Efectos colaterales..
Asomaba
a sus ojos una lágrima
y
a mis labios una frase de perdón,
habló
el orgullo y se enjugó su llanto
y
la frase en mis labios expiró
Yo
voy por un camino, ella por otro;
pero
al pensar en nuestro mutuo amor,
yo
digo aún ¿Porqué callé aquel día?
Y
ella dirá: ¿Porqué no lloré yo?
--Bécquer--
Es
curioso, pero desde que apareció este virus pareciera que el resto
de nuestras enfermedades han pasado a un segundo plano. Apenas
prestamos atención a dolencias que en cualquier otra situación,
digamos normal, nos traería de cabeza. Los ambulatorios están
semi-vacios, las urgencias desiertas. Es tal el miedo que tenemos a
pisar un hospital que apechugamos en casa con mil sufrimientos antes
que exponernos a contagiarnos en la clínica.. Es más, seguro que
todos hemos pospuesto esa revisión que tanto ansiábamos y tan
importante creíamos hace sólo unos meses. Y si me apuran, temiendo
estamos que la operadora de sanidad nos llame para recordarnos una
cita pendiente.
Nos
habíamos acostumbrado tanto a las bondades de nuestro estado de
bienestar, en el que cualquier demora en una cita médica, una
prestación social o cualquier otra cosa nos hacia despotricar por lo
mal que funcionaba el todo, que ha bastado la aparición de esta
epidemia y su correspondiente miedo al contagio para que añoremos
con ganas aquella supuesta “anormalidad” que antaño tanto
despreciábamos.
No
sé cómo ni cuándo vamos a salir de esta, pero saldremos tocados,
seguro. Cuando pase la epidemia y cese el número de muertos
saltaremos de alegría, pero vendrá la segunda parte del drama, la
económica. Según los estudios, España va a ser el país más
afectado también en esto, y si se cumplen las previsiones más
favorables retrocedemos en el PIB un 10%, lo que supone unos cuatros
años para atrás. Es decir, volveremos a la casilla de salida del
año 2016. Despidámonos, pues, de muchas de las bicocas que hemos
tenido hasta éste último febrero como país rico.
Se habla de pedir el rescate a Europa porque nuestra ya descomunal
deuda nos impide endeudarnos más, que hubiera sido, por cierto, una solución.
Así que preparémonos para recortes drásticos. Ignoro por donde
vendrán los palos pero conste que más pronto que tarde todos
notaremos el fétido aliento de los recortes.
Apañémonos, pues, con los AVE que hicimos en los años de bonanza, tapemos baches de
manera tosca en las carreteras y remendemos los hospitales, porque
tardaremos en inaugurar alguno nuevo. Eso en cuanto a las obras
públicas que se llevarán la mayor tajada del recorte, como
siempre, pero el resto de los que dependemos del Estado, funcionarios
y pensionistas sobre todo, echemos los bigotes a remojar porque nos
los afeitan..
Estaba
cantado que tendríamos que pagar un alto precio por los tres o
cuatro meses de inactividad, o casi, que llevamos. Algunos calculan
un coste de unos 300.000 millones de euros de pérdidas, sin contar
las empresas que cerrarán y que nunca más abrirán. El paro volverá
a cotas ya desconocidas del 25% o el 27% y el Estado recaudará
mucho menos y gastará más. No olviden que vivimos del turismo y este año no vendrá ni dios. En fin, no quiero amargar el día a nadie pero preparémonos para lo peor, y que Dios nos coja confesados...
Joaquín
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