jueves, 2 de septiembre de 2021

Nadie debería morir en primavera

                                                                                   





Perdida en tanta soledad la calma,

de noche eterna el corazón cubierto,

la gloria muda, desalada el alma,

en este pavoroso desconcierto

se eleva ella, como la palma

que crece triste y sola en el desierto.

--Gaspar N. de Arce--



Se enamoró perdidamente de María Ignacia, aquella hermosa y joven actriz que mucha gente llegó a conocer.

Cuando ella murió a los veinticinco años una triste mañana de abril lo dejó destrozado. Ahora os contaré, pero ya os adelanto que su muerte le hizo entrar en la más atroz de las locuras.

Tanto le afectó la muerte de María Ignacia, que intentó desenterrar su cadáver de la cripta de la Iglesia de San Sebastián de Madrid y suicidarse abrazado a él. Hasta ese punto llegó su desvarío. Tres días tardó en hacerse la idea de su desaparición, y encima no la vio morir.

No, no estuvo al lado de María Ignacia en sus últimos momentos, ¡ya le hubiera gustado!. Expiró su amada en brazos de su madre y ésta no quiso que él estuviera presente. Nunca aceptó el compromiso.

Tres días pasó sólo en casa, desesperado. No quería recibir a nadie ni hablar con nadie. Agotó lágrimas y gemidos, y mil veces maldijo a Dios por el castigo.. En silencio y casi enloquecido hablaba con ella, conversaba, hacía planes de futuro junto a ella ¡Ya veis, la pobre muerta!.

A la tercera noche no pudo más, trastornado saltó la valla del patio de la iglesia donde la enterraron. Forzó la puerta, intentó abrir su tumba, y morir allí con ella. 

Cerca estaba ya de abrir la fría losa de mármol cuando, ¡de pronto aporrearon la puerta de la iglesia de manera atronadora!. Oyó gritos, escuchó voces llamándole.. Esto es lo único que recuerda de aquella tétrica noche. 

Un sacristán había dado aviso de su locura y de sus intenciones...Su amigo, el Conde de Aranda, irrumpió en la iglesia y junto a dos criados se hicieron cargo de él.  Poco a poco le hicieron entrar en razones. 

Tras una larga convalecencia sentimental volvió a la realidad de su vida, y de su  pena.

Ya conocéis su historia. Fue un trance pasajero pero doloroso. Mucho la amó. Pero no desea mentiros, es parte de su vida. Se trata de José Cadalso, un escritor afamado, pero también con un pasado, a veces turbio.

Joaquín

                                                                     


                                           

                                                                                   

                                                         
                                                                                   

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