Imaginaros una España en donde el 50% de las propiedades urbanas y rurales estuviesen en manos de la Iglesia. Si, que pertenecieran a conventos, iglesias, obispados, monasterios etc. etc. Claro, estas tierras e inmuebles sería casi improductivos, porque los curas, en teoría, se dedican a rezar y dar misas, no más..
Con un país así no hay manera de prosperar, trabajan cuatro para mantener a diez. Bien, pues esa era la España que teníamos a mitad del siglo XIX. Y fue morir el felón de Fernando VII, (ése rey tan chungo que tuvimos una vez) y los nuevos políticos, un poco más liberales que los de antaño, se propusieron quitarle esas tierras improductivas a los religiosos, y entra en escena la Desamortización...
Le cargaron el asunto a Juan Álvarez Mendizábal (Juan y Medio le llamaban por su gran estatura) que en 1836 sacó un par de decretos obligando a los clérigos a abandonar sus cenobios. De aquella época viene el cierre de miles de conventos y monasterios. Las tierras circundantes se reagrupó en lotes y se vendieron al mejor postor..
Pero cometieron un error garrafal, como eran grandes lotes, los compraron la gente más pudiente, es decir, aristócratas, burgueses enriquecidos o negociantes, y claro, los pobres siguieron siendo pobres y los ricos más ricos.. Fue una buena idea, pero tuvo muchos fallos.
La Iglesia para defenderse amenazó con excomulgar a todos los que compraran sus tierras, pero fue en vano..
Joaquín
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