Quedé abrumado por la noticia; su padre se había suicidado al saber por su médico que padecía Alzheimer. Ella, su hija, lo había pasado fatal, lógico, se le notaba en su desmejorado aspecto. Tropecé con ella el otro día.. Sólo pude decirle:
---¡Vaya palo, Juani, no lo sabía; lo siento
---Jamás pude entrever que ideas suicidas rondaran por su cabeza---me explicó ella---lo conocía de sobra, era mi padre, pero me equivoqué, y todo porque nunca quiso molestar. Desde que se quedó viudo jamás pidió ayuda. Era muy cabezón, ya lo sabes
De sobra lo sabía. Conocí mucho a su padre, pero en ese instante no supe qué decirle. Todo me pilló tan de sopetón que no me salían las palabras. Desconsolada me siguió explicando:
---Lo que hubiera dado yo por haber compartido con él de manera más íntima sus últimos momentos. Ahora es tarde, lo sé, pero quiero que sepas, Joaquín, que siempre estuvo cerca de mi pensamiento.
Se me había hecho un nudo en la garganta y no me salían las palabras, apenas pude balbucear:
---No tienes nada que justificarte. Sé muy bien lo que significaba para ti; muchas veces me lo decías.
---Gracias, Joaquín---me contestó---sé que me llevará mucho tiempo liberarme de la pena por no haber entendido su final, por no haber insistido, por no haberle preguntado. Ahora sólo espero que cuando se reúna con mi madre, allá arriba, le haga saber de mi sufrimiento y me eche un cable aquí abajo; ¡Dios sabe que lo necesito!..
Quedé impresionado.. Esa última frase le salió del alma. No pude evitar que mis ojos se humedecieran. También en los ojos ajados de ella vi aparecer una lágrima, quizás la última que aún podía enjuagar.. Hablamos un poco más y luego nos despedimos con un beso. Quedamos en vernos por la tarde y tomar algo, ansiaba más datos.
Joaquín

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