En
costa lejana
y
en mar de pasión,
dijimos
adioses
sin
decir adiós.
Y
no fue verdad
la
alucinación.
Ni
tú la creíste
ni
la creo yo
(Gabriela
Mistral)
Hubo
una vez en la antigua Grecia una cortesana o Hetaira (prostituta de
lujo), Mnesarete se llamaba; era tan guapa que según las crónicas
de época quizás fuese la mujer más hermosa de la historia de ese
país. Sirvió de modelo al gran escultor Plaxíteles para realizar la
famosa “Venus de Cnido”. También inspiró al pintor Apeles para
su “Afrodita”.
Un
día Mnesarete rechazó al rico ciudadano Eutías que quería yacer
con ella, y éste, indignado, la denunció por impiedad; lo peor que
podían acusar a un ciudadano griego en esa época. Durante el juicio, su abogado
defensor viendo que los argumentos no valían para exculparla, le dijo que se desnudara, y dirigiéndose al jurado les previno:
“Olvidad si os parece los anteriores argumentos” ¿No lamentaréis
condenar a ésta Diosa? Tan convincentes fueros sus palabras y la
visión del cuerpo de la chica que salió absuelta.
Esto del sexo, en la mayoría de la gente debe ser, imagino,
una necesaria prioridad entre los quehaceres sentimentales o físicos
cotidianos, pero hay excepciones puesto que para algunos individuos
el sexo lo es todo. Pero nada más lejos de mi intención criticar
voluntades, allá cada cuál con su deseos y apetencias, faltaría
más. Incluso éstos están de suerte, hoy en día hay terapias que ayudan a
superar esta, digamos, erótica adicción.
Antiguamente, sin embargo, no era así, porque miren qué historias
más curiosas...
No
sé si habrán oído hablar de la gran Lola Montes, la bailarina y
cantante del siglo pasado. A pesar de que ella aseguraba haber nacido en
Sevilla, realmente lo hizo en Irlanda, aunque su madre era andaluza.
Era muy bella y ya desde pequeña se dio cuenta que podía sacar buen
provecho de su maravilloso cuerpo. Tuvo infinidad de
amantes, gente importante de toda Europa se la rifaban, como el compositor Franz
Liszt, Alejandro Dumas, el escritor, o nada menos que el rey Luis I
de Baviera, que se enamoró de ella hasta las trancas.
Pero
no solo era bella, sino que fue mejor amante. Una vez éste rey le contó
a un escritor amigo suyo que: “la Montes podía realizar milagros
con sus partes intimas” y se convenció de ello cuando “logró
que tuviese diez orgasmos en un periodo de veinticuatro horas”. Y
mira cómo se las gastaba la guapa Lola, que una vez rechazó acostarse con
el virrey de Polonia, nada menos, porque tenia dentadura postiza. Y no le faltaba razón a la moza...
Lo
de Charles Dickens, el mejor escritor inglés de la historia, también
tiene migas la cosa. No solo se acostaba con su mujer, Kate, cosa lógica,
sino que lo hacía con las dos hermanas de ésta, Mary y Georgina. Vivían todos
juntos juntos en la misma casa... Ignoro si estos regocijos eran consentido por todas...
Y,
qué me dicen del enemigo público número uno de Los Estados Unidos,
John Dillinger. Éste delincuente, el más buscado por la policía,
fue muerto a tiros en 1934. Pues resulta que cuando fueron a hacerle la autopsia el compadre tenía un miembro descomunal, media, pásmense, 50
centímetros, y no me refiero a su pistola, precisamente. Y es que
teniendo en cuenta que la media del común de los mortales masculinos
es de unos 15 cmts. No digo más; mejor me callo...
Otro
que tampoco la tenia pequeña fue el “memo” de Fernando VII. Pero
la historia de éste patán es más conocida. A la pobre María
Cristina le aconsejaron que usara una almohadilla con un agujero en
el centro y se la colocara en la vagina cada vez que tuvieran
relaciones. Claro que, otra cosa sería el brío del pene, teniendo en
cuenta que su dueño estaba ya hecho una piltrafa...
Mucho
más placentera fue la vida sexual de nuestro insigne Lope de Vega.
Éste fue excesivo para todo; para escribir, para vivir, para el
sexo, en fin... Se le reconocen docenas de amantes e hijos. Fíjense
si fue garañón el tío que con más de sesenta años se amancebó
con una chica de veinte, Marta Henares que le dio otro hijo, y
después con Jerónima Burgos, otra jovencita. Para tapar su
vergüenzas amatorias se metió en un convento pero, no crean que
acabaron aquí sus andanzas sexuales, ¡Qué va! Él "pavo" siguió
conquistando, y amando hasta el final de sus días. Lo dicho, los hay
que nacen con estrellas...
Joaquín
Yerga
19/11/2018
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