¿No oís del arroyo el suave y callado rumor?.
Pues eso que brinda la luna tranquila, es consuelo.
Pues eso que dice el arroyo en el bosque, es amor.
--Rubén Darío--
¿Sabéis cómo se inventó la Viagra? Pues es muy curioso. Fijaos:
Corría el año 1994 y en un laboratorio de Swansea, en el Reino Unido, un grupo de científicos británicos de la empresa Pfizer investigaban en un ensayo clínico métodos para combatir la angina de pecho.
El principio activo que manipulaban era el sildenafil, un comprobado y eficaz medicamento cardiovascular. Estaban suministrando pequeñas dosis a un grupo de varones voluntarios ya mayores. Pero se extrañaban porque acabada la prueba ninguno quería devolver el resto del medicamento sobrante. ¿Y sabéis por qué? No os lo vais a creer, y es que uno de los efectos secundarios del sildenafil era que les hacían tener erecciones más fuertes y más duraderas. ¡Santa Rita, Rita, lo que se da no se quita!, pensarían los voluntarios.
Ante
la extrañeza, a Chris Wayman, uno de los
científicos más reputados de la empresa, los jefes de la Pfizer le
encargaron investigar y ver qué demonios pasaba con el tema, que
todos los voluntarios estaban encantados con el medicamento en
cuestión, he hizo más ensayos..
Wayman se olvidó
de la angina de pecho y se centró en pacientes con distintas
patologías relacionadas con la disfunción eréctil. El
asunto le salió de perlas, a todos los voluntarios se les
enderezaba a aquello de una manera descomunal; ¡¡había
descubierto el mayor remedio para este humillante achaque
masculino!!.
Ni que decir tiene que los directivos de la
empresa se volvieron locos de alegría. Algunos (los mayores) se
llevaron cajas enteras del medicamento a sus casas para uso propio..
Enseguida buscaron un nombre para ese milagro. A uno se le ocurrió
lo de Viagra.
Como saben la Viagra es un vasodilatador que relaja los músculos del pene y hace que los vasos sanguíneos se dilaten y fluya más sangre por sus paredes.
¡Y qué decirles de la alegría de muchos varones mayores que pensaban finiquitada ya su actividad sexual!. Por no hablar de sus respectivas esposas; resignadas estaban ya las pobres al lengueteo..
En fin, a mi no me miréis; yo no la uso. Todo esto lo sé por oídas,
Joaquín
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