martes, 5 de mayo de 2020

Hoy igual que ayer...



Amiga..
Me enseñaste del amor cosas
que no conocía.
Me acostumbraste a pensar en ti.
Hiciste del mundo un Edén,
hermoso y vacío sólo para los dos.
Con tus besos escribías en
mis labios mensajes de amor eterno..
Hoy me consumo en las llamas
de tus promesas rotas..
--Joaquín--


El año 1888 se recordará siempre por muchas cosas, no hay más que mirar la efemérides. En España, por ejemplo, aquel año se fundó la UGT, se inauguró el primer congreso del Psoe, comenzó la exposición universal de Barcelona, y en otra escala menor, fue el año del conocido crimen de la calle Fuencarral de Madrid, tan famoso.
El crimen de la calle Fuencarral fue (yo diría que es todavía) el más célebre de todos los acaecidos en nuestro país, aunque no precisamente por su excesiva crueldad. Llenó miles de páginas de periódicos y se gastaron millones de horas de tertulias y debates no solo en Madrid, sino en toda España..
No sé si recuerdan el caso por haber oído o leído algo al respecto. Conste que se han hecho varias versiones en películas del asunto. Les voy a refrescar a memoria; se dio el día 2 de julio de ese año y en el piso segundo izquierda del portal 95 de la calle Fuencarral; en aquellos años una de las principales de la capital...
Luciana Borcino, conocida en el vecindario como la viuda de Vazquez-Varela, una adinerada gallega afincada en Madrid y muy dada a obras sociales, apareció muerta boca arriba y con unos trapos empapados en petroleo ardiendo en su ropa que empezaban a prenderse ya por todo su cuerpo. Los vecinos habían olido a quemado y llamaron enseguida a la policía. Cuando los agentes llegaron solo pudieron certificar su muerte y detener, acusada de homicidio, a Higuínia Balaguer, su sirvienta, que apareció semiinconsciente en una habitación contigua. Al poco se detuvo también al hijo de Luciana, José Vázquez-Varela, un joven mimado, golfo, tarambana y con tendencias a las juergas perpetuas.
En la declaración policial la sirvienta manifestó que el crimen lo había cometido el hijo de la víctima y que le dio dinero a ella para que limpiara todo y luego prendiera fuego al cadáver para borrar pistas. José negó todo los hechos y culpó directamente la criada..
Podía haber sido un crimen con la importancia justa, pero el asunto se politizó (más o menos como ahora). La sociedad estaba entonces muy dividida entre conservadores y liberales. Los primeros defendían la inocencia del hijo y los segundos la de la criada, alegando estos últimos que la iban a condenar por ser una trabajadora pobre y analfabeta.
La cosa se fue calentando y el pueblo se debatía a favor de unos y otros en tertulias, en las calles, en los cafés etc. Los periódicos de la época se forraban atiborrando páginas y páginas con investigaciones particulares. Todo se crispó de una manera incomprehensible. Para colmo se corrió la voz de que José Vázquez-Varela era un privilegiado durante su estancia en la Cárcel Modelo gracias a sobornos, mientras que Higuínia, la criada, no hacía más que llorar en su celda.
El 25 de marzo del año siguiente comienza el juicio. La multitud se agolpa a la entrada del tribunal de justicia y la policía se tiene que emplear a fondo para mantener el orden. A Higuínia la defiende nada menos que el abogado y expresidente de la República, D. Nicolás Salmerón, que se había prestado voluntario.
A lo largo de las duras y largas sesiones del juicio se fue dilucidando la cosa y los acusados “cantando la traviata”.. Ya en la tercera jornada, Higuínia confesó, inconsolable, que había matado a su señora porque ésta la había abroncado por romper un valioso jarrón, y que muy nerviosa y sin poder controlarse la mató a cuchilladas. En la cuarta jornada se demostró la relación sexual entre el hijo de la victima y ella. En la quinta jornada salió a colación una tal Dolores Avila (Lola la billetera) amiga y colaboradora de Higuínia.. Y siguió aclarándose el enredo..
El día 25 de mayo de 1889 se leyó el fallo definitivo del juicio: Se declará a Higuínia Balaguer, criada de la señora Vazquez-Varela, culpable de asesinato en primer grado y por robo (ese fue el verdadero motivo), y a su amiga Dolores Avila cómplice del mismo. Al hijo, José Vazquez-Varela como inocente, se le puso en libertad inmediatamente..
Higuinia fue ajusticiada con garrote vil ante más de 20.000 madrileños que asistieron a su ejecución en la Plaza Mayor. Su amiga Dolores, condenada a dieciocho años de reclusión mayor. Curiosamente las últimas palabras de Higuínia iban dirigidas a su amiga, y fue un grito angustioso y desesperado: ¡Dolores, catorce mil duros!.. Frase que nunca ha sido aclarada; nadie supo nunca qué quiso decir Higuínia al decirla con ese desgarro..
Aun así el fallo no dejó contentos a todos como es natural. Muchos creyeron ver en la sentencia un cierto rencor burgués contra una sirvienta por el mero hecho de ser trabajadora. Y ganas de exculpar a un señorito rico, vicioso y golfo.. En fin..
Por cierto, el tal José Vazquez-Varela se vio en vuelto años después en otra muerte en extrañas circunstancias. Una prostituta cayó desde un cuarto piso en la calle Montera. Fue condenado por ello a catorce años de prisión.. ¡Y es que los hay que no escarmientan!..
Joaquín

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