sábado, 15 de junio de 2019

Ídolos a la fuerza..



Yo supe del dolor desde mi infancia;
mi juventud..., ¿fue juventud la mía?
Sus rosas aún me dejan la fragancia...
una fragancia de melancolía.

Potro sin freno se lanzó mi instinto,
mi juventud montó potro sin freno;
iba embriagada y con puñal al cinto;
si no cayó, fue porque Dios es bueno.
(Rubén Darío)

Hay un historia, un mundo oculto al que pocos han tenido acceso bien por ignorancia o por errática animadversión. Está dentro de la música clásica y de la ópera en particular, y tal vez por este motivo sea tal su desconocimiento..
Apuesto que pocos son los que han leído y saben de los “castrati”, en castellano sería castrados, aunque el vulgo, siempre tan ocurrente, los llamaban “capones”.. Para ponerles al tanto les diré que eran niños cantores que ya despuntaban por sus excelentes voces en los coros parroquiales de las ciudades y pueblos. Para evitar que el lógico desarrollo físico diera al traste con sus voces blancas y claras de sopranos les hacían, con o sin permiso paterno, la barbaridad de castrarlos..
Reconozco que apenas sabía del procedimiento para ese execrable fin; he tenido que mirar en Internet y lo que he visto espanta.. Cogían al chiquillo, lo drogaban con la sustancia estupefaciente de moda entonces, opio (estamos hablando del siglo XVIII) y una vez atontado lo metían en un barreño de agua casi hirviendo para que no sintiera dolor, y le rajaban los testículos cortandole los conductos seminales.. Si se lo hacían antes de los diez años, es decir, antes de comenzar la pubertad, al niño no le crecía más el pene y presentaba el resto de su vida características femeninas, y por supuesto indispuesto para cualquier actividad sexual.. Si lo castraban después de empezada la pubertad podía desarrollarse, aunque sin poder eyacular, claro...
Como siempre los candidatos más expuestos a este tipo de actividad cantora anormal eran los niños pobres, sobre todo escogidos de la periferia de Nápoles; en aquellos tiempos gran ciudad y muy aficionada al bel canto.. Estos niños cuando se hacían mayores se convertían en verdaderos ídolos de masas; las iglesias se los disputaban para sus coros y algunos triunfaron en toda Europa cantando en teatros y salas de óperas..
Curiosamente el más famoso de todos ellos, Farinelli, no lo castraron intencionadamente con objeto de que triunfara en el canto y sacara a su familia de la miseria como otros, sino que ya venia noble de cuna.. De niño se cayó del caballo y, digamos que se castró accidentalmente.. Cantaba tan maravillosamente bien que era capaz de sostener y aumentar la nota musical del mejor trompetista que hubiera; sus gorjeos finales enloquecían al publico..
Farinelli llegó a ser un tipo que se lo rifaban en todos los ambientes operisticos europeos, incluidas Londres, Viena o París; sin embargo recaló en 1737 en Madrid al ser llamado por el rey Felipe V que andaba deprimido el hombre y solo se animaba oyendo cantar a este extraordinario italiano.. Durante 25 años le cantó al rey todo los días.. Éste le cogió tal cariño y admiración que llegó hacerle ministro, aunque sin ningún poder ejecutivo.. Farinelli se hizo un palacete en Aranjuez y hasta se enamoró de una cortesana..
Hubo otros muchos castratis famosos; Gaetano Mejorano, Luigi Marchesi etcétera. El ultimo de ellos, puesto que llegó un día en el que las autoridades prohibieron castrar a los niños, fue Alessandro Moreschi, que se retiró como una gran estrella en 1907 con 55 años.. Cantaba tan bien que era el único capaz de alcanzar las notas más altas del “Miserere de Allegri” una pieza emblemática de la Semana Santa.. Cuentan que, sabiéndose una superestrella, era presumido y caprichoso: le gustaba salir de los conciertos envuelto en una gran bufanda blanca para recibir las felicitaciones del público que lo adoraba..
Por cierto, una gran cualidad que caracterizaba a estos castrati era su predisposición y su fama de ser buenos amantes.. El hecho de poder disfrutar del sexo sin ninguna consecuencia y ser tan famosos, hacia que muchas mujeres de alta alcurnia se los rifaran para hacer el amor.. Se convirtieron en verdaderos mitos de fantasías eróticas para muchas; no olvidemos que sus maridos ni nadie iba a sospechar nada por ver solos a un castrati y una mujer... En fin, pobrecillos, y ¡qué suerte la suya para esto último!...
En fin..
Joaquín Yerga





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