Amiga...
Yo contemplé
campos abiertos.
Y admiré cielos
inmensamente azules.
Y oí algarabía
de niños en remotas calles.
Y hasta un sinfín
de viejos vi, creo recordar,
posando sus
doradas senectudes
en los bancos del
parque.
Si, créetelo, yo
paseé por avenidas infinitas
a la luz de la
luna.
Incluso hice el
amor a la orilla del mar..
¡O quizás lo
soñé!...
--Joaquín--
Decía San
Jerónimo que el sexo era una perversidad. Él pensaba, incluso,
que el matrimonio era sólo un grado menos que la fornicación.
A su juicio el sexo era sucio en un sentido literal y concreto. Pero
el caso es que una vez le acusaron de tener relaciones con Santa
Paula de Roma (antes de ser Santa, claro). Aunque realmente nunca
se demostró.
Los primeros
cristianos apenas habían dado importancia a esto del sexo. Ni Jesús
ni San Pedro, ni luego San Pablo se refirieron mucho a él. Sin
embargo San Jerónimo y anteriormente San Ambrosio, del
que fue secretario, si estaban obsesionados con él, pero en el
sentido de verlo como algo muy pernicioso.
El Antiguo
Testamento no hacía virtud del celibato, aunque era evidente que
en el Nuevo si había una cierta tradición. No olvidemos que
Jesucristo y San Pablo eran solteros. Así que según
San Ambrosio los obispos debían serlos también. Dijo en alguna ocasión que una vida conyugal plena era incompatible con una
carrera en la Iglesia. Es más, y abundando en lo del sexo, sugirió que el curso más apropiado
para una mujer debía ser la virginidad. “Una mujer virgen podía
redimir el pecado que sus padres habían cometido al concebirla”.
Hasta ésta barbaridad llegó les llegó a
sugerir a las damas.
Supongo que saben
cuáles son los Cuatro Padres principales de la Iglesia; pues San
Ambrosio y San Jerónimo fueron dos de ellos. Ellos
sentaron las bases del cristianismo tal y como lo conocemos hoy.
Ellos recopilaron parte de las enseñanzas y doctrinas a tener en
cuenta y desecharon otras muchas que consideraron herejes, falsas o
menos importantes para la nueva religión que se estaba consolidando.
Estamos hablando de
los siglos IV y V. Porque a partir del año 330 en el que el
emperador Constantino dejó de perseguir a los cristianos e
hizo de ésta religión la oficial del Imperio, digamos que todo era
nuevo, habría que crear un base sólida de ideas y preceptos para
que los cristianos viejos y la gran masa que se adherirían después
tuvieran donde fijarse, qué leer y a quien seguir como modelo. Por
cierto, los otros dos Padres de la Iglesia, por si no lo recuerdan son, San Agustín y Gregorio Magno. Todos ellos tipos
consolidados, fuertes, de carácter y muy versados en las
escrituras..
San Jerónimo
fue un tipo áspero, duro y muy culto que sabía lo que quería.
Había nacido en el siglo V en Dalmacia (Rumanía). Estudió en Roma
y se empapó de los clásicos y de teología. Después de recorrer
media Europa se marchó a Palestina a terminar de aprender hebreo
para traducir la Biblia al latín (la Vulgata), que no es otra que la
que tenemos actualmente en nuestras casas.
Curiosamente San
Jerónimo es la figura más representada en cuadros y esculturas
por pintores y escultores después de la Sagrada Familia. Y gracias a
él se permitió de alguna manera desnudos femeninos en esas
representaciones. Y es que una vez describió con crudeza inusitada un sueño erótico que
tuvo en el que detallaba su sufrimiento para no sucumbir en la
tentación ante hermosas mujeres desnudas que le acosaban.
En tiempos de San
Jerónimo y San Ambrosio se extendió la
costumbre de agenciarse con todas las reliquias de santos
martirizados tiempos atrás. Fue una verdadera locura. Todos buscaban
restos de mártires como amuletos para protección. Santa Helena,
la madre de Constantino se acercó a los Santos Lugares a visitar los
sitios por los que Jesús había vivido, y a pertrecharse de
supuestos objetos con el que Él habría tenido relación. De
Jerusalén se trajo entre otras cosas, el cuerpo de San Esteban (el
primer mártir cristiano) la cabeza de Juan el Bautista, la
silla de Santiago, las cadenas de San Pablo, la columna usada para
flagelar a Cristo y la misma Cruz donde fue crucificado..
Para que se hagan una
idea de hasta donde llegó esto de las santas reliquias, que Helena
ordenó darle forma de freno para el caballo de su hijo a un clavo de
la Cruz de Cristo. Con otro se hizo ella una diadema. Bueno, y
Gregorio Magno tenía una cruz que contenía limaduras de la parrilla
de San Lorenzo, o Hugo de Lincoln con un diente de San Benedicto
enganchado a su anillo. En fin, eran otros tiempos. Tiempos en los
que se consolidó todo lo que ahora es el cristianismo, lo bueno y lo
malo..
Joaquín
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