Ya no hacen faltas estrellas: quitadlas todas,
guardad la luna y desmontad el sol,
tirar el mar por el desagüe y podad los bosques
porque ahora ya nada me vale, ella ya no está..
--W. H. Auden--
Jamás he deseado otra cosa mejor en mi vida que caerle bien a las mujeres: seducirlas, amarlas, cautivarlas.. bien por mi cara bonita o por las palabras que pudiera decirles pero, por desgracia todo quedó en deseos.
Todo lo contrario que a mi le fue a un tipo que conocí y con el que intimé. Era mayor que yo, italiano, había nacido en Venecia, y eso ya le daba un plus de exclusividad. ¿Sus medidas? Bueno, a años luz de las mías, ¡claro!: alto, desgarbado, moreno y de ojos verdes. En fin, lo reunía todo para gustar a las chicas..
Mi amigo tenía, además, una labia de espanto ¡qué palique el del tipo!. Tal era su verborrea para con las féminas, que en sus redes amatorias cayeron todo tipo de mujeres: casadas, solteras, viudas, señoras, criadas etc. etc.. Sí, habéis oído bien, lo sé porque todo lo anotó en su libro de conquistas; el menda lo apuntaba todo.
El tipo fue un pillastre, un golfete, mujeriego y donjuán, pero noble y caballeroso. Jamás reveló a nadie el nombre de ninguna de las damas que pasaron por su lecho; las apuntaba con seudónimo que sólo él conocía.
No volví a verlo, pero me contaron que de viejo, y tal vez debido a la impotencia de no poder hacer ya lo que antaño hacía con las mujeres, cayó en una depre de caballo. El médico le recomendó que escribiera sus memorias, así despejaba la cabeza. Y lo hizo. Por ella, por el libro de sus memorias conozco sus aventuras. Calculo que pasaron por su lecho casi doscientas mujeres de toda clase y condición.
Una vez le invité a Fuente de Cantos. Le dije que por aquí vería a mujeres muy hermosas, solteras y casadas, No pudo venir, cierto trabajo se lo impidió. Pero, os advierto, mejor que no viniera; apuesto que alguna dama fuentecanteña casada caería en sus redes, y el problema con el marido cornudo lo iba a tener yo, por haberle traído.
Por cierto, acabo y nos os digo el nombre del suertudo este. Sí, efectivamente, se trata de Giacomo Casanova, italiano y seductor. Seguro que algo habéis oído de él. Yo lo conocí de joven en un salón de baile de Viena.
Del curioso método que usaba para no quedar embarazadas a las chicas os lo cuento otro día..
Joaquín
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