Mi mejor amigo..
Amiga...
Proliferan por doquier promesas de amor
no cumplidas;
El viento de la indiferencia
las empujan hacia los confines
del olvido.
Triste perspectiva para afligidos
amantes.
Ellos cargan con el hedonismo
y la iniquidad
de esta frívola sociedad..
--Joaquín--
Apuesto
lo que sea que (igual que yo) jamás han pensado por qué la
espuma de una pastilla de jabón siempre es blanca. Lo mismo
da el color que sea la pastilla: azul, roja, verde, da igual; la
espuma que hace cuando la mojamos y nos frotamos las manos con ella
siempre es blanca. Curioso, ¿no? Bueno, pues según el
científico británico, James Le Fanu, (del que extraigo estos datos)
esto sucede porque que el color de las cosas no es una realidad, sino
una percepción del cerebro para distinguir y clarificar el mundo,
nuestro mundo.. También las olas del mar al romper en la playa son
eternamente blancas, aunque a éste lo veamos, azul, verdoso y
hasta marrón si está sucio.
Cuesta
creerlo, pero aunque tengamos la abrumadora impresión de que el
verde de los arboles, el azul del cielo o la inmensa gama de colores de las flores fluyen a través de
nuestros ojos como una ventana abierta, realmente las partículas que
emiten son incoloras, las ondas de los sonidos silenciosas y las
moléculas odorantes no tienen olor; simplemente son partículas
subatómicas que fluyen por el espacio, y toda esa exuberante riqueza
de colores, olores y sonidos se crea en nuestra cabeza. Sí, lo que vemos no es lo
que es, sino lo que nuestro cerebro nos dice que es, y ambas
cosas no son lo mismo, en absoluto.
Pero aún hay
cosas de nuestro cerebro (muchas de ellas elementales) que a
pesar de los adelantos científicos aún desconocemos. Por ejemplo,
¿qué es exactamente la conciencia? ¿O qué son en términos
precisos nuestros pensamientos? Y eso que pensar constituye nuestro
talento más vital y milagroso. Pues nada, no hay manera de saberlo.
Podremos conocer la densidad y composición de una estrella que está
a millones de años luz, pero esa cosita tan viscosa y pequeña que
tenemos dentro del cráneo y que llamamos cerebro se nos
resiste a su conocimiento.
Y
miren qué cosas más extraordinarias; nuestros ojos, abiertos,
envían 100.000 millones de señales al cerebro cada segundo.
Pero eso sólo es el principio, apenas supone el 10% de la
información que nos proporciona, del resto, como es reconocer
rostros, interpretar peligros o analizar movimientos, se encargan
otras partes del cerebro. Y es tan listo el menda que a veces
nos engaña por nuestro propio bien. Por ejemplo, el sonido y la luz
nos llegan a velocidades distintas (la luz es infinitamente más
veloz que el sonido, lo podemos comprobar con el rayo y el trueno),
bien, pues el tío es capaz de eliminar las enormes diferencias y
hacer que todo, imagen y sonido, nos llegue a la vez. ¡Qué cosa tan
maravillosa tenemos, y nosotros mal gastando sus cualidades las más
de las veces con chorradas!..
Por
cierto, a que no sabían que el almacenamiento de nuestra memoria
es extrañamente peculiar e inconexo. La mente descompone cada
recuerdo en sus partes integrantes, es decir lo desguaza en: nombres, caras, ubicaciones,
contextos, cómo se percibe el tacto, el olor etc. etc. y envía
dichas partes a lugares distintos; luego, cuando volvemos a necesitar
el conjunto, las recupera y reagrupa. Un solo pensamiento o recuerdo
fugaz puede movilizar a millones de neuronas dispersas por el
cerebro. No es de extrañar, pues, que a veces confundamos los
detalles. El resultado es que la memoria no es algo inmutable y fijo
sino que la podemos alterar cada vez que recordamos. Y conste que también esto lo hace en beneficio nuestro; pretende dulcificar los recuerdos..
En
fin, créanselo, somos unos portentos de la naturaleza moldeados a
través de cientos de miles de años, y sepan que debajo de estos
simples cabellos guardamos un tesoro escondido infinitamente más
valioso y fantástico que todo el Universo..
Joaquin
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