A contracorriente...
Entre
el discorde estruendo de la orgía
acarició
mi oído,
como
nota de música lejana,
el
eco de un suspiro.
El
eco de un suspiro que conozco,
formado
de un aliento que he bebido,
perfume
de una flor que oculta crece
en
un claustro sombrío.
Mi
adorada de un día, cariñosa
¿En
qué piensas? me dijo.
En
nada...en nada ¿y lloras? Es que tengo
alegre
la tristeza y triste el vino.
(Bécquer)
Estamos
pasando en España por una dura y estúpida época revisionista.
Después de los largos años del franquismo, en donde todo lo nuestro
sin cortapisas era lo mejor; adorábamos a nuestros héroes de la
reconquista, a los descubridores de América los teníamos en un
pedestal, y hasta conocíamos a los últimos de Filipinas. Sin ir más
lejos, teníamos hasta el Día de la Raza; quizás fuera demasiado
embelesamiento, no lo niego, pero de ahí a echar pestes de todo
nuestro pasado va un trecho que solo se lo saltan los muy ignorantes
en su desconocimiento o los muy malvados en su perfidia...
Dicho
esto, nadie con dos dedos de frente dudaría de que nuestros
antepasados cometieron muchos excesos, demasiados tal vez, pero no
más que cualquier pueblo de otras épocas. Ningún país importante
de Europa que fuera antaño potencia colonial se salva de la quema,
todos y cada uno hicieron de la suyas en esos cinco continentes que
un día colonizaron; la única diferencia entre el resto de países y
nosotros, es que ellos siguen estando orgullosos de su héroes y
nosotros derribamos sus estatuas..
En
América, ¡claro que cometimos errores!, qué se podía esperar de
gente surgida de la España profunda de entonces, tipos rudos,
labriegos, porqueros como Pizarro, aventureros, ladrones, pícaros,
curas trabucaires, etc. que de todo había; solo algunos jefes
durante los varios siglos que duró la total colonización del
continente fueron gente instruida, profesionales de la milicia u
honrados administradores...
Si
aun ahora, en esta civilización tan avanzada que tenemos, todavía
los hay salvajes, capaces de hacer las mayores barbaridades, qué no
harían aquellos tipos tan lejos de sus casas con aquellos escasos
medios, en tierra tan extraña nunca vista antes, y en unos tiempos
en los que las prioridades y la escala de valores era muy diferente a
la actual..
Las
enfermedades europeas redujeron drásticamente la población india en
América, sin embargo los españoles en compensación y abusando de
su fortaleza contribuyeron al mestizaje y a reforzarlos
genéricamente. Estos hombres tan lejos, (a decenas de miles de
kilómetros de su tierra) y tan solos, se entregaron frenéticamente
a la labor de fecundar. Imagínense como seria la cosa: Unos tipos
rudos, casi salvajes, (la mayoría hombres) llegan después de una
infernal travesía de meses a un lugar a medio camino entre
paradisíaco y selvático y se encuentran con miles de mujeres y
hombres nativos totalmente desnudos y mas inocentes que unas bragas
rosas, pues que rápidamente cada uno se fue haciendo con su harén
particular, con o sin permiso de los nativos machos.
Decía
el mismo Colón al llegar la primera vez a lo que ahora es la
República Dominicana: “Van desnudos todos, hombres y mujeres, como
sus madres los parieron, Verdad es que las mujeres son muy guapas y
de buen acatamiento, ni muy negras, salvo menos que las canarias”.
El conquistador Pedro Hernández comenta: “Las indias tienen a gran
afrenta negarse a quien le pida yacer con ellas y dicen que para qué
se lo dieron sino para aquello. Orellana, el descubridor del
Amazonas, dijo: “Las indias son lujuriosísimas”.. Gonzalo
Fernández de Oviedo escribió: “El español que no tenia ocho o
diez es porque no quería”.. Del Paraguay se decía que era como el
paraíso de los musulmanes, aludía a los concurridos harenes de
mujeres de los que disponían los colonos...En fin, como dijo alguien
una vez, los americanos del sur y del centro no descienden
directamente de aztecas, mayas, incas o mapuches ¡que va!.. Hay más
sangre española en sus venas que aborigen..
Dicho
queda...
Joaquín
Yerga
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