domingo, 5 de abril de 2020

Quién ha robado mis sueños..




Amiga..
Si deambulas por caminos solitarios
o te cautiva el callado rumor del mar;
si miras (mientras suspiras)
estrellas remotas y parpadeantes
en noches serenas; 
cuenta conmigo para soñar. 
Búscame en un corazón abierto
o escudriña afondo tu alma;
en su rincón más inhóspito y sereno 
te espero.

--Joaquín--


Ahora que a millones de personas se nos han ido los sueños al garete, incluso a miles de compatriotas sus propias vidas, quiero a hablarles de sueños. Pero hay dos tipos de sueños; uno es éste que muchos acabamos de perder, aunque también se le llame ilusiones o proyectos. Pero a estos ya le haremos una repensada cuando todo esto acabe, puesto que la mayoría tendremos que recomponerlos en otros quizás más modestos y alcanzables porque los de antes se nos fueron de un plumazo en el vendaval de un virus con nombre ilustre. Los otros sueños son los que experimentamos cuando dormimos, y de esos precisamente quiero hablarles.
Dormir es lo más misterioso que hacemos. Sabemos que es vital; sólo que ignoramos exactamente por qué. A estas alturas del siglo aún no podemos decir para qué sirve el sueño ni cuál es la cantidad adecuada; tampoco por qué algunos caen en sus brazos con facilidad y a otros les cuesta alcanzarlos. Miren si el dormir nos resta tiempo a la vida, que según mis años cumplidos habré dormido ya unos dieciocho años seguidos, ¡Dios mio! ¡Dieciocho años tumbado y con los ojos cerrados!..
Es curioso esto del sueño; no hay ninguna parte del cuerpo que no se beneficie de él o no sufra por su ausencia. Si nos privan de él durante un tiempo suficiente moriremos, aunque no sabremos por qué. En 1989 hicieron un experimento cruel con unas ratas; las mantuvieron despiertas hasta que murieron. Hicieron falta entre 11 y 30 días para que, agotadas las pobres, estiraran la pata. El caso es que las autopsias no descubrieron por qué murieron, simplemente quedaron exhaustas.
De los sueños siempre se ha dicho que sirven para consolidar recuerdos, restablecer el equilibrio hormonal, vaciar el cerebro de neurotoxinas o reajustar el sistema inmunitario; digamos que seria como una puesta al punto del cuerpo durante la noche. También se dice que el sueño es importante para transferir recuerdos al resto del cerebro, pero realmente nada se sabe con certeza. De todas maneras existe la creencia de que el sueño debe responder a alguna profunda necesidad elemental. Decía el mayor experto mundial en sueños, Allan Rechtschaffen “Si el sueño no cumple una función absolutamente vital, entonces es el mayor error que ha cometido jamás la naturaleza con nosotros”.
Es sabido que todos los animales duermen, pero varia mucho de una especie a otra. Por ejemplo los elefantes pese a ser tan grandes solo duermen poco más de dos horas; los caballos igual. El que más duerme es el perezoso de tres dedos; se puede tirar el tío durmiendo veinte horas al día. Sin embargo aquí se llevan los galones de la perfección algunas especies de aves y mamíferos marinos, sorprendentemente pueden apagar la mitad de su cerebro mientras la otra está activa, así van alternando. ¿Se imaginar que nosotros pudiéramos hacerlo y disponer de las 24 horas del día para hacer cosas?.
Lo de las fases del sueño supongo que lo saben. En una noche normal dividimos el sueño en varios ciclos, cada no de los cuales consta de varias fases. Por cierto, durante la fase REM, los párpados están cerrados, pero nuestros ojillos están en un sinvivir; se mueven sin cesar para todos los lados. ¿Mirarán los sueños?.
No sé si lo sabían, pero resulta que todo esto del sueño lo regula una pequeñísima glándula del tamaño de un guisante que tenemos en mitad del cerebro a la que llaman glándula pineal. Según Descartes, el famoso filósofo francés, ahí residiría nuestra alma.. No lo sé, pero esa diminuta glándula se encarga de crear y dosificar la melatonina, tan vital para coger el sueño. A medida que nos hacemos mayor esta desciende de manera significativa; a los setenta años segregamos una cuarta parte que un chaval de veinte..
Y hay gente pa' to, como diría el torero, Rafael el Gallo, sino, miren: en 1985 un estudiante se prestó voluntario a pasar el mayor tiempo posible sin dormir para que unos científicos de la universidad de San Diego, California, estudiaran el asunto. Randy Garner de 17 años estuvo en vela durante once días y veinticinco minutos. Hoy es el récord histórico. Acabó el experimento exhausto y a punto de enloquecer.. Cuando terminó se tiró el pavo durmiendo veinte horas seguidas.. Que se sepa nadie ha vuelto a repetir la hazaña. Cinco años más tarde, incomprensiblemente, adquirió un insomnio de caballo que aún le dura.. Y es que con los sueños no se juega..
Joaquín



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