domingo, 10 de mayo de 2020

El precio a pagar por la perfección




Entretanto, al lado de mujer tan seductora
no podía dormir, siendo yo un santo
que duerme, cuando no ama, a cualquier hora.
Mil veces intenté quedar dormido,
mas fue inútil empeño
admiraba a la joven , y es sabido
que a mi la admiración me quita el sueño.
Yo estaba inquieto, y ella,
sin echar sobre mi mirada alguna,
abrió la ventanilla de su lado,
y como un ser prendado de la luna,
miró al cielo azulado,
preguntó, por hablar, qué hora sería,
y al ver correr una fugaz estrella,
--¡Ved, un alma que pasa! --me decía
--Campoamor--

Sabemos que los seres humanos estamos diseñados de manera inteligente, por Dios o por la Evolución, que cada cual escoja lo que más le convenga; el diseño más inteligente del universo dicen. Aunque algunos sospechan que esa perfección no es total y aluden a un par de defectillos. El más sonado es la angustia y el trabajoso acto de parir. Si, porque si todos los mamíferos como nosotros paren de maravilla sin apenas esfuerzo, en cambio nuestras mujeres sufren lo suyo para traernos al mundo.
En términos médicos se le llama desproporción cefalopévica, y significa que la cabeza del bebé es más grande que el canal del parto; así como 2,5 cmts. Éste es el precio que tuvimos que pagar por ponernos erguidos (al andar a dos patas se estrechó la pelvis) y por desarrollar este enorme cerebro que tenemos los humanos. La única ventaja que nos da la naturaleza es que en la cabeza del bebé aun no se han fusionado en una sola placa los huesos del cráneo y a base de estrecharse y retorcerse de manera inverosímil acaba saliendo. Por supuesto no sin unos dolores horribles..
En 1899 se publicó un libro de la doctora y reformadora social americana, Mary Wood-Allen. Se titulaba “Lo que debe saber la joven”. Entre otras muchas cosas aconsejaba a las mujeres, que Sí podían tener relaciones conyugales siempre que lo hicieran sin una pizca de deseo sexual. El libro gozó de mucha popularidad en su día..
Por la misma época de la publicación del libro de Mary Wood-Allen, los cirujanos desarrollaron un nuevo procedimiento llamado ooforectomía, que consistía en la extirpación quirúrgica de los ovarios. Durante una década fue la intervención favorita de mujeres acomodadas americanas y europeas, porque se suponía que era un buen método para evitar calambres menstruales, vómitos, dolores de cabeza y hasta tos crónica. Ya ven qué tontería.. No hará falta decirles que era un procedimiento inútil..
Todo esto viene a cuento para decirles lo que ha cambiado el cuento (y valga la redundancia) en cuanto a las mujeres, sus enfermedades y embarazos. Por ejemplo en relación a esto último; hasta principios de siglo no se creo la disciplina de la obstetricia para vigilar y proceder durante el embarazo de la mujer. El proceso de dar a luz era agónico y peligroso, pero se consideraba más o menos necesario. No en vano en la Biblia se le dice a la mujer aquello de: “parirás con dolor”..
Maternidad es sinónimos de eternidad”, así rezaba un dicho muy popular, puesto que no pocas mujeres morían al parir. Una de las infecciones que más mujeres mató fue le fiebre puerperal, o sepsis puerperal. Apareció por primera vez en Alemania en 1652 y desde allí se propagó por toda Europa. Surgía de repente, a menudo después de un parto normal, cuando la madre y el bebé estaban ya bastante bien. Inexplicablemente provocaba en sus víctimas fiebre y delirios produciéndole las más de las veces la muerte. En los brotes más virulentos hasta el 90% de ellas morían. Por ese motivo muchas pedían parir en casa y no en un hospital.
El primero que descubrió que la alta mortandad de las mujeres al parir era debido a la poca higiene de los médicos fue el instructor médico suizo Ignaz Semmelweis. En 1856 hizo un pequeño estudio sobre el asunto y sugirió a los médicos que atendían a las parturientas extremar la higiene en manos y objetos. No le hicieron mucho caso. Luego con los años incluso llegó luego a volverse loco. Perdió su trabajo, deambuló por las calles de Viena despotricando solo y acabó en un manicomio. Allí murió debido a los golpes que le daban los celadores.. Cuando Pasteur y Lister descubrieron por qué se producían los procesos infecciosos, entonces la ciencia se acordó del pobre Semmelweis y sus consejos. Se hubieran salvado miles de mujeres de haberle hecho caso... En fin..
Joaquín

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