viernes, 1 de noviembre de 2019

Cita con la muerte..




Cuando haya muerto, llórame tan sólo
mientras escuches la campana triste,
anunciadora al mundo de mi fuga
del mundo vil hacia el gusano infame.

Y no evoques, si lees esta rima,
la mano que la escribe, pues te quiero
tanto que hasta tu olvido prefiera
a saber que te amarga mi memoria.

Pero si acaso miras estos versos
cuando del barro nada me separe,
ni siquiera mi nombre digas
y que tu amor conmigo se marchite.

para que el sabio en tu llorar no indague
y se burle de ti por el ausente..
--Shakespeare--


Suena mal decirlo pero, hoy tenemos una cita con la muerte.. Si, no se extrañen, esa es la realidad, pura y dura; nuestra visita al cementerio no es otra cosa que un reencuentro con el más allá.. Nuestros familiares que yacen en los camposantos que hoy frecuentamos, hace tiempo que están ya en esa dimensión.. Si, porque si sólo de recordarlos se tratara, ya están sus objetos personales, sus ausencias, sus fotos, y nuestros recuerdos, para ese menester..
Dudoso se me antoja definir el día de los difuntos, que celebramos hoy.. ¿Es apropiado? ¿Conveniente porque, así nos obligamos recordarlos? ¿O es más bien otro día festivo que nos otorgamos los vivos y que por inverosímiles razones accedemos a colocar unas flores en sus tumbas?.. Curioso mundo este de los muertos y de los vivos; a ellos que ya no ven, que ya no sienten, que ya no viven, les llevamos unas rosas para limpiar nuestras conciencias o cumplir una tradición cuando, quizás en vida y en muchos casos ignorábamos su atención..
A mi personalmente no me dice mucho visitar la tumba de mis padres y llevarles flores; ni hoy día de los difuntos, ni otro día cualquiera; si tengo que ir voy, faltaría más, incluso meditar con ellos mientras miro sus nombres gravados en la lápida; pero me basta con tenerlos siempre a mano, en mi memoria. De sobra sé que detrás del frío mármol de su tumba apenas queda nada, que todo se fue al morir.. Quiero creer, y me esfuerzo por ello, en que sus almas volaron a una eternidad desconocida con sus muertes, que nunca han desaparecido del todo y que, como decía aquel, mientras vivamos los que les quisimos siempre estarán aquí.. Sus restos me importan menos, se irán diluyendo con el paso del tiempo y, a no mucho tardar y como los de todos nosotros, acabarán desperdigados en una osario común del camposanto..
De todas maneras esto de los cementerios y sus multitudinarias visitas una vez al año, tiene los días contados.. No sé que proporción de fallecidos se inhuman y cuántos se incineran para luego esparcir sus cenizas por los lugares más insospechados pero, me temo que los segundos se impongan abrumadoramente en un corto intervalo de tiempo y ya no hagan falta tumbas, ni flores, ni visitas, ni cementerios siquiera..
Aun así y a pesar de mi incredulidad y desconfianza por esta milenaria tradición, comprendo perfectamente a los deudos que acuden llorosos con sus ramos de flores frescas a recordar a sus familiares en actos de sentido pesar. Algo tendrá la ofrenda a los muertos cuando fue, tal vez, el primer síntoma de inteligencia que dimos los humanos cuando, en vez de dejarlos tirados a la intemperie hace ya millones de años, los lloramos con dolor,  los enterramos con respeto, y veneramos con dignidad su memoria..
Nostalgia tendría también, aunque por motivos digamos, menos tristes y dolorosos, si algún día desaparecieran los cementerios; los entiendo como lugares de paz, de recogimientos, de silencios y hasta de historia y curiosidad. En definitiva, el lugar de los muertos es, precisamente, parte inseparable de nosotros, los vivos..
Joaquín

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