Amiga..
Si me escuchas y
confiesas, bajo
este límpido
cielo de abril,
puedo saber tus
intenciones.
Me dices que me amas
o que pasas de mi,
que me quieres
sólo como amigo.
Pero si miras y
callas me haces dudar.
No las
tengo todas conmigo.
Temo la intensidad
de tus pensamientos..
Te he visto
suspirar mientras
mirabas las
estrellas.
--Joaquín--
Para darnos cuenta de
la magnitud de la tragedia que tanto nos ocupa y nos hace sufrir,
baste un dato, en España mueren en un año normal unas 430.000
personas, lo que equivale a 35.000 al mes. Supone esto que sólo
en los dos meses que llevamos de máxima mortandad por el virus
habrán fallecido en el país 210.000 compatriotas, por todos los
conceptos, una barbaridad. Según he oído hasta los empleados de las
empresas fúnebres, sobre todo en los lugares más castigados como
Madrid, necesitaron psicólogos para superar tanto horror durante esos primeros meses de pandemia..
También he leído
por ahí que después de estos terribles datos y cuando hagan el
cómputo general, la esperanza de vida al nacer en España, que
era hasta febrero la segunda más alta del mundo después de Japón
con 85,4 años, habrá bajado unos tres o cuatro meses, con lo
que olvidémonos de llegar al primer puesto. Tengan en cuenta que el
85% de los que han fallecidos eran personas ya muy mayores.
Aún así en nuestro
país nadie muere ya de viejo, está prohibido. Ahora el certificado de defunción tiene que especificar la
causa explicita de muerte. Por cierto, según estudios al respecto,
la mayoría de la gente a punto de morir (instantes antes) han dicho
tener sueños muy intensos pero reconfortantes. Menos mal, por lo
menos los pobres mueren más contentos. La explicación científica
es que poco antes de la muerte se produce una serie de reacciones
químicas en el cerebro que producirían esas placenteras
sensaciones.
Y ya que estamos en
faena, el famoso “rigor mortis” o rigidez de la muerte, y que
tantas veces vemos en películas policíacas, no es otra cosa que un
agarrotamiento muscular. Se suele producir entre treinta minutos y
cuatro horas después del fallecimiento y puede durar un día. Esto
le da muchas pistas al medico forense sobre la hora exacta del óbito.
Comienza por los músculos faciales y se va desplazando hasta abajo
del cuerpo. Y no se sorprendan, pero en realidad un cadáver
es algo muy vivo. Solo que esa vida no es la nuestra, sino las de
millones de bacterias y demás bichitos que se ponen las botas con
nosotros una vez que estiramos la pata..
Perdónenme por lo
tétrico, pero sepan que eso de que las uñas y el pelo crecen
después de la muerte es una mentira como una catedral, un mito.
Nada crece una vez muerto. Y más datos, los que prefieren ser
enterrados, que cada vez son menos, deben saber que tardan en
descomponerse entre cinco y cuarenta años, salvo que se esté
momificado como Lenin o Evita Perón. Claro,
que para éste menester los egipcios eran los mayores expertos; ahí
tenemos a la momia de Tutankamón, que
parece que hubiera muerto el año pasado y hace ya casi 4.000 años
que le asesinaron, al pobre, con 18 añitos.
Pero, mirad, si tenemos en cuenta que las tumbas de los seres queridos muertos se visitan como mucho durante quince años, quiere esto decir que la mayoría de nosotros tardamos más en desparecer de la faz de la tierra que de la memoria de nuestros familiares..
Pero, mirad, si tenemos en cuenta que las tumbas de los seres queridos muertos se visitan como mucho durante quince años, quiere esto decir que la mayoría de nosotros tardamos más en desparecer de la faz de la tierra que de la memoria de nuestros familiares..
Por el contrario si
no queremos proporcionarles un festín a los bichejos esos y ansiamos
desaparecer cuando antes, siempre podemos incinerarnos. Pero cuando
pienso que con todo lo que somos, lo que presumimos y lo mucho que
fastidiamos, y resulta que de todo eso sólo queda de nosotros unos
cinco kilos de insulsas cenizas que caben en un bote, se me cae el
alma al suelo. En fin, todo esto nos debería hacer reflexionar, como
poco, al menos..
Joaquín
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