Amiga..
Me enseñaste del
amor cosas
que no conocía.
Me acostumbraste a
pensar en ti.
Hiciste del mundo
un Edén,
hermoso y vacío
sólo para los dos.
Con tus besos
escribías en
mis labios
mensajes de amor eterno..
Hoy me consumo en
las llamas
de tus promesas
rotas..
--Joaquín--
El año 1888 se
recordará siempre por muchas cosas, no hay más que mirar la
efemérides. En España, por ejemplo, aquel año se fundó la UGT, se
inauguró el primer congreso del Psoe, comenzó la exposición
universal de Barcelona, y en otra escala menor, fue el año
del conocido crimen de la calle Fuencarral de Madrid, tan
famoso.
El crimen de la calle
Fuencarral fue (yo diría que es todavía) el más célebre de todos
los acaecidos en nuestro país, aunque no precisamente por su
excesiva crueldad. Llenó miles de páginas de periódicos y se
gastaron millones de horas de tertulias y debates no solo en Madrid,
sino en toda España..
No sé si recuerdan
el caso por haber oído o leído algo al respecto. Conste que se han
hecho varias versiones en películas del asunto. Les voy a refrescar
a memoria; se dio el día 2 de julio de ese año y en el piso segundo
izquierda del portal 95 de la calle Fuencarral; en aquellos años una
de las principales de la capital...
Luciana Borcino,
conocida en el vecindario como la viuda de Vazquez-Varela, una
adinerada gallega afincada en Madrid y muy dada a obras sociales,
apareció muerta boca arriba y con unos trapos empapados en petroleo
ardiendo en su ropa que empezaban a prenderse ya por todo su cuerpo.
Los vecinos habían olido a quemado y llamaron enseguida a la
policía. Cuando los agentes llegaron solo pudieron certificar su
muerte y detener, acusada de homicidio, a Higuínia Balaguer,
su sirvienta, que apareció semiinconsciente en una habitación
contigua. Al poco se detuvo también al hijo de Luciana, José
Vázquez-Varela, un joven mimado, golfo, tarambana y con
tendencias a las juergas perpetuas.
En la declaración
policial la sirvienta manifestó que el crimen lo había cometido el
hijo de la víctima y que le dio dinero a ella para que limpiara todo
y luego prendiera fuego al cadáver para borrar pistas. José
negó todo los hechos y culpó directamente la criada..
Podía haber sido un
crimen con la importancia justa, pero el asunto se politizó (más o
menos como ahora). La sociedad estaba entonces muy dividida entre
conservadores y liberales. Los primeros defendían la inocencia del
hijo y los segundos la de la criada, alegando estos últimos que la
iban a condenar por ser una trabajadora pobre y analfabeta.
La cosa se fue
calentando y el pueblo se debatía a favor de unos y otros en
tertulias, en las calles, en los cafés etc. Los periódicos de la
época se forraban atiborrando páginas y páginas con
investigaciones particulares. Todo se crispó de una manera
incomprehensible. Para colmo se corrió la voz de que José
Vázquez-Varela era un privilegiado durante su estancia en la
Cárcel Modelo gracias a sobornos, mientras que Higuínia, la
criada, no hacía más que llorar en su celda.
El 25 de marzo del
año siguiente comienza el juicio. La multitud se agolpa a la entrada
del tribunal de justicia y la policía se tiene que emplear a fondo
para mantener el orden. A Higuínia la defiende nada menos que
el abogado y expresidente de la República, D. Nicolás Salmerón,
que se había prestado voluntario.
A lo largo de las
duras y largas sesiones del juicio se fue dilucidando la cosa y los
acusados “cantando la traviata”.. Ya en la tercera jornada,
Higuínia confesó, inconsolable, que había matado a su
señora porque ésta la había abroncado por romper un valioso
jarrón, y que muy nerviosa y sin poder controlarse la mató a
cuchilladas. En la cuarta jornada se demostró la relación sexual
entre el hijo de la victima y ella. En la quinta jornada salió a
colación una tal Dolores Avila (Lola la billetera) amiga y
colaboradora de Higuínia..
Y siguió aclarándose el enredo..
El día 25 de mayo de
1889 se leyó el fallo definitivo del juicio: Se declará a
Higuínia Balaguer, criada de la señora Vazquez-Varela, culpable de
asesinato en primer grado y por robo (ese fue el verdadero
motivo), y a su amiga Dolores Avila cómplice del mismo. Al hijo,
José Vazquez-Varela como inocente, se le puso en libertad
inmediatamente..
Higuinia fue
ajusticiada con garrote vil ante más de 20.000 madrileños que
asistieron a su ejecución en la Plaza Mayor. Su amiga Dolores,
condenada a dieciocho años de reclusión mayor. Curiosamente las
últimas palabras de Higuínia iban dirigidas a su amiga, y
fue un grito angustioso y desesperado: ¡Dolores, catorce mil
duros!.. Frase que nunca ha sido aclarada; nadie supo nunca qué
quiso decir Higuínia al decirla con ese desgarro..
Aun así el fallo no
dejó contentos a todos como es natural. Muchos creyeron ver en la
sentencia un cierto rencor burgués contra una sirvienta por el mero
hecho de ser trabajadora. Y ganas de exculpar a un señorito rico,
vicioso y golfo.. En fin..
Por cierto, el tal
José Vazquez-Varela se vio en vuelto años después en otra
muerte en extrañas circunstancias. Una prostituta cayó desde un
cuarto piso en la calle Montera. Fue condenado por ello a catorce
años de prisión.. ¡Y es que los hay que no escarmientan!..
Joaquín
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