Primero
es un albor trémulo y vago,
raya
la inquieta luz que corta el mar;
luego
chispea y crece y se dilata
en
ardiente explosión de claridad.
La
brilladora lumbre es la alegría,
la
temerosa sombra es el pesar.
¡Ay!
En la oscura noche de mi alma,
¿cuándo
amanecerá?
(Bécquer)
¿Qué
tiene el antiguo Egipto que tantas pasiones levanta entre los
occidentales? ¿Será su antigüedad? ¿La magnificencia de sus
templos? ¿El perenne anhelo de encontrar la tumba incólume del
ultimo faraón cuajada de joyas?.. Posiblemente todo esto y mucho más
hace que sea tan atractivo ésta primera gran civilización humana...
Egipto
lo tenia todo para ser uno de los primeros lugares donde floreciera
el progreso y la cultura del hombre. Ese río extraordinario que
recorre de sur a norte su desértico paisaje y que dos veces al año
(de junio a septiembre) se desbordaba inundando sus margenes con el
maná del barro más optimo para que floreciera unas ubérrimas
cosechas, tenia, por narices, que hacer que sus suertudos habitantes
vivieran muy bien y, saciado el hambre emplearan la mente para otros
menesteres digamos, más ociosos.
Se
daban en Egipto las condiciones adecuadas para que cualquier producto
agrícola manara en abundancia: trigo, cebada, dátiles, uvas,
cebollas, hortalizas, garbanzos etc. etc. No había más que sembrar
y recoger; el sol, el barro y la aguas del Nilo hacían el resto;
como dijo el historiador griego Herodoto, “Egipto es un regalo del
Nilo” .. Hoy y debido a la gran presa de Asuán, en el sur del
país, construida en los años sesenta, el Nilo ya no se desborda.
Por cierto, gracias a la ayuda que le proporcionó España para
salvar los templos de Abú Simbel, que iban a quedar sepultados bajo
el agua por el gran embalse, el gobierno egipcio de entonces nos
regaló a España el Templo de Debod que, transportado cuidadosamente
embalado y reconstruido piedra a piedra en su estado original, está
expuesto grandiosamente en Madrid, en la explanada del antiguo
cuartel de la Montaña, de penoso recuerdo durante la guerra civil.
Éste monumento no es demasiado antiguo (250 años antes de Cristo)
para lo que son, por ejemplo, las pirámides, pero es una joya
visitada por miles de turistas.
El
amor por el Antiguo Egipto comenzó con Napoleón... Cuando siendo
éste aun general, fue enviado por el gobierno francés después de
la Revolución, al mando de 30.000 hombres, a combatir en Egipto y
liberarlo de la ocupación turca, se llevó consigo a unos cuantos
expertos en el tema. Por supuesto, que se conocía ésa civilización
por historiadores y viajeros que habían hablado mucho de ella, pero
después de la experiencia de los franceses entró en Europa una
verdadera pasión por Egipto y sus faraones..
Nada
se sabia hasta que Napoleón fue a Egipto de los secretos de los
miles de jeroglíficos escritos en las paredes de templos y tumbas ni
cómo descifrarlos, era una inquietante incógnita que traía de
cabeza a los historiadores , y fue precisamente un experto llevado
por Napoleón, Champollión, el que gracias a un túmulo de piedra de
112 cm de alto por 75 de ancho y de unos 750 kg (piedra Rosseta)
encontrado en la desembocadura del Nilo, los supo traducir y conocer.
En la famosa piedra, hoy en el Museo del Louvre de París, hay
grabadas en tres de sus caras unas letras y dibujos en tres idiomas
diferentes, griego, jeroglíficos y escritura demótica, lo que hizo
pensar que el texto era el mismo, y efectivamente se trababa de un
decreto del faraón Ptolomeo V.
Napoleón
se puso la botas allá en Egipto, vio, disfrutó, manoseó y saqueó
enormes riquezas arquitectónicas. Se llevó a París hermosos
obeliscos, joyas, momias, ajuares de faraones y por supuesto la
piedra Rosseta.. ¡Ah!, llegó a pasar personalmente siete horas
seguidas dentro de la gran pirámide de Keops (la única de las siete
maravillas en pie). Según compañeros suyos, pidió que le dejaran
solo dentro de la gran tumba para hacer y sentir lo mismo que hiciera
y sintiera el gran Alejandro Magno 2.100 años antes, cuando
conquistó Egipto... Lo que sintiera Napoleón dentro del tétrico
silencio de la tumba sólo él lo supo, se llevó al más allá el
secreto..
Dicho
queda..
Joaquin
Yerga
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