 1926 apareció una preocupante noticia en el periódico El Sol de Madrid, uno de los más reputados diarios españoles de entonces. Decía:
“En el pueblo de Fuente de Cantos, al sur de Badajoz, hace doce días que llueve sin parar. La situación es insostenible, los campos están anegados de agua y los campesinos se están arruinando”.. Por supuesto esto significaba hambruna, penalidades y muertes a mansalva.
¿Os imagináis una noticia así hoy en día, doce jornadas sin parar de llover? Bueno, ya casi llevamos esos días de lluvia y ni nos inmutamos. Más bien al contrario, queremos más. Ojalá lloviera otras dos semanas más y el pantano, que casi importa más que la sementera, rebosara y hubiera que desembalsar agua.
Para atender el desastre económico y social que la pertinaz lluvia provocó en el pueblo aquel año de 1926 donde cientos de obreros agrícolas quedaron desocupados, el Ayuntamiento acordó desviar 8.000 de las 15.000 pesetas que se iban a gastar en levantar unas escuelas y dárselas en subvención a los trabajadores agrícolas, exhaustos por la miseria..
En fin, para que veáis cómo ha cambiado el cuento en cien años.
Joaquín
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