¡Ay de mi!.
Cuántas veces, arrobado
en la
contemplación de una quimera,
me olvidé de la
noble compañera
que Dios puso a mi
lado.
-¡Siempre estás
distraído!-- me decía;
y yo, tras mis
fantasmas estelares,
por escrutar
lejanos luminares
el intimo lucero
no veía.
Ella, que iba
conmigo de la mano,
es hoy lo más
lejano:
los astros están
cerca, pues los veo..
--Amado Nervo--
¿Alguna vez han
pensado qué sería de nosotros si no existieran platos tan
suculentos como las pizzas y los espaguetis, o bebidas como el
café expreso? ¿Y cómo sería el mundo sin Miguel Ángel,
sin Leonardo Da Vinci, sin El Vaticano, sin la ciudad de Roma?
Evidentemente ni se lo plantean, lo tenemos ya tan asumido como algo
propio, algo de toda la vida que se nos hace difícil prescindir de
ellos.
Al igual que la
italiana, hay tres o cuatro culturas más que sin ellas el mundo no
seria tal y como lo conocemos ni de coña. Podríamos haber vivido
perfectamente, y que me perdonen, sin los chinos, los japoneses o los
hindúes pero, imagínense por un momento que no hubieran existido ni
Alemania, ni Francia ni Inglaterra y por supuesto ni Italia
como acabo de sugerir ¿Qué mundo tendríamos entonces? Pues
no hace falta que hagan muchas conjeturas, un mundo muchísimo peor
del que tenemos.
A estos cuatro
países, a los que les debemos tanto la humanidad, les une su manera
de entender la vida, principalmente en lo económico y social. Todos
y cada uno de ellos son y han sido desde sus inicios de cultura
occidental y economía de mercado. Sí, no exagero, todos lo han sido
y por eso ahí se ha inventado todo, sino de qué... Representan
apenas el 3% de la población mundial y sin embargo su influencia ha
sido transcendental.
No me digan que
viviríamos igual que lo hacemos sin los avances tecnológicos
conseguidos, o sin los adelantos médicos y sociales, y hasta
deportivos que han surgido en Europa occidental, porque no me lo
creería. ¿Qué sería de nosotros sin la maquinaria alemana, sin
sus músicos y filósofos?. O
sin la comida francesa y sus quesos y sus vinos, y las
inolvidables historias de Víctor Hugo, Alejandro Dumas o Julio
Verne. Por no hablar de Inglaterra, la cuna de la civilización
moderna, y también de sabios como Newton, Darwin o el mismísimo
genio de las letras Shakespeare... o los Beatles. No,
definitivamente, sin ellos no seríamos los mismos.
¿Y nosotros los
españoles? No es por nada, pero si no hubiésemos existido
tendrían que habernos inventado porque, si bien es cierto que no
hemos sido precisamente unos linces en inventar nada práctico,
(acuérdense de aquello que dijo una vez con ironía Unamuno “¡que
inventen ellos!”), sin embargo, aunque solo sea por nuestro
exotismo a ojos de aventureros y soñadores y nuestra diferencia con
el resto (“Spain is diffetent” que decía el eslogan aquel
de los años sesenta y tan verdadero, por cierto) ya mereceríamos un
puesto de honor en la cultura europea y mundial.
Nosotros, digamos que hemos sido el contrapunto al resto, porque, no duden que pocas
diferencias han habido entre cualquier país de Europa occidental,
pero si las hubo y abismales con respecto al nuestro; aún las hay.
Los españoles tal vez aportáramos a la civilización humana nuestra
lengua, tan universal; el ser protagonistas de muchos de los
guiones de novelas, libros y óperas escritas durante siglos por
nuestro carácter indómito, y nuestra naturaleza tan diversa,
escenario de gozo y disfrute de muchos sufridos europeos que nos
escogen para descansar.
Qué duda cabe que
hoy todo ha cambiado, ya no somos el referente para la humanidad,
nuevas culturas como la norteamericana, la japonesa o más
recientemente la china han tomado el relevo del progreso y la
tecnología, pero no duden que todos ellos han mamado y copiado de la
nuestra, la europea.
Dicho queda...
Joaquín Yerga
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