Muy cerca de mi
ocaso, yo te bendigo, vida,
porque nunca me
diste ni esperanza fallida,
ni trabajos
injustos, ni pena inmerecida;
porque veo al
final de mi rudo camino
que yo fui el
arquitecto de mi propio destino.
Que si extraje la
miel o la hiel de las cosas,
fue porque en
ellas puse hiel o mieles sabrosas;
cuando planté
rosales coseché siempre rosas;
...cierto a mis
lozanías va a seguir el invierno:
¡más tú no me
dijiste que mayo fuese eterno!
Hallé sin duda
largas noches de mis penas,
más no me
prometiste tú sólo noches buenas;
y en cambio tuve
algunas santamente serenas...
Amé, fui amado,
el sol acarició mi faz.
¡Vida, nada me
debes! ¡Vida, estamos en paz!
(Amado Nervo)
Y dijo Dios a
Eva, (cuando ésta aceptó la sugerencia de la serpiente y comió la
manzana): ¡Y parirás con dolor!.. ¡Y aumentaré tus
dolores cuando tengas hijos!.. Bien clarito nos lo cuenta el Génesis
en el Antiguo Testamento..¡En qué mala hora sucumbió Eva
a la tentación! ¡Cuanto sufrimiento lleváis desde entonces!.. Y es
que esta sentencia o amenaza surtió su efecto durante, casi, dos mil
años. Todo el mundo estaba convencido de esta veracidad hasta que llegó el
antropólogo inglés Charles Darwin y nos sacó de dudas. Vino a decirnos que, Dios no pudo ser tan malo como para
haceros eso, ¡que va!, sino que ése dolor y ése sufrimiento para
traer niños al mundo se debe a la evolución; así de fácil, y así
de inverosímil, entonces..
Los humanos
descendemos de un mono parecido a los actuales; andábamos a cuatros
patas y vivíamos en los árboles, en África.. Una vez, por
capricho de la naturaleza y la geología, el Este del continente negro se quedó sin árboles, se convirtió en sabana, y nuestros
antepasados (parecidos a los monos) evolucionaron, se irguieron,
echaron a andar a dos patas para mejor otear el horizonte ya despejado y sobrevivir.. Gracias a esta particularidad empezaron a
utilizar mejor las dos manos, se hicieron más inteligentes y el
cerebro creció rápidamente. De tal forma lo hizo que un par de millones de años después somos como somos.. Claro que..
Como consecuencia de
todo esto el canal del parto de vosotras, las hembras, se complicó,
puesto que al haceros bípedas todos los huesos de la espalda y
cadera cambiaron. Esto, unido a la enorme cabeza del bebe por culpa de su
gran cerebro, hizo que tuvierais que sufrir lo indecible, mientras que para
cualquier otro mamífero de cuatro patas parir es coser y cantar. Ya
lo vemos a diario en los documentales de la 2ª Cadena de TVE, cuán
fácil paren las cebras o los ñúes..
Haceros una idea,
además de ser vuestro canal del parto un camino tortuoso (mide de
diámetro sólo 13 centímetros de máximo y diez de mínimo) pues
bien, la cabeza del bebé suele tener diez centímetros y la distancia entre sus
hombros unos 12, así que no me extraña en absoluto los gritos de
dolor y el inmenso sufrimiento..Y todo esto para que al final, una
vez creciditos, os maltratemos..
Y no os lo vais a creer tampoco, pero no hace tanto tiempo que la gente creía “a pies
juntillas” que los hombres teníamos sólo 23 costillas y no las 24
que deberíamos tener por lógica ósea, o esquelética.. Tened en
cuenta que si la Biblia decía que Eva, (antes
de darle el mordisco a la manzana) fue creada de una costilla
de Adán, querría esto decir que éste buen mozo y sus
descendientes, los hombres, teníamos una menos.. Pues fíjense,
hasta bien entrado el siglo XVII no se empezó a sospechar del error.
Pero, ¡claro! nadie se atrevía a decirlo aunque lo supiera, cualquiera contradecía a la Iglesia.. Te quemaban en la
hoguera.. Y todo hasta que..
Uno de los primeros
en darse cuenta de este garrafal error fue Vesalio, el mejor
medico anatomista del Renacimiento.. Diseccionó cadáveres humanos
con permiso de la Inquisición y, después de contar mil veces las
costillas de los pobres ajusticiados (que eran los únicos que se
prestaban a semejante carnicería) escribió en su libro sus
descubrimientos. Tuvo suerte, le salvó de las mazmorras el ser
medico personal de Felipe II.. En fin..
Dicho queda..
Joaquin Yerga
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