¡Qué manera de morir tienen algunos!...
Como
en un libro abierto
leo
de tus pupilas en el fondo.
¿A
qué fingir en los labios
risas
que se desmienten con los ojos?
¡Llora!
No te avergüences
de
confesar que me quisiste un poco.
¡Llora!
Nadie nos mira.
Ya
ves; yo soy un hombre...y también lloro.
(Bécquer)
Miren
que historias mas curiosas han ocurrido en el pasado. Los protagonistas fueron personajes
importantes que han muerto de manera singular en épocas pretéritas.
Sin embargo, las causas que les hicieron sufrir y morir están a la
orden del día y les puede pasar a cualquiera... No lo duden, andesen
con cuidado que el enemigo acecha...
Hubo
una vez un Papa de Roma llamado, Adriano IV. Se
sentó éste buen hombre en la poltrona vaticana allá por el siglo
XII. Un
día volvía a su residencia tras haber pronunciado un duro sermón
en una iglesia de Roma. Había despotricado tanto contra el emperador Federico I, que incluso llegó a excomulgarle. Como hacía mucho calor y venía
sofocado, paró un momento a echar un trago de agua fresca en una
fuente con tan mala suerte que una mosca se le quedó atragantada en
la garganta. El hombre pataleó, gritó, y se puso hasta azul por la
asfixia que le ahogaba pero, ni los acompañantes que enseguida le
auxiliaron ni los médicos que acudieron con urgencia pudieron hacer
nada. Allí mismo estiró la pata. Se ignora el tamaño del suspiro
de alivio que pegó Federico I, pero no tuvo que ser pequeño,
precisamente...
Otra
manera peculiar de morir la tuvo la Zarina de todas las
Rusias, Catalina “La Grande” ¡Con lo que fue
ella! ¡Con lo que mandó! ¡Con lo que fornicó! Sí, porque todo
hay que decirlo. Famosa fue por sus escarceos amorosos y por la
cantidad de amantes que pasaron por su lecho. Bueno, pues la pobre
murió de una manera digamos, poco digna, expiró mientras
hacía sus necesidades en el retrete. Un cólico letal acabó
con su vida...
Y
miren cómo se fue de este ingrato mundo el tirano de Siracusa
(Sicilia) Agatocles, que vivió allá por el siglo IV
a.c. Un palillo de dientes se le atragantó. Aunque hubo
malintencionados que aseguraban que el mondadientes estaba
envenenado. Y es que enemigos no le faltaban..
Muy
conocida fue la muerte del eminente filosofo inglés Francis
Bacon en 1626. Éste hombre experimentaba con todo lo que se
le ponía a mano; era una mente inquieta. Probando cómo afectaría
el frío a la putrefacción de los alimentos, rellenó el interior
del cuerpo de una gallina con nieve de las montañas; agarró tal
pulmonía que se quedó el pobre con las ganas de conocer los
resultados...
Seguro
que saben de la horrible muerte en 1916 del compositor y pianista
español Enrique Granados, autor de obras tan
conocidas como, Goyescas o Danzas españolas. Viajaba junto a su
mujer en un vapor hacia Inglaterra a dar un concierto cuando un
torpedo alemán lanzado desde un submarino fue a dar en su barco. La
cosa fue de poca importancia, de hecho el barco siguió su ruta, pero
Enrique se puso tan nervioso que entró en pánico. Hasta tal punto
fue la cosa que, totalmente histérico subió a cubierta y se tiró a
las turbulentas aguas del Mar el Norte. Su mujer, que presenció la
escena se lanzó a por él, pero fue una temeridad,
murieron los dos ahogados.
Otro
que murió en el retrete fue el rey Fernando VI, hermano
de Carlos III. Éste pobre le entró tal melancolía al morir su
mujer Bárbara de Braganza, que se dejó morir. No se cambiaba de
ropa, no se lavaba ni se peinaba; acabó sus días en la real
taza del váter como un salvaje. Imagino que para sacarlo de
allí acabarían con las mascarillas de palacio.
Peor,
por su testarudez, fue la horripilante muerte del gran Sigmund
Freud; ya saben el padre del psicoanálisis. Le
diagnosticaron un cáncer de mandíbula, a pesar de lo cual siguió
fumándose entre 15 y 20 puros al día. En los últimos años de su
vida fue operado 31 veces. Al final le suplicó a su médico que le
inyectara una fuerte dosis de morfina para acabar su sufrimiento. En
fin... Qué muertes más espantosas. Claro que, a ver qué nos espera
al resto... ¡Dios mío, que nos sea leve! A mí que me pille
durmiendo...
Dicho
queda...
Joaquin
Yerga
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