viernes, 15 de mayo de 2020

Del sexo y otras cosas..



Amiga...
Yo contemplé campos abiertos.
Y admiré cielos inmensamente azules.
Y oí algarabía de niños en remotas calles.
Y hasta un sinfín de viejos vi, creo recordar,
posando sus doradas senectudes 
en los bancos del parque.
Si, créetelo, yo paseé por avenidas infinitas 
a la luz de la luna.
Incluso hice el amor a la orilla del mar..
¡O quizás lo soñé!...
--Joaquín--


Decía San Jerónimo que el sexo era una perversidad. Él pensaba, incluso, que el matrimonio era sólo un grado menos que la fornicación. A su juicio el sexo era sucio en un sentido literal y concreto. Pero el caso es que una vez le acusaron de tener relaciones con Santa Paula de Roma (antes de ser Santa, claro). Aunque realmente nunca se demostró.
Los primeros cristianos apenas habían dado importancia a esto del sexo. Ni Jesús ni San Pedro, ni luego San Pablo se refirieron mucho a él. Sin embargo San Jerónimo y anteriormente San Ambrosio, del que fue secretario, si estaban obsesionados con él, pero en el sentido de verlo como algo muy pernicioso.
El Antiguo Testamento no hacía virtud del celibato, aunque era evidente que en el Nuevo si había una cierta tradición. No olvidemos que Jesucristo y San Pablo eran solteros. Así que según San Ambrosio los obispos debían serlos también. Dijo en alguna ocasión que una vida conyugal plena era incompatible con una carrera en la Iglesia. Es más, y abundando en lo del sexo, sugirió que el curso más apropiado para una mujer debía ser la virginidad. “Una mujer virgen podía redimir el pecado que sus padres habían cometido al concebirla”. Hasta ésta barbaridad llegó les llegó a sugerir a las damas.
Supongo que saben cuáles son los Cuatro Padres principales de la Iglesia;  pues San Ambrosio y San Jerónimo fueron dos de ellos. Ellos sentaron las bases del cristianismo tal y como lo conocemos hoy. Ellos recopilaron parte de las enseñanzas y doctrinas a tener en cuenta y desecharon otras muchas que consideraron herejes, falsas o menos importantes para la nueva religión que se estaba consolidando.
Estamos hablando de los siglos IV y V. Porque a partir del año 330 en el que el emperador Constantino dejó de perseguir a los cristianos e hizo de ésta religión la oficial del Imperio, digamos que todo era nuevo, habría que crear un base sólida de ideas y preceptos para que los cristianos viejos y la gran masa que se adherirían después tuvieran donde fijarse, qué leer y a quien seguir como modelo. Por cierto, los otros dos Padres de la Iglesia, por si no lo recuerdan son, San Agustín y Gregorio Magno. Todos ellos tipos consolidados, fuertes, de carácter y muy versados en las escrituras..
San Jerónimo fue un tipo áspero, duro y muy culto que sabía lo que quería. Había nacido en el siglo V en Dalmacia (Rumanía). Estudió en Roma y se empapó de los clásicos y de teología. Después de recorrer media Europa se marchó a Palestina a terminar de aprender hebreo para traducir la Biblia al latín (la Vulgata), que no es otra que la que tenemos actualmente en nuestras casas.
Curiosamente San Jerónimo es la figura más representada en cuadros y esculturas por pintores y escultores después de la Sagrada Familia. Y gracias a él se permitió de alguna manera desnudos femeninos en esas representaciones. Y es que una vez describió con crudeza inusitada un sueño erótico que tuvo en el que detallaba su sufrimiento para no sucumbir en la tentación ante hermosas mujeres desnudas que le acosaban.
En tiempos de San Jerónimo y San Ambrosio se extendió la costumbre de agenciarse con todas las reliquias de santos martirizados tiempos atrás. Fue una verdadera locura. Todos buscaban restos de mártires como amuletos para protección. Santa Helena, la madre de Constantino se acercó a los Santos Lugares a visitar los sitios por los que Jesús había vivido, y a pertrecharse de supuestos objetos con el que Él habría tenido relación. De Jerusalén se trajo entre otras cosas, el cuerpo de San Esteban (el primer mártir cristiano) la cabeza de Juan el Bautista, la silla de Santiago, las cadenas de San Pablo, la columna usada para flagelar a Cristo y la misma Cruz donde fue crucificado..
Para que se hagan una idea de hasta donde llegó esto de las santas reliquias, que Helena ordenó darle forma de freno para el caballo de su hijo a un clavo de la Cruz de Cristo. Con otro se hizo ella una diadema. Bueno, y Gregorio Magno tenía una cruz que contenía limaduras de la parrilla de San Lorenzo, o Hugo de Lincoln con un diente de San Benedicto enganchado a su anillo. En fin, eran otros tiempos. Tiempos en los que se consolidó todo lo que ahora es el cristianismo, lo bueno y lo malo..
Joaquín



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