Amiga..
Cuando te fuiste, se fue
también la luz de mis ojos.
Tus risas coloreaban
la monotonía de mi universo.
Con tu ausencia perdí el pretexto
del que me servía para burlar la
angustia de mis madrugadas..
--Joaquín--
¿Hasta qué grado de
delirio o fortaleza podemos llegar los seres humanos por mantener una
idea o un principio?. Muy alto ponemos el listón algunas veces; otras no, otras nos vendemos al mejor postor por dos perras o por salvar el
pellejo, aunque en esto último si estaría justificado.
No, no son
éstos tiempos de ideales ni de creencias arraigadas. Y de tenerlas,
nadie va a dar un duro por preservarlas a marchamartillo si fuese
obligado a ello; al primer contratiempo las mandamos al carajo. El bienestar, el poder, y hasta el dinero
cuentan más. Pero hubo un tiempo en los que sí había gente que
daba la vida gustosamente por sus creencias. Conste que yo no digo
que eso fuera lo más conveniente; precisamente si a mi me llegaran a
apretar las clavijas cambiaría de parecer a las primeras de cambio..
Una que tuvo la
ocasión de salvar su vida y no lo hizo por no abjurar de la fe de Cristo
fue una joven madre de 22 años, Perpetua de Cartago en el año
202. Era ésta (al contrario de la mayoría de los nuevos cristianos)
de clase alta. Su padre era un rico hacendado romano. Fue convertida
a la nueva fe por un diácono y con ella se convirtieron también sus
criados.
Perpetua tenia
un hijo pequeño de un año cuando las terribles persecuciones del
emperador Septimio Severo. La detuvieron y encerraron en unas
frías mazmorras con la idea de echarla en el circo, a las fieras. La
diferencia con otros desgraciados que perecieron a manos de leones y tigres era que ella era culta y escribía en su intimidad todo
en un diario.
En su diario relata
el sufrimiento de su padre que le suplicaba hasta desgañitarse que
renunciara a su fe y salvara la vida. También la alegría que le dio que le
dejaran a su hijo pequeño la noche antes de morir. La metieron
dentro de una red y la pusieron en mitad de la arena del circo para
que un toro bravo la corneara. El animal así lo hizo, casi
destrozándola. Ella aún se preocupaba de arreglarse el pelo y
taparse con las ropas ya deshilachadas para que la gente no la
vieran desnuda. Como no acababa de morir, un soldado le asestó un
golpe con la espada, pero ni aun así expiraba. Con las pocas fuerzas
que le quedaban todavía le señaló su cuello a su verdugo para así
acabar de una vez. Éste le dio un segundo tajo que la decapitó..
Perpetua, (Santa Perpetua cuando fue
canonizada años después) es un ejemplo más de los miles de
mártires que consintieron sufrir horrendas muertes antes que
renunciar a su fe (ayer estuve viendo un reportaje de su vida).. Por
eso me pregunto, ¿Qué grado de convicción llegaron a tener ésta
gente para morir así? ¿Qué le hubiera importado decir que
renunciaba y así salvar su vida, criar a su hijo que tanto quería y
abrazar a su padre, aunque luego en la intimidad siguiera rezando?..
Pero no, llevaron su convicción y su verdad adelante, hasta las
últimas consecuencias..
Y digo más, ¿Qué
tendrían de nobleza y fraternidad aquellos primeros cristianos para
convencerse de que hacían lo correcto? ¿Qué verían, qué necesitaban para abrazar la nueva religión con ese ímpetu? En fin,
nada que ver con lo ahora. Dos mil años después aquí ni dios se
sacrifica por nada ni por nadie. Pero quizás sea mejor así, ¿no
les parece? A ellos les prometían el cielo en ese infierno
que era la tierra entonces.. Ahora no prometen nada en esta gloria en la que
vivimos, y así no hay manera...
Por cierto, Santa
Perpetua es la patrona de las embarazadas. Decía San Agustín, (que era paisano suyo) que su martirio se leía en las misas con gran
provecho para los creyentes. Échenle un vistazo a su biografía ahora que tienen tiempo y se
les pondrán los pelos de punta, como a mi..
Joaquín
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