Cuando
haya muerto, llórame tan sólo
mientras
escuches la campana triste,
anunciadora
al mundo de mi fuga
del
mundo vil hacia el gusano infame.
Y
no evoques, si lees esta rima,
la
mano que la escribe, pues te quiero
tanto
que hasta tu olvido prefiera
a
saber que te amarga mi memoria.
Pero
si acaso miras estos versos
cuando
del barro nada me separe,
ni
siquiera mi nombre digas
y
que tu amor conmigo se marchite.
para
que el sabio en tu llorar no indague
y
se burle de ti por el ausente..
--Shakespeare--
Suena
mal decirlo pero, hoy tenemos una cita con la muerte.. Si, no se
extrañen, esa es la realidad, pura y dura; nuestra visita al cementerio
no es otra cosa que un reencuentro con el más allá.. Nuestros
familiares que yacen en los camposantos que hoy frecuentamos, hace
tiempo que están ya en esa dimensión.. Si, porque si sólo de recordarlos
se tratara, ya están sus objetos personales, sus ausencias, sus
fotos, y nuestros recuerdos, para ese menester..
Dudoso
se me antoja definir el día de los difuntos, que celebramos hoy..
¿Es apropiado? ¿Conveniente porque, así nos obligamos recordarlos? ¿O
es más bien otro día festivo que nos otorgamos los vivos y que por
inverosímiles razones accedemos a colocar unas flores en sus
tumbas?.. Curioso mundo este de los muertos y de los vivos; a ellos
que ya no ven, que ya no sienten, que ya no viven, les llevamos unas
rosas para limpiar nuestras conciencias o cumplir una tradición
cuando, quizás en vida y en muchos casos ignorábamos su atención..
A
mi personalmente no me dice mucho visitar la tumba de mis padres y
llevarles flores; ni hoy día de los difuntos, ni otro día
cualquiera; si tengo que ir voy, faltaría más, incluso meditar con ellos
mientras miro sus nombres gravados en la lápida; pero me basta con
tenerlos siempre a mano, en mi memoria. De sobra sé que detrás del
frío mármol de su tumba apenas queda nada, que todo se fue al
morir.. Quiero creer, y me esfuerzo por ello, en que sus almas volaron a
una eternidad desconocida con sus muertes, que nunca han desaparecido
del todo y que, como decía aquel, mientras vivamos los que les
quisimos siempre estarán aquí.. Sus restos me importan menos, se
irán diluyendo con el paso del tiempo y, a no mucho tardar y como
los de todos nosotros, acabarán desperdigados en una osario común
del camposanto..
De
todas maneras esto de los cementerios y sus multitudinarias visitas
una vez al año, tiene los días contados.. No sé que proporción de
fallecidos se inhuman y cuántos se incineran para luego esparcir sus
cenizas por los lugares más insospechados pero, me temo que los
segundos se impongan abrumadoramente en un corto intervalo de tiempo
y ya no hagan falta tumbas, ni flores, ni visitas, ni cementerios siquiera..
Aun
así y a pesar de mi incredulidad y desconfianza por esta milenaria tradición,
comprendo perfectamente a los deudos que acuden llorosos con sus
ramos de flores frescas a recordar a sus familiares en actos de
sentido pesar. Algo tendrá la ofrenda a los muertos cuando fue, tal
vez, el primer síntoma de inteligencia que dimos los humanos cuando,
en vez de dejarlos tirados a la intemperie hace ya millones de años, los lloramos con dolor, los enterramos con respeto, y veneramos con dignidad su memoria..
Nostalgia
tendría también, aunque por motivos digamos, menos tristes y
dolorosos, si algún día desaparecieran los cementerios; los
entiendo como lugares de paz, de recogimientos, de silencios y hasta
de historia y curiosidad. En definitiva, el lugar de los muertos es,
precisamente, parte inseparable de nosotros, los vivos..
Joaquín
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