jueves, 20 de junio de 2019

La comedia ha terminado. ¡Aplaudid!.

                                                                                   




En aquel tiempo el maternal cariño

como un Edén el mundo me pintó;

yo lo miré como lo mira un niño,

y mejor que un Edén me pareció.


Mi vida resbalaba entre delicias

prodigadas, ¡oh madre! por tu amor.

¡Cuántas veces, entonces, tus caricias

acallaron mi llanto y mi clamor!


¡Cuántas veces durmiendo en tu regazo,

en pájaros y flores yo soñé!

¡Cuántas me diste, oh madre, un tierno abrazo

porque alegre y risueño te miré!


Mis caricias pagaste con exceso,

como pagan las flores al abril;

mil besos, ¡ay! me dabas por un beso,

por un abrazo tú me dabas mil..

--Espronceda--



Mirad, justo mientras en Jerusalén Jesucristo agonizaba en la cruz en el año 33 de nuestra era, en el otro extremo del Imperio Romano, exactamente en la isla de Capri frente Nápoles, el emperador Tiberio se deleitaba en su habitación secreta (preparada especialmente para su gozo) mirando en plan voyeur y con ojos libidinosos, cómo chicos imberbes y niñas doceañeras hacían el amor unos con otros de la manera mas pervertida que os podáis imaginar.. Con estos placeres sadomasoquistas y de obscena pedofília se lo pasaba en grande el segundo emperador romano.. Esto nos contaba, al menos, el historiador Suetonio hace 2.000 años en su libro “Historia de los doce césares”..

Pero Tiberio no quería ser emperador. De hecho no quería tener ningún cargo; incluso se declaró en huelga de hambre ante su padrastro, pero le obligaron. Su madre Livia se casó en segundas nupcias con el gran Octavio Augusto (el fundador de Mérida) y al morir todos los descendientes de éste no quedó más remedio que ser nombrado heredero..

La noche en la que murió Augusto en el año 14, Tiberio y su madre Livia estaban presentes durante el óbito y pudieron escuchar sus últimas palabras “Acta est fabula, plaudite”.. O lo que es lo mismo “la comedia ha terminado. ¡Aplaudid!” Esto es rigurosamente cierto. A partir de ahí, Tiberio, que había sido un buen general de las legiones y combatido con ardor y acierto allende las fronteras del Imperio, se convirtió en un emperador triste y amargado.. “El más apesadumbrado de los hombres” llegaron a decir de él..

Tiberio fue un tipo alto, de tez muy blanca y tenia un ojo de cada color. Se quedó calvo desde joven, lo que le creó un complejo enorme. La calvicie acentuó su timidez hasta el punto de negarse a que le vieran la cara.. A los catorce años de llegar al poder se retiró a la isla de Capri y desde allí gobernó hasta el fin de sus días el inmenso imperio..

Con el tiempo, Tiberio, se fue recluyendo más y más en si mismo, padeciendo lo que aquí llamamos el “Síndrome de la Moncloa”. Apenas conocía el sentir del pueblo, y veía complots y conspiraciones por todos lados. Él lo solventaba sin inmutarse ejecutando a miles de sospechosos. Su método preferido de torturar a los reos era darle de beber liquido a tutiplén, mientras se le hacia un nudo en el pene con una cuerda.. Los pobres reventaban, claro..

Tiberio en plena crisis de desconfianza sustituyó por motivos organizativos al prefecto de Roma en Judea, Poncio Pilatos sólo un año después de la crucifixión de Cristo.. Fijaros lo que son las cosas: si lo hubiese hecho un poco antes y puesto a otro en su lugar que se hubiera implicado más: ¡posiblemente Jesús no hubiese muerto en la cruz! ¡No tendríamos Semana Santa! Todo hubiese sido muy distinto; tal vez ni hubiera existido el cristianismo. ¡Y entonces ni catedrales, ni iglesias! ¿Se imaginan?. ¿Y qué tendríamos en la explanada donde se ubica nuestra Parroquia de la Granada en Fuente de Cantos, un templo dedicado al Sol? ¿A otros dioses? ¿A Buda?..  En fin..

Claro que Tiberio ni se enteró de que, en un lugar lejano, en una esquina de su inmenso Imperio, un hombre que iba a revolucionar el mundo y los siglos, había muerto por la desidia de un subordinado suyo.. ¡Lo que es la vida!..

Joaquín 




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