Nada
os pido. Ni os amo ni os odio. Con dejarme,
lo
que hago por vosotros, hacer podéis por mí...
¡Que
la vida se tome la pena de matarme,
ya
que yo no me tomo la pena de vivir! ...
--M. Machado--
El tipo enviudó de manera inesperada. Quedó desolado, el pobre. Acababa de cumplir cuarenta y ocho años.
Al verlo tan decaído emocionalmente, pasado un tiempo prudencial, todos, incluso sus dos hijas le animaron a salir y divertirse, pero él se resistía. Al fin lo convencieron, y empezó a salir. Conoció a otra mujer.
Se llamaba Lucia, era divorciada y con un hijo de quince años. Rubita teñida, cuarenta y cuatro años bien llevados, regordeta y no muy alta, pero bien proporcionada, ésas eran sus medidas. Además muy simpática, con lo que se dieron los condicionantes para que el tipo acabara sucumbiendo a sus encantos.
La conoció en una baile de Villafranca; la soledad les unió. En dos o tres meses ya estaban viviendo juntos.
Al hijo de Lucia la idea de ver a su madre con un nuevo novio no le supuso ningún quebradero de cabeza. Cosa bien distinta fue la actitud de las hijas del tipo del que hablo, que se negaron en redondo a considerar a Lucia como algo sustancial en su vida
Lucía y el tipo se quisieron de veras. Vivieron juntos, los dos y los hijos de ambos bajo el mismo techo. Pero las relaciones se tornaron imposibles. Su hija mayor del tipo, testaruda, le amenazó con todo tipo de chantajes y ultimátum más o menos soterrados si continuaba el idilio. Al final consiguió enrarecer la convivencia.
Lucia y su hijo acabaron por abandonar su nuevo hogar dejando atrás escasos aunque maravillosos momentos de felicidad y mucha frustración. Al tipo la cosa le fue peor; por remordimientos y un insufrible complejo de culpa que le atenazó, transigió con los deseos de sus hijas. Hizo las paces con ellas a costa de su felicidad.
Pasó el tiempo y sus hijas no tardaron demasiado en emanciparse. La mayor se fue a vivir fuera del país. La otra encontró pareja y se instaló en un pisito en Cáceres con su novio, con lo que el tipo quedó más solo que la una. Además, sin ánimo de nuevas aventuras se fue sumiendo paulatinamente en una notable melancolía.
Un día, el tipo se despertó más resuelto que de costumbre y decidió ir en busca de Lucia. Cogió el coche y se presentó en su antiguo domicilio con la intención de pedirle perdón y suplicarle que volviera con él.
No la encontró, unas vecinas le informaron que había estado enferma, pero ya recuperada se mudó a otro pueblo al encontrar una nueva pareja. Así que, el tipo se refugió ensimismado en la soledad más absoluta, hasta el punto de coger una depresión de caballo.
El tipo a vuelto a salir, dos años después de lo de Lucia. Hace unos días lo vi; parece que se ha animado. Ha necesitado psicólogos. Está un poco mejor, aunque muy desmejorado.
Por cierto, al tipo lo conozco bien, es un íntimo amigo mío
Joaquín
precioso texto Joaquin.Me gusta mucho como escribes....bueno esta es una experiencia que la vida te da. No hagas caso de la gente ni si quiera tu familia...escucha tu corazón. Animo y adelante la vida esta llena de sorpresas.Un saludo
ResponderEliminarAsí somos los hijos, gracias por escribir estás historias, que son reflejos de la vida, misma
ResponderEliminarGracias, Abrazos
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