jueves, 9 de abril de 2020

A propósito de la noche en que murió su padre

                                                                                     






Si te dijera, amigo,

que temo la madrugada.

Si supieras de mi angustia

en esta noche callada,

mil señales enviarías

a consolar mi alma.

Presiento que tras mis lloros

vendrá la noche más calma.

Sospecho que mis lamentos

esconden luminosa alborada.

--Joaquín--



Ocurrió una mañana al abrir el ordenador: la carta de una desconocida me la encontré en mi blog particular. Hace ya cuatro años y pico de esto. Fue un mes de abril y el Covid embestía con inusitada violencia; los muertos, nuestros muertos, se contaban por cientos cada día ¿Os suena?

En el preámbulo de la carta, la desconocida se disculpaba con suma humildad por la intromisión en mi intimidad. Había contactado conmigo por casualidad. Había leído una simpleza mía, de las que suelo publicar en las redes sociales, y le parecí una persona sensible capaz de atender su llanto.

Había llorado todo lo imaginable---me decía en su carta---había compartido su desesperación con sus familiares más próximos, pero necesitaba algo más, y en su amargura, esa noche se acordó de mi. 

Hacía apenas unas horas que acababa de morir su padre---proseguía en su carta---no pudo estar junto a él en sus últimas horas (el protocolo sanitario se lo impedía). Y en su nota, escueta, me narraba cómo habían ocurrido los hechos y la impotencia que sintió por no poder hacer nada por él; ¡Necesitaba inexorablemente llorar y exteriorizar su desesperación!---me suplicaba

La tecnología había conseguido un milagro---me confesaba---aún pudo escuchar y ver a su padre convaleciente en sus últimos momentos a través de una vídeo-llamada que una enfermera, compasiva, le pudo hacer con el móvil; lo que hizo todavía más insufrible la agonía del instante. 

Habían pasado ya cuatro años y medio y no volví a tener noticias suyas. Supuse que a estas alturas habría serenado su alma dolorida. Sin embargo ayer, (después de todo ese tiempo) me envió una nota al correo en la que me reitera las gracias por mis palabras de consuelo. Me dice, también, que no me ha olvidado. 

Me alegró la mañana, os lo juro.

Por cierto, yo poco pude hacer. Le manifesté aquel día mi profundo pesar por su padre muerto, al que estaba muy unida, le cedí mi hombro, aún en la distancia, para las veces que quisiera llorar, y le insuflé ánimo para los días venideros. Nada hay en el mundo capaz de reconfortar un espíritu roto en momentos tan tristes---entendí

Joaquín



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