sábado, 11 de abril de 2020

Cuestión de principios..

                                                                                    




Amiga.. 

Cuando te fuiste, se fue 

también la luz de mis ojos. 

Tus risas coloreaban

la monotonía de mi universo.

Con tu ausencia perdí el pretexto 

del que me servía para burlar la

angustia de mis madrugadas..

--Joaquín--


¿Hasta qué grado de delirio o fortaleza podemos llegar los seres humanos por mantener una idea o un principio?. Muy alto ponemos el listón algunas veces; otras no, otras nos vendemos al mejor postor por dos perras o por salvar el pellejo, aunque en esto último si estaría justificado.
No, no son éstos tiempos de ideales ni de creencias arraigadas. Y de tenerlas, nadie va a dar un duro por preservarlas a marchamartillo si fuese obligado a ello; al primer contratiempo las mandamos al carajo. El bienestar, el poder, y hasta el dinero cuentan más. Pero hubo un tiempo en los que sí había gente que daba la vida gustosamente por sus creencias. Conste que yo no digo que eso fuera lo más conveniente; precisamente si a mi me llegaran a apretar las clavijas cambiaría de parecer a las primeras de cambio..
Una que tuvo la ocasión de salvar su vida y no lo hizo por no abjurar de la fe de Cristo fue una joven madre de 22 años, Perpetua de Cartago en el año 202. Era ésta (al contrario de la mayoría de los nuevos cristianos) de clase alta. Su padre era un rico hacendado romano. Fue convertida a la nueva fe por un diácono y con ella se convirtieron también sus criados.
Perpetua tenia un hijo pequeño de un año cuando las terribles persecuciones del emperador Septimio Severo. La detuvieron y encerraron en unas frías mazmorras con la idea de echarla en el circo, a las fieras. La diferencia con otros desgraciados que perecieron a manos de leones y tigres era que ella era culta y escribía en su intimidad todo en un diario.
En su diario relata el sufrimiento de su padre que le suplicaba hasta desgañitarse que renunciara a su fe y salvara la vida. También la alegría que le dio que le dejaran a su hijo pequeño la noche antes de morir. La metieron dentro de una red y la pusieron en mitad de la arena del circo para que un toro bravo la corneara. El animal así lo hizo, casi destrozándola. Ella aún se preocupaba de arreglarse el pelo y taparse con las ropas ya deshilachadas para que la gente no la vieran desnuda. Como no acababa de morir, un soldado le asestó un golpe con la espada, pero ni aun así expiraba. Con las pocas fuerzas que le quedaban todavía le señaló su cuello a su verdugo para así acabar de una vez. Éste le dio un segundo tajo que la decapitó..
Perpetua, (Santa Perpetua cuando fue canonizada años después) es un ejemplo más de los miles de mártires que consintieron sufrir horrendas muertes antes que renunciar a su fe (ayer estuve viendo un reportaje de su vida).. Por eso me pregunto, ¿Qué grado de convicción llegaron a tener ésta gente para morir así? ¿Qué le hubiera importado decir que renunciaba y así salvar su vida, criar a su hijo que tanto quería y abrazar a su padre, aunque luego en la intimidad siguiera rezando?.. Pero no, llevaron su convicción y su verdad adelante, hasta las últimas consecuencias..
Y digo más, ¿Qué tendrían de nobleza y fraternidad aquellos primeros cristianos para convencerse de que hacían lo correcto? ¿Qué verían, qué necesitaban para abrazar la nueva religión con ese ímpetu? En fin, nada que ver con lo ahora. Dos mil años después aquí ni dios se sacrifica por nada ni por nadie. Pero quizás sea mejor así, ¿no les parece? A ellos les prometían el cielo en ese infierno que era la tierra entonces.. Ahora no prometen nada en esta gloria en la que vivimos, y así no hay manera...
Por cierto, Santa Perpetua es la patrona de las embarazadas. Decía San Agustín, (que era paisano suyo) que su martirio se leía en las misas con gran provecho para los creyentes. Échenle un vistazo a su biografía ahora que tienen tiempo y se les pondrán los pelos de punta, como a mi..
Joaquín

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