viernes, 9 de noviembre de 2018

La ordinaria muerte de un hombre solo




No pudo ser..

Tú que merecías la vejez prometida

por tanto sudor derramado;

tú que llegaste a la vida en un páramo sediento

y nos dejaste un vergel opulento,

qué mal salario te dimos, qué poco caso te hicimos.

Descansa en paz, amigo, y perdona nuestra ingratitud.

Ojalá la tierra que te cobija ampare tus méritos;

tus hijos, incomprensiblemente, te olvidamos..

--Joaquín--



No sabía quién era ni cómo se llamaba; tampoco sabía qué hacía, ni su oficio ni aficiones. A veces lo veía pasar por la calle, solo y triste; su soledad me conmovía. 

---¿Desde cuándo nadie entra en su casa?---le pregunté un día a un vecino---¿quién fue su última visita?

---Ufffff, ya ni me acuerdo---me dijo---bueno, sí, quizás aquella vecina de toda la vida antes de que los hijos la llevaran al asilo. Sí, tal vez fuera ella...

---¿Y de los hijos, qué fue de sus hijos?---quise saber

---Tiene dos---me respondió---su pequeña Luisa, casada con un ingeniero; viven en el Canadá, y un nieto suyo de cuatro años que no ha conocido siquiera. Y luego está Miguel, su hijo mayor, en La Coruña reside; hace tiempo que no se hablan, por desavenencias. Y es que desde que Marisa murió todo es un desastre.

Marisa, su mujer, se le fue sin avisar, sin enseñarle a vivir.. Ni se imaginaba lo que le esperaba. ¡Uy, si ella le hubiera visto así, tan triste, tan desmejorado, tan desaliñado, según era! Se hubiera vuelto a morir de la pena.

La de veces que habría pensado que no merecía la pena seguir. Si ha aguantó unos años sin ella fue porque sus fuerzas le permitían, aún echándola tanto de menos, pero se quedó sin energía, sin ganas... Al cielo debió pedirle que se lo llevara a su lado cuanto antes.

Nadie se interesó por su vida ni por su circunstancias, me consta. Yo, por ejemplo, que lo veía deambular por el barrio, apenas supe de él que era muy viejo, que estaba solo y cansado, y que salía a la calle porque se ahogaba de melancolía.. 

Por cierto, cuando lo encontraron muerto hace unos días, advertido por el nauseabundo olor que desprendía su cuerpo después de mucho tiempo olvidado, otro vecino me recordó: "¡Ah, sí, ése viejo huraño que siempre iba solo!".. 

Y ni una sola reseña, ni una mísera nota apareció a la mañana siguiente en la prensa. Nadie derramó por él una sola lágrima.... Pero eso a nadie le importa..

Joaquín





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