Mi vida en la terraza
Amiga...
Si
alguna vez decides,
(quizás
porque no te han ido bien las cosas)
decirme
unas palabras;
quiero
que sepas que sigo dispuesto.
Si
consideras que lo vivido hasta ahora
no
fue lo que pensabas
y
estás desengañada, aturdida;
debo
decirte que estoy en condiciones
de
hacerme cargo del timón
de
tu nave encallada.
Navegaremos
por mares azules y diáfanos
plagados
de amores y entregas.
Subidos
a la proa de nuestros destinos
volverás
a sentir serenidad en tu alma..
Juntos
descubriremos un nuevo mundo.
Por
él deambularemos sólo los dos.
Le
llamaremos, Reencuentro..
--Joaquín--
La
definición más común de lo que es la felicidad aparecen en
casi todos los diccionarios. Sería: “la emoción que se produce
en un ser humano cuando cree haber alcanzado una meta”. Otras
veces se dice que es una medida de bienestar percibida por un
individuo y que influye en sus actitudes y comportamientos.
En
cualquier caso no deberían ser estos los mejores momentos para
alcanzar la felicidad abrumados como estamos por los efectos
del virus. Al menos la felicidad colectiva, aunque esto no quita para
que personalmente muchos sigan siendo felices, a pesar de todo.
Eso
pensaba yo, sin embargo, si uno se da una vueltecita por la ciudad
(por las tardes cuando el sol declina y baja el tío a ras del horizonte) quién diría que vivimos en un estado de alarma, o de sitio, que
apenas sé distinguir una cosa de otra. Os aseguro que yo que lo
hago me pareciera más bien una especie de verbenas al aire libre
pero en las terrazas, que un obligado y apesadumbrado recogimiento casero.
Sé
que la gente tiene que divertirse, faltaría más, y que tantos días encerrados da
para mucho, sobre todo los más jóvenes de la casa. Y debe ser,
también, que a los españoles no hay quien nos encierren por mucho
tiempo y especialmente que nos silencien. Supongo que han vuelto a aflorar
aquellos genes dormidos de nuestros antepasados. Sí, de cuando la gente
hacían sus vidas y sus ocios en las puertas de las casas sentadas al fresco de la noche (en los pueblos), o en las corralas madrileñas de
antaño.
Al
anochecer aprovecho (bordeando un poco la ley) y busco, no
precisamente el más cercano cubo de basura donde depositar mi bolsa
de desperdicios del día, y os aseguro que es una gozada ir viendo y
oyendo las acaloradas discusiones entre vecinos, las músicas de toda
índole y a todo volumen de los más jóvenes, las tertulias
vociferantes y a distancia entre comadres, y todo desde las modestas terrazas de los suburbios.
Lo
sé, no queda otra, algo hay que hacer. Yo soy de costumbre muy
particular y me paso gran parte del día leyendo o escribiendo, pero
entiendo a los que hacen la vida en la calle. Os aseguro que muchas
veces lo había pensado, ¿qué será estos días de esos y esas que
están todo el día de cháchara en las tiendas, en las aceras, en
las plazas, en los bares? Y ahora, deambulando por el medio de la
calle mientras encuentro el cubo de basura adecuado lo veo, ¡han
sustituido todo eso por las terrazas!. Es curioso, hemos vaciado las
calles y llenado terrazas y balcones..
Y es
ya un ritual, las tres primeras cuartas partes del anodino día debe
ser que hay tareas particulares que nos absorbe el tiempo más o
menos entretenidos, pero amigo, llega el final de la tarde y ya se acumula el
cansancio, la tensión y el aburrimiento y la gente necesita bullicio
y exteriorizar sus cuitas, y empiezan las verbenas.. No sé hasta qué
intempestivas horas duran las veladas y corrillos terraceros porque
yo me meto dentro y ya no los oigo. Supongo que no muy tarde, puesto
que el tiempo climatológico no ha acompañado, pero si esto dura y
llegara el calor, entonces me temo noches toledanas..
No
quepa duda que vivimos días históricos, y no precisamente para
vanagloriarse de ellos. Quizás todo esto nos valga como un
paréntesis en nuestras agitadas vidas; vidas que rulaban sin parar
desde que nacimos y que ahora por primera vez echamos el freno, al
menos por un par de meses.. A ver qué sacamos de esto; me refiero
emocional, sentimental y socialmente, porque del resto de las cosas
ya sabemos del batacazo..
Joaquín
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