sábado, 8 de junio de 2019

Era hermosa y rubia como la cerveza..



¿Por qué cuando hay estrellas
duermen blancos sus sueños las doncellas?
¿Por qué cuando las nubes las ocultan,
nubes pasan por ellas?

¿Por qué hay estrellas fijas
y otras errando en busca de sortijas?
¿Por qué esta noche tiemblan, sino para
que yo cante y tú elijas?

¿Por qué eterna la fe
nos arde en ese cielo que se ve?
¿Por qué nuestras dos almas allá vuelan?
¿Por qué, por qué, por qué?
(Gerardo Diego)



La diligencia salió a primeras horas de la mañana de la calle Carretas de Madrid, junto a la Puerta del Sol. El camino hasta Sevilla es largo, los obstáculos a sortear muchos y los peligros acechan. 
La diligencia que sale de la capital camino del sur puede tardar hasta tres días en arribar a la ciudad andaluza.. Se cruza la Mancha con desahogo si el tiempo es apacible, pero Sierra Morena y sus escarpadas cumbres entorpecen en mitad del trayecto el pacifico devenir de los sufridos pasajeros...
Han pasado ya cuarenta y ocho horas y la diligencia está a punto de cruzar Despeñaperros; sus ocupantes, aliviados, dan gracias a Dios, pero ahora entran en terreno inhóspito. Hasta Córdoba aún hay kilómetros de camino por delante sin que se aviste ninguna población; ni tan siquiera posada donde aquietar el cuerpo, y el alma.. ¡De repente se oyen tiros y voces!.. El polvo impide ver a través de las ventanas del carruaje nada de lo qué ocurre fuera.. ¡La diligencia se detiene! ¡Que ocurre! ¡Qué pasa!..Gritan todos...
Aterrorizados, los pasajeros, tres hombres elegantes y una mujer bien emperifollada con vistoso ropaje y relucientes joyas, han visto aparecer a un tipo con un pañuelo tapándole la cara, un trabuco en las manos y una mirada atroz que les conminó a salir de la diligencia.. 
Puestos en fila y ante la mirada burlona de cuatro compinches mal encarados montados en sus caballos, el tipo que irrumpió en el interior de la diligencia les obliga a depositar en el interior de una bolsa de trapo todo lo que llevaran de valor.. Asustados, no dudan ni un instante en despojarse de joyas, mecheros de plata, anillos, collares o pendientes que llevaban encima.. 
Una vez desplumados, los infortunados pasajeros vuelven a entrar en el carruaje y emprenden el camino a Sevilla.. Los bandoleros huyen con el botín; su rastro se diluye a lo lejos con la polvareda que dejan los caballos rumbo a la sierra donde les aguardan sus escondrijos..

Todo esto de es una recreación que me he inventado para darle realismo a la cosa pero, imagínense la autovía -A4- que va desde Madrid a Sevilla.. ¿Cuántos kilómetros hay? ¿Quinientos?.. ¡son unos cuantos!.. Pues ahora imagínenselo hace trescientos años; sin asfalto, ni señales ni túneles, es decir, un simple camino rural, polvoriento en verano y embarrado en invierno...
En el trayecto sobre todo en el entorno de Sierra Morena, había tramos despoblados que eran el terreno idóneo para que los bandoleros que infestaban la zona asaltaran las continuas diligencias que iban y venían.. Para intentar mitigar en lo posible ese feo asunto, el ministro de Carlos III, Campomanes, presentó al rey un proyecto innovador, crear nuevas poblaciones en esos desérticos tramos.. Le dieron el encargo al intendente liberal, Pablo de Olavide, un navarro nacido en Perú que enseguida se puso manos a la obra; estamos hablando de 1767..
Se pensó para repoblar la zona, dada la escasa población española de entonces, con gente de Europa central, sobre todo alemanes y holandeses de religión católica, pero la cosa se complicó, los gobiernos se esos países dificultaron la tarea y en vez de reclutar campesinos honrados, solo pudieron traer temporeros tipos arruinados, mendigos, vagabundos y algún truhan que otro.. en conjunto, unas 6.000 personas se pusieron en marcha camino de Andalucía..
Fundaron quince pueblos a lo largo del Camino Real de Andalucía (Autovía A4) entre ellos: La Carlota, La Luisana, La Carolina (nombres de la familia de Carlos III) o Prado del Rey.. Aparcelaron las tierras circundantes y a cada familia de colonos le entregaron 50 fanegas de tierra, cinco gallinas, cinco cabras, cinco ovejas, dos vacas y una puerca.. Y todo con exención de impuestos durante diez años...
Pasado un tiempo la cosa funcionó regular.. Algunas familias no se adaptaron y volvieron a sus países de origen, otros murieron de enfermedades o por el impenitente calor de la zona. También, Pablo de Olavide, el organizador de todo el cotarro, cayó en desgracia con la Inquisición y tuvo que exiliarse, con lo que dejaron de tener un estatuto especial y tuvieron que subsistir como cualquier pueblo de la zona.. El caso es que cincuenta años más tarde solo quedaban unas 1.500 familias en esos pueblos, pero que aun hoy, trescientos años después, se distinguen perfectamente por sus apellidos y por sus rubicundos aspectos nórdicos... Desen una vuelta por el bonito y bien diseñado pueblo de La Carolina, en Jaén, y verán qué hermosas mujeres de ojos claros, herederas de aquellas valquirias alemanas pasean por sus calles...
En fin..

Joaquín Yerga


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