La coloración de la piel es una simple defensa natural que nos proporciona la evolución para resguardecernos de los rayos solares. O todo lo contrario, predisponernos a asimilar más vitamina D en lugares escasos de sol. Por cierto, se acaba de descubrir que en poco más de 3.000 años un negro que se fuera a Suecia se volvería blanco. Antes se pensaba que se necesitaban al menos unos 10.000 años para esa adaptación.
jueves, 30 de abril de 2020
A flor de piel...
La coloración de la piel es una simple defensa natural que nos proporciona la evolución para resguardecernos de los rayos solares. O todo lo contrario, predisponernos a asimilar más vitamina D en lugares escasos de sol. Por cierto, se acaba de descubrir que en poco más de 3.000 años un negro que se fuera a Suecia se volvería blanco. Antes se pensaba que se necesitaban al menos unos 10.000 años para esa adaptación.
miércoles, 29 de abril de 2020
Con la muerte en los talones..
Amiga..
Pero, mirad, si tenemos en cuenta que las tumbas de los seres queridos muertos se visitan como mucho durante quince años, quiere esto decir que la mayoría de nosotros tardamos más en desparecer de la faz de la tierra que de la memoria de nuestros familiares..
martes, 28 de abril de 2020
Mientras esperamos el amanecer..
lunes, 27 de abril de 2020
El fuentecanteño más güevón
Así, los dos: tú, amores, yo poesía,
damos por oro a un mundo que despreciamos...
¡Tú, tu cuerpo de diosa; yo, el alma mía!...
Ven y reiremos juntos mientras lloramos.
--M. Machado--
Os aseguro que jamás me había preocupado del asunto. No, porque igual que todos mis congéneres machos, yo sobrellevaba el tamaño de los míos tan ricamente, sin complejos ni obsesiones.
Bueno, si acaso y por motivos obvios a su arrogante y solitario compañero de trío si le presté mucha más atención a lo largo de mi vida, aún se la presto. Supongo que cuando sepáis a quiénes me refiero me comprenderéis..
Los testículos, sí, que de ellos hablo, son la parte del cuerpo reproductor masculino que más veces han servido de mofa en mil chistes y peyorativas ofensas. Y es que, dentro del paquete sexual varonil, son los patitos feos de la familia. No me atrevo a mencionar ningún desdén para con ellos porque todos sabemos de muchos. Simplemente con llamarle a uno “güevón” ya está todo dicho. Los hay infinitamente peores, y lo sabéis..
El
motivo de aludir a semejante y delicada parte viril no es otro que
haber leído en un sesudo artículo, que un padre con
los testículos pequeños es un padre más comprensivo y
“apañao” con sus hijos. Es decir, es mejor padre que
otro que tenga los huevos gordos. Conste que esto, aunque
pareciera no tener nada que ver, según la ciencia si tiene su
porqué...
Resulta que siendo los testículos, como son, el
criadero de las llamadas hormonas masculinas (las más machotas de
todas) pues a menor contenedor menos testosterona y más feminidad
por tanto del padre. Lo que se traduce en más atención a sus hijos.
Ya veis, una cosa lleva a la otra.
Los testículos o gónadas de un adulto normal miden de media unos 6 cmts. de longitud por 3 cmts. de anchura. Todo lo que sea menor que eso, en teoría, produciría menos testosterona y su dueño sería un padre más menesteroso con sus hijos.
Es decir, que si el propietario del paquete escrotal lo tiene de mayor tamaño, sería este un garañón de mucho cuidado, dado a la incontinencia sexual y con tendencia a la infidelidad.
Por cierto, no hay correlación entre el tamaño de los testículos y el pene. Nada tienen que ver, cada uno va por libre. Sólo que el pene es el galán que atrae, el vistoso, el que da placer, el gallardo objeto del deseo de las damas.
Los pobres testículos, por el contrario, tan rugosos y tan feos, nadie le presta la más mínima atención, ni siquiera sus dueños. ¡Qué pena!..
En fin, espero que ningún padre que haya leído esto vaya corriendo al espejo a medirse el tamaño de sus cataplines para saber si ha sido indulgente con sus hijos. Entre otras razones porque a ciertas edades cuelgan más de lo debido y confunden; que me lo digan a mi..😒😒😒
Joaquín
domingo, 26 de abril de 2020
Por la puerta de atrás..
sábado, 25 de abril de 2020
Mi vida en la terraza
Amiga...
Si alguna vez decides,
(quizás porque no te han ido bien las cosas)
decirme unas palabras;
quiero que sepas que sigo dispuesto.
Si consideras que lo vivido hasta ahora
no fue lo que pensabas
y estás desengañada, aturdida;
debo decirte que estoy en condiciones
de hacerme cargo del timón
de tu nave encallada.
Navegaremos por mares azules y diáfanos
plagados de amores y entregas.
Subidos a la proa de nuestros destinos
volverás a sentir serenidad en tu alma..
Juntos descubriremos un nuevo mundo.
Por él deambularemos sólo los dos.
Le llamaremos, Reencuentro..
--Joaquín--
La definición más común de lo que es la felicidad aparecen en casi todos los diccionarios. Sería: “la emoción que se produce en un ser humano cuando cree haber alcanzado una meta”. Otras veces se dice que es una medida de bienestar percibida por un individuo y que influye en sus actitudes y comportamientos.
En cualquier caso no deberían ser estos los mejores momentos para alcanzar la felicidad abrumados como estamos por los efectos del virus. Al menos la felicidad colectiva, aunque esto no quita para que personalmente muchos sigan siendo felices, a pesar de todo.
Eso pensaba yo, sin embargo, si uno se da una vueltecita por la ciudad (por las tardes cuando el sol declina y baja el tío a ras del horizonte) quién diría que vivimos en un estado de alarma, o de sitio, que apenas sé distinguir una cosa de otra. Os aseguro que yo que lo hago me pareciera más bien una especie de verbenas al aire libre pero en las terrazas, que un obligado y apesadumbrado recogimiento casero.
Sé que la gente tiene que divertirse, faltaría más, y que tantos días encerrados da para mucho, sobre todo los más jóvenes de la casa. Y debe ser, también, que a los españoles no hay quien nos encierren por mucho tiempo y especialmente que nos silencien. Supongo que han vuelto a aflorar aquellos genes dormidos de nuestros antepasados. Sí, de cuando la gente hacían sus vidas y sus ocios en las puertas de las casas sentadas al fresco de la noche (en los pueblos), o en las corralas madrileñas de antaño.
Al anochecer aprovecho (bordeando un poco la ley) y busco, no precisamente el más cercano cubo de basura donde depositar mi bolsa de desperdicios del día, y os aseguro que es una gozada ir viendo y oyendo las acaloradas discusiones entre vecinos, las músicas de toda índole y a todo volumen de los más jóvenes, las tertulias vociferantes y a distancia entre comadres, y todo desde las modestas terrazas de los suburbios.
Lo sé, no queda otra, algo hay que hacer. Yo soy de costumbre muy particular y me paso gran parte del día leyendo o escribiendo, pero entiendo a los que hacen la vida en la calle. Os aseguro que muchas veces lo había pensado, ¿qué será estos días de esos y esas que están todo el día de cháchara en las tiendas, en las aceras, en las plazas, en los bares? Y ahora, deambulando por el medio de la calle mientras encuentro el cubo de basura adecuado lo veo, ¡han sustituido todo eso por las terrazas!. Es curioso, hemos vaciado las calles y llenado terrazas y balcones..
Y es ya un ritual, las tres primeras cuartas partes del anodino día debe ser que hay tareas particulares que nos absorbe el tiempo más o menos entretenidos, pero amigo, llega el final de la tarde y ya se acumula el cansancio, la tensión y el aburrimiento y la gente necesita bullicio y exteriorizar sus cuitas, y empiezan las verbenas.. No sé hasta qué intempestivas horas duran las veladas y corrillos terraceros porque yo me meto dentro y ya no los oigo. Supongo que no muy tarde, puesto que el tiempo climatológico no ha acompañado, pero si esto dura y llegara el calor, entonces me temo noches toledanas..
No quepa duda que vivimos días históricos, y no precisamente para vanagloriarse de ellos. Quizás todo esto nos valga como un paréntesis en nuestras agitadas vidas; vidas que rulaban sin parar desde que nacimos y que ahora por primera vez echamos el freno, al menos por un par de meses.. A ver qué sacamos de esto; me refiero emocional, sentimental y socialmente, porque del resto de las cosas ya sabemos del batacazo..
Joaquín
viernes, 24 de abril de 2020
Cuarenta grados de fiebre..
Amiga...¡Ay, el tiempo!, Tan relativo, tan cambiante..Despiadado tiempo que fugaz transita cuando te miro.Efímero tiempo que vuela mientras te pienso.Insoportable tiempo el que espero ansiando unos besos,un.., te quiero, unas palabras tuyas de amorque nunca llegan, por cierto..--Joaquín--
Mirad que curioso, acabo de leer (ahora que todos estamos muy puestos con esto del coronavirus) que si nuestra temperatura corporal media en vez de ser de 36,5º grados centígrados, fuera de 37,5º, (un grado más) la capacidad de reproducción de los virus sería infinitamente menor; así como 200 veces. Es decir, que éste cabrón de virus que nos asola no tendría nada que hacer con nosotros..
Es vital el calor que acumulamos en el cuerpo para sobrevivir. La prueba está en que en cuanto dejamos de respirar y nos enfriamos (morimos) somos como un pastel de dulce para infinidad de bichitos y bacterias de todo tipo.
¡Pero saben qué!.. Parece ser que la fiebre aún no está del todo claro para nos sirve. Los expertos no se ponen de acuerdo. Lo lógico y recurrente es que pensemos que el aumento de la temperatura sea un aviso de que algo va mal en nuestro cuerpo y éste despliegue ese calor para combatir a los patógenos intrusos. Sin embargo, algunos creen que ésa subida de temperatura simplemente es un subproducto del esfuerzo que realiza el organismo para atacar la infección.. En fin..
Claro, que sabiendo que con más calor en el cuerpo estamos a salvo de virus y demás diminutas alimañas, podríamos preguntarnos por qué la naturaleza, que es tan sabia, no nos ha dotado de esa cualidad. Pero tiene fácil explicación (yo me acabo de enterar.): Si eleváramos la temperatura corporal tan solo dos grados, las necesidades de energía aumentarían un 20%. Se entiende entonces el porqué de esos 36,5º. Ésta temperatura que tenemos representa una razonable solución de compromiso entre utilidad y coste, como ocurre en todas las cosas..
A propósito del calor, éste se pierde siempre en la superficie, por lo que cuanto más superficie se tenga en relación con el volumen, más hay que esforzarse en mantenerse caliente. Eso significa que las criaturas pequeñas tienen que esforzarse más para mantenerse caliente. El corazón de un elefante late sólo 30 pulsaciones por minuto, el del ser humano 60. Pero, pásmense, el corazón de un ratón 600 veces por minuto lo hace; ahí es nada..
La contrapartida de ese frenético palpitar de los ratones supone que debe ingerir el 50% diario de su cuerpo para sobrevivir; los seres humanos sólo el 2% (un par de bocadillos) para satisfacer nuestras necesidades. ¡Y qué les parece!: Unos 1.600 millones de veces late nuestro corazón durante nuestra vida. Como para que alguna vez no falle..
Y digo yo, sabiendo que lo que nos hace estar todo el día comiendo es tener la sangre caliente para así poder estar activo a cualquier hora y en cualquier condición, nos podía haber dotado la naturaleza y la evolución de sangre fría como los reptiles. Y es que por término medio un mamífero de sangre caliente (como nosotros) consume diariamente unas 30 veces más que los de sangre fría, como los reptiles... Para que vean, comemos nosotros en un día tanto como un cocodrilo en un mes. Sí, créanselo..
Y parece mentira, pero siempre nos mantenemos exactamente en la misma temperatura, entre 36,5º y 38º. Dos grados más o dos grados menos nos supondría una catástrofe irreparable. Para evitarlo, el hipotálamo envía una señal al cuerpo para que sude si hay que enfriarse, o tiritar si debemos calentarnos, desviando así la sangre a los puntos más vulnerables..
En fin, ya sabemos algo más de nuestros cuerpo y el calor. Conste que yo me acabo de enterar..
Joaquín
jueves, 23 de abril de 2020
Sin lágrimas y en silencio..
Y me amas.. ¿Te imaginas?..
no me puedes herir.
miércoles, 22 de abril de 2020
Aquí el que no corre, vuela..
martes, 21 de abril de 2020
Una tarea macabra..
Ver en todas las cosas
de un espíritu incógnito las huellas;
contemplar
sin cesar
en las diáfanas noches misteriosas,
la santa desnudez de las estrellas..
¡Esperar!
¡Esperar!
¿Qué? ¡Quién sabe! Tal vez una futura
y no soñada paz.. Sereno y fuerte,
correr esa aventura
sublime y portentosa de la muerte
--Amado Nervo--
Anatomía de Gray además de una exitosa serie de televisión es una enciclopedia de anatomía; la mejor y más completa que jamás se ha hecho del cuerpo humano. Su autor Henry Gray, fue un joven medico inglés que en 1853 empezó a escribirla a los 23 años. Tardó un montón en terminarla, pero mereció la pena; aún hoy es el manual de referencia de los anatomistas, incluidos los médicos forenses. Apuesto que D. Félix Capote tendría la suya en la estantería de su despacho..
Dicen los que han entrado en una sala de hacer autopsias que no es muy agradable de ver. Bueno, eso más o menos nos lo imaginábamos todos, pero es que además he leído, que no visto, que un cuerpo humano exánime encima de una mesa de disección no es nada, sólo carne de tono apagado, tendones y órganos sin vida desprovisto de color. ¡Cómo ven empiezo animado!..
En las Facultades de Medicina de las Universidades la mayoría de los cuerpos a diseccionar y estudiar se cortan en trozos para que los estudiantes puedan concentrarse en una determinadas zonas; pongamos por caso una pierna, un hombro o un cuello. Y no crean, nunca faltan gente que dona su cuerpo a la ciencia para que lo desguacen.
Pero este exceso de carne para estudio no siempre ha sido así de abundante y generoso. Hasta el Renacimiento estaba prohibido tajantemente diseccionar cadáveres. Leonardo Da Vinci lo hizo y puso en sus notas lo desagradable de la tarea. Vesalio, uno de los anatomistas más celebres, tuvo que robar cuerpos de asesinos ejecutados. O el mismo William Harvey, considerado uno de los padres de esta disciplina, estaba tan desesperado por encontrar sujetos que diseccionó a su propio padre y hermana.
Yo reconozco que la única relación que he tenido con este tema, y creo que ya lo conté una vez, fue la contemplación de un cuerpo inerte encima de la mesa de disección en el cuarto de autopsias del cementerio, aunque no sé si la habitación estaba especialmente para ese menester.
Fue a raíz de un macabro accidente con cuatro muertos ocurrido a la altura del Toro de Osborne. Al cementerio se llevaron de manera provisional los fallecidos, y yo en mi curiosidad de niño y gateándome a través de la ventana vi algo, no mucho, pero, ¡ojalá no lo hubiera hecho!..
Supongo que hoy en día a cualquier persona fallecida sin motivo definido le hacen la autopsia para saberlo, pero entiendo que antaño, y sobre todo en los pueblos, no era corriente hacerlas, así que imagino que muchos se irían al otro barrio sin saber nadie la causa de su muerte..
Desde luego qué poder sobre la vida y la muerte tenían los médicos de entonces. Ya me hubiera gustado leer el libro de memorias de D. Félix Capote. Lo digo porque era el forense de Fuente de Cantos en mis tiempos juveniles. Apuesto que hubiera sido todo un best seller local..
Por cierto, si tenéis ocasión y estómago ved la película “El ladrón de cadáveres” de 1945, con el gran Boris Kaloff de protagonista; está relacionada con este tema; os gustará.
Joaquín
lunes, 20 de abril de 2020
El tipo por el que jamás me cambiaría
Eso es todo. He vivido.
La vida que me queda puede tener dos caras,
igual que una moneda: una que es de oro puro,
la cara del pasado, y otra la del presente,
que es de plomo dorado.
--José A. Buesa--
Qué suerte tenemos los que padecemos males corrientes. Sí, de una suerte inmensa gozamos los que sólo sufrimos jaquecas, artrosis, gastritis, úlceras de duodeno, almorranas, reumas, incluso hipertensión ¡Buah, pecata minuta!. Lo digo porque seguramente estaremos libres de padecer el Síndrome de Riddoch.
¿Qué qué es el Síndrome de Riddoch? Pues es la reostia, con perdón. Los desgraciados que lo padecen no pueden ver los objetos, a no ser que estén en movimiento. Es decir, pueden ver la coleta de su hija moviéndose, pero no ve a su hija; incluso ver el humo de su cafetera, pero no la cafetera.
Creanme, los tullidos como yo, los que apenas sufrimos enfermedades corrientes seguimos con suerte, porque tampoco tendremos el Síndrome de Kluver-Bucy, una enfermedad rarísima. El enfermo de esta dolencia desarrolla un deseo irrefrenable de comer y fornicar para desesperación de sus seres queridos Es culpa de un defecto en la amígdala cerebral. En su ansia y desesperación se llegan a comer incluso objetos no alimenticios, cucharillas, mondadientes etc. etc.
Pronto es el día de las enfermedades raras (hay más de seis mil) y, perdóneseme la reiteración, pero sus rarezas son extraordinarias y de todo tipo.
Me estaba acordando de otra, del Síndrome Antón-Babinski, terrible enfermedad. Los afectados por este mal se quedan ciegos, pero se niegan a creerlo. Es una ceguera cortical, los pobres simulan que pueden ver e intentan comportarse con normalidad a pesar de la evidencia de su enfermedad..
No os quiero cansar ni asustar, pero quizás sea más inquietante el llamado Delirio de Cotard y, a fe mía, que no me gustaría padecerlo. Los aquejados con este trastorno mental creen estar muertos y sufriendo, por tanto, la putrefacción de sus órganos; o de no existir, y no hay manera de convencerlos de lo contrario..
En fin, sería bueno pensar cuando desesperamos por asuntos que nos puedan parecer insoportables, la cantidad de gente que malviven en éste ingrato mundo cargando con enfermedades olvidadas e insoportables.
Joaquín