lunes, 17 de junio de 2019

La noche de bodas..




La dejé marcharse sola...
y, sin embargo, tenía
para evitar mi agonía
la piedad de una pistola.

¿Por qué no morir? --pensé--
¿Por qué no librarme de esta
tortura?¿Ya qué me resta
después que ella se me fue?

Pero el resabio cristiano
me insinuó con voces graves:
¡pobre necio, tú que sabes!
Y paralizó mi mano

Tuve miedo, es la verdad;
miedo sí, de ya no verla,
miedo inmenso de perderla
por toda una eternidad.

Y yo preferí no vivir,
que no es vida la presente,
sino acabar lentamente,
lentamente de morir.
--Amado Nervo-- 

Ésta que les voy a contar no es una historia de amor al uso ¡que va!. Más bien al contrario. Cuando la lean verán que de amor tiene poco, ni tan siquiera desamor. Quizás contenga, más que nada, una especie de abusos consentidos en donde abundan los abusadores y sobre todo sufren las víctimas, que siempre sois las mismas..
Es una historia dura y sobre todo escatológica. Ya les advierto que tal vez alguien se sienta molesta al leerla, por su crudeza. Por eso aún están a tiempo de no hacerlo; yo les comprendería perfectamente. En fin, allá va...
Había una vez un rey de Francia, Felipe II se llamaba (no confundir con el nuestro). Reinó en el siglo XIII, es decir, en plena Edad Media; tiempos oscuros de cruzadas, brujas y misterios.. 
Felipe se había casado a los 20 años con Isabel de Henao que le dio dos hijos; no obstante enviudó muy pronto, Isabel murió a los 19 años al dar a luz a su segundo hijo. Como era norma de la monarquía francesa pronto le buscaron otra esposa. Pensaron por motivos de estado en la joven Isabella de Dinamarca.. Se concertó la boda por poderes, e Isabella de 18 añitos salió rumbo a París en busca de su marido, el rey... Se encuentran, se agradan y llega la noche de bodas, pero...
Aún festejaban los invitados las últimas viandas y los postres de la cena. Los recién casados, el rey e Isabella, habían subido hacía sólo un rato a sus aposentos a consumar el matrimonio, cuando.. ¡De repente baja el rey, pálido y tembloroso, gritando y dando voces diciendo que se quiere divorciar!.. 

Piensen qué escena y qué cara la de los comensales.. Pero no hubo manera de hacerle cambiar de opinión, al pavo. Se empeñó tanto que jamás volvió a tener relación marital con ella.. Acabó por recluirla en un monasterio.. 

Hubo dos versiones para explicar el extraño caso.. Una es la que sugerían algunos que algo sabían, que Isabella era hemafrodita y el rey casi enloquece al ver sus partes intimas.. La otra es que Isabella, en su nerviosismo por el crucial acto marital, (era una niña) se cagó (con perdón) literalmente encima de él, y el asco que le dio al menda fue el origen de todo.. Todavía, tantos años después, hay dudas sobre cuál de las dos versiones es la correcta..
Si han llegado leyendo hasta aquí aún tienen tiempo de dejarlo, porque hay más y peor. Si, y no es mi intención provocar inapetencias sexuales ni de ningún otro tipo, faltaría más, pero debo; es más, me siento obligado a contar algunas experiencias que quizás no sean del agrado de todos... La vida y la historia son así, están llenas de episodios maravillosos unas veces, atroces otros y desagradables las más; el siguiente también pasó realmente.. 
Historias de la primera noche de bodas; ésa noche en la uno se jugaba el tipo con su amada, puesto que debíamos dejar el pabellón bien alto, las ha habido a millares; teniendo en cuenta, claro, las circunstancias de aquellas otras épocas.. Sé que ya no tiene sentido; ahora las parejas ya se conocen en lo más intimo antes de dar el paso definitivo y supongo que para bien, porque también las relaciones sexuales pueden ser asunto de disgusto y decepción entre enamorados..
Hasta hace unas décadas ésa primera noche era mítica.. Si, era la primera vez que, en pelotas picadas, frente a frente y generalmente en una habitación extraña de un motel de segundo rango, se encontraban él y ella y, reconozcámoslo, apenas nada se sabía de la coyunda; jamás se habían visto películas porno, ni oído a sexólogos como ahora.. De hecho, casi siempre salía mal; los nervios, las prisas, la excitación o la brusquedad por desconocimiento de la sensibilidad femenina hacía que la soñada noche de bodas fuese todo un espectáculo o una gran decepción..
Habrá millones de historias que contar, como digo; una por cada uno de nosotros que ha pasado por el trance. Les cuento otra relacionada con el tema, que por su crudeza tal vez me llamen de todo menos bonito cuando la lean, si no me lo han llamado ya...
Algo parecido a esa primera experiencia que relatada al principio le ocurrió a nuestro tragaldabas particular, Fernando VII.. Éste memo de rey, que tuvimos una vez, se casó en segundas nupcias (era ya viudo) con María Josefa de Sajonia, una niña de 15 años que se había criado en un convento; él tenía 36. Antes de la noche de bodas nadie le explicó a la pobre niña cómo eran las relaciones sexuales; algo que solía hacer algún pariente femenino de la familia real. Así que...
Imagínense la situación. La pobre chica entra en la habitación asustada; aterrada diría yo. Ve llegar a ése animal gordo y grasiento que ya era entonces Fernando, babeando de excitación, es decir, más salido que el mango de un paraguas (es público y notorio los desorbitados atributos sexuales de éste tontainas). La chica al verlo llegar así, con los ojos como platos, cachondo y fusta en mano, sale corriendo por los pasillos de palacio como alma que lleva el diablo..
El rey disgustado por la acción de la chiquilla convence a su cuñada y a la camarera mayor para que instruyan como es debido en los oficios del amor a la muchacha. Lo hacen y la chica accede a sus libidinosos deseos. Pero está tan asustada que al ser penetrada con semejante atributo por este bestia, la pobre niña se caga encima de él (perdón otra vez).. Así, tal cual...
A pesar del cabreo el rey termina la faena, se limpia como puede de la porquería y no vuelve a ver a María Josefa hasta treinta días después.. Curiosamente la desgraciada reina muere diez años después sin haber tenido descendencia.. Ahora decimos y despotricamos, pero ¡pobres reinas de entonces; casi todas simples niñas de jugar a la comba!.. En fin. Perdonen mi vocabulario..
Joaquín Yerga

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