miércoles, 13 de mayo de 2020

A las cinco de la tarde...




Nos amamos los dos, pero de modo
que, con el alma ardiente y agitada,
con sólo vernos nos dijimos todo,
sin que los labios se dijeran nada.
Sólo sé que en un día de verano,
al verla sonreír con embeleso,
mi mano fría se llegó a su mano
y mi boca a su boca, y hubo un beso.
--Rubén Darío--


Teófilo Gautier fue un excelente escritor francés del siglo XIX. En 1840, tiempos de Isabel II, de Espartero y de O'Donnell, hizo un viaje a España y quedó sorprendido por lo que aquí vio. Él venía de un país muy avanzado y el nuestro aún era el lugar exótico del continente que todos los aventureros europeos querían visitar.
De su estancia en nuestro país se llevó de recuerdo la belleza de las mujeres hispanas; de las que aseguraba, por cierto, eran más guapas que sus compatriotas francesas. También las corridas de toros, aunque éstas, digamos que no fueron tan agradables para él. Las comparó con los espectáculos del circo romano en la arena, con sus gladiadores y la muerte de fieras.
Se sorprendió mucho que en Madrid hubiera toros todos los lunes del año, mañana y tarde. La plaza  –escribía en su diario-- estaba siempre llena hasta la bandera y doce mil personas se desgañitaban gritando emocionadas a sus toreros favoritos. A una corrida a la que asistió se mataron ocho toros y murieron catorce caballos. Imagino su asombro, como espectador y neófito  de la fiesta, ante tamaña exhibición sangrienta.
Los toros ya no son tan brutales ni tan imprescindibles como antes para los españoles. Y, aunque sigue siendo un compendio de tradiciones ancestrales, algunas cosas han cambiado para bien. Los caballos se protegen con petos, lo que hace casi imposible que sufran los daños de antaño y los toros a lidiar son menos; nunca pasan de seis..
Sepan que el mundo del toro siempre ha sido cosa de dos. En todas las épocas ha habido una fuerte rivalidad entre los dos más grandes. Se daba una especie de competición en la que los forofos de cada uno se enzarzaban en disputas y discusiones sobre la valentía y arte de su ídolo.. 

En los tiempos en los que Teófilo Gautier visitó España eran Cúchares y Chiclanero los dos que triunfaban por los ruedos del país. Pero cuarenta años antes paseaban sus palmitos por las plazas los dos, casi, reformadores de este antiguo arte, el gran Pedro Romero, que inauguró la conocida y castiza plaza de Ronda, (hijo y nieto ya de toreros) y Pepe Hillo, el sevillano elegante, ídolo de la aristocracia; se codeaba con ellos por palacios y salones de baile, incluida la Duquesa de Alba o la reina Maria Luisa y su amante Godoy, nuestro paisano
En contraposición a Pepe Hillo, Pedro Romero fue el torero del pueblo, de la clase humilde. Él decía que un buen torero no se hace con las piernas, sino con las manos. Mató a su último toro a los 77 años. A Pepe Hillo, sin embargo, lo mató el toro “Barbudo” en 1801 en Madrid que él mismo había escogido la tarde anterior. Le metió un cuerno por el estómago y le destrozó por dentro. La reina Maria Luisa estaba presente en la cogida, y el mismo Goya pintó al diestro en la mortal faena.
Al final del siglo XIX serían el cordobés Rafael Molina Sánchez, Lagartijo y el granadino Salvador Sánchez, Frascuelo, los dos grandes ídolos de la afición. Luego vinieron, Espartero, (que murió corneado en Madrid por el toro Perdigón. Su cadáver fue embalsamado y trasladado a su ciudad natal, Sevilla, donde le esperaban más de seis mil aficionados para darle su último adiós) y Bambita, otro sevillano de postín.
Miren qué anécdota más curiosa.. Acabada una corrida en La Coruña, le dijeron a Bambita que se quedara a dormir. Él dijo que no, que tenia que torear en Sevilla dos días mas tarde. Ante la impertinencia de uno que le dijo que eso estaba muy lejos, dijo Bambita: “Qué coño lejos; Sevilla está donde tiene que está, lo que está lejos es esto”.
A principios ya del siglo XX entran en escena Machaquito y Manuel Mejias, Papa Negro, el fundador de la dinastía de los Bienvenida. Y luego el sevillano Belmonte y Joselito “el Gallo”. 

El 20 de mayo de 1920 había toros en Talavera de la Reina; el cartel inmejorable, un mano a mano entre Ignacio Sanchez Mejías y Joselito, “el Gallo”. El quinto toro de la tarde, “Bailador”, negro bragao y tuerto, se cebó con Joselito. El cuerno derecho le destrozó el vientre. Fue un día de luto nacional. 

--¡Oh, nada menos que Joselito, muerto por un toro!. --La noticia corrió como la pólvora por todo el país. La relevancia de su muerte queda reflejada en el telegrama que envió Rafael Guerra “Guerrita” a Ignacio Sanchez MejíasImpresionadisimo y con verdadero sentimiento te envío mi más sentido pésame. ¡Se acabaron los toros!.”
Ya avanzado el siglo XX llegaron Rafael Gómez Ortega, El Gallo, hermano de Joselito e Ignacio Sánchez Mejías. De éste último conocemos los poemas dedicados a su muerte en 1934 en la plaza de toros de Madrid, de Federico García Lorca y de Alberti. Luego vinieron Cagancho y Chicuelo. Y más tarde Domingo Ortega y Manolete, y Carlos Arruza y Antonio Bienvenida y Dominguín y Antonio Ordoñez, y Diego Puerta y Paco Camino, y Curro Romero y Palomo Linares, y Paquirrri, y Manzanares y El Niño de la Capea, y... 
En fin, es verdad que los toros ya no son lo que eran. Pero sepan que antes suscitaban más pasiónes que el fútbol. Ahora éste le da cuarenta vueltas en importancia y número de aficionados. Aunque también esto es cosa de dos, el Real Madrid y el Barcelona.. Si, no lo duden, la cosa siempre es de dos..
Joaquín



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