Amiga..
Si deambulas por caminos
solitarios
o te cautiva el callado rumor
del mar;
si miras (mientras suspiras)
estrellas remotas y
parpadeantes
en noches serenas;
cuenta
conmigo para soñar.
Búscame en un corazón
abierto
o escudriña afondo tu alma;
en su rincón más inhóspito y
sereno
te espero.
--Joaquín--
Ahora que a millones
de personas se nos han ido los sueños al garete, incluso a miles de
compatriotas sus propias vidas, quiero a hablarles de sueños. Pero hay dos
tipos de sueños; uno es éste que muchos acabamos de perder, aunque también
se le llame ilusiones o proyectos. Pero a estos ya le haremos una
repensada cuando todo esto acabe, puesto que la mayoría tendremos
que recomponerlos en otros quizás más modestos y
alcanzables porque los de antes se nos fueron de un plumazo en el
vendaval de un virus con nombre ilustre. Los otros sueños son los
que experimentamos cuando dormimos, y de esos precisamente quiero
hablarles.
Dormir es lo más
misterioso que hacemos. Sabemos que es vital; sólo que ignoramos
exactamente por qué. A estas alturas del siglo aún no podemos decir
para qué sirve el sueño ni cuál es la cantidad adecuada; tampoco por qué
algunos caen en sus brazos con facilidad y a otros les cuesta
alcanzarlos. Miren si el dormir nos resta tiempo a la vida, que según mis años cumplidos habré dormido ya unos dieciocho años seguidos, ¡Dios
mio! ¡Dieciocho años tumbado y con los ojos cerrados!..
Es curioso esto del
sueño; no hay ninguna parte del cuerpo que no se beneficie de él o no sufra por su ausencia. Si nos privan de él durante un tiempo
suficiente moriremos, aunque no sabremos por qué. En 1989 hicieron
un experimento cruel con unas ratas; las mantuvieron despiertas hasta
que murieron. Hicieron falta entre 11 y 30 días para que, agotadas
las pobres, estiraran la pata. El caso es que las autopsias no
descubrieron por qué murieron, simplemente quedaron exhaustas.
De los sueños
siempre se ha dicho que sirven para consolidar recuerdos, restablecer
el equilibrio hormonal, vaciar el cerebro de neurotoxinas o reajustar
el sistema inmunitario; digamos que seria como una puesta al punto
del cuerpo durante la noche. También se dice que el sueño es
importante para transferir recuerdos al resto del cerebro, pero
realmente nada se sabe con certeza. De todas maneras existe la
creencia de que el sueño debe responder a alguna profunda necesidad
elemental. Decía el mayor experto mundial en sueños, Allan
Rechtschaffen “Si el sueño no cumple una función absolutamente
vital, entonces es el mayor error que ha cometido jamás la
naturaleza con nosotros”.
Es sabido que todos
los animales duermen, pero varia mucho de una especie a otra. Por
ejemplo los elefantes pese a ser tan grandes solo duermen poco más
de dos horas; los caballos igual. El que más duerme es el perezoso de
tres dedos; se puede tirar el tío durmiendo veinte horas al día.
Sin embargo aquí se llevan los galones de la perfección algunas
especies de aves y mamíferos marinos, sorprendentemente pueden
apagar la mitad de su cerebro mientras la otra está activa, así van
alternando. ¿Se imaginar que nosotros pudiéramos hacerlo y disponer
de las 24 horas del día para hacer cosas?.
Lo de las fases del
sueño supongo que lo saben. En una noche normal dividimos el sueño en varios ciclos, cada no de los cuales consta de varias fases. Por cierto, durante la fase REM, los párpados están cerrados, pero nuestros ojillos están en un
sinvivir; se mueven sin cesar para todos los lados. ¿Mirarán los sueños?.
No sé si lo sabían, pero resulta que todo esto del sueño lo regula una pequeñísima
glándula del tamaño de un guisante que tenemos en mitad del cerebro a la que llaman glándula pineal. Según Descartes, el famoso filósofo
francés, ahí residiría nuestra alma.. No lo sé, pero esa diminuta glándula se encarga de
crear y dosificar la melatonina, tan vital para coger el sueño. A medida que nos
hacemos mayor esta desciende de manera significativa; a los setenta años segregamos una cuarta parte que un chaval de veinte..
Y hay gente
pa' to, como diría el torero, Rafael el Gallo, sino, miren: en 1985 un estudiante se prestó voluntario a pasar
el mayor tiempo posible sin dormir para que unos científicos de la universidad de San
Diego, California, estudiaran el asunto. Randy Garner de 17 años
estuvo en vela durante once días y veinticinco minutos. Hoy es el
récord histórico. Acabó el experimento exhausto y a punto de enloquecer.. Cuando
terminó se tiró el pavo durmiendo veinte horas seguidas.. Que se sepa nadie
ha vuelto a repetir la hazaña. Cinco años más tarde, incomprensiblemente, adquirió un insomnio de caballo que aún le dura.. Y es que con los sueños no se juega..
Joaquín
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