viernes, 16 de noviembre de 2018

La otra noche de los cristales rotos...





El cuento es muy sencillo:
Usted ama,
se transfigura y ama
por una eternidad tan provisoria
que hasta el orgullo se le vuelve tierno
y el corazón profético
se convierte en escombros.
(M.Benedetti)


La noche del 28 de noviembre del año del señor del 641 las tropas árabes del califa Omar tomaron al asalto la mítica ciudad de Alejandría, en Egipto. Durante seis meses consecutivos fueron quemando los cientos de miles de libros, pergaminos, rollos de papiro y legajos que contenía su biblioteca para mantener el fuego de los más de 4.000 baños públicos de la ciudad. La biblioteca, la más impresionante de la antigüedad, había sido fundada por Ptolomeo I, (general de Alejandro Magno y antepasado de Cleopatra) allá por el siglo III a.c.
Alejandría, actualmente la segunda ciudad más importante de Egipto, tuvo un pasado esplendoroso. Su nombre alude a Alejandro, llamado el Magno por llegar el tío donde llegó. Alejandro Magno fue un general macedonio y de cultura griega que gracias a su habilidad guerrera y valentía fue capaz de conquistar no sólo toda Grecia en poco tiempo, sino que lo hizo de media Asia y de Egipto. Sin embargo...
Alejandro, al ser hijo de reyes y por todo lo que hizo se le subió un poco el éxito y arrogancia a la cabeza porque, además de sus increíbles conquistas de vez en cuando se ponía burro. En una de éstas burradas mató de un sablazo (y no de dinero precisamente) a su mejor amigo en un arrebato de cólera. Otras veces ¡Mira tú! le daba por fundar ciudades (unas 70) y ponerle a todas de nombre Alejandría en su honor. Claro que no sabemos si lo ponía directamente él o fueron sus generales los que, por hacerle la pelota o por su magnificencia, los que lo hacían.
Alejandría una vez muerto Alejandro (murió a los 33 años), prosperó un montón gracias a sus herederos. A su muerte, sus generales se repartieron el imperio conquistado, y Egipto le tocó a uno de los mejores, Ptolomeo. Pues con éste, que se hizo nombrar rey después y sus sucesores, entre las que estaba Cleopatra, Alejandría se transformó en la ciudad más importante del Mediterráneo.
Alejandro le tenia especial cariño a la ciudad; tanto que dejó escrito en su testamento que quería ser enterrado en ella. Sus generales lo hicieron pero mantuvieron en secreto el lugar de su tumba temiendo que fuera profanada algún día. Y miren si prolongaron el secreto de su ubicación que aun no se ha encontrado. Es uno de los grandes misterios de la historia, y anhelo, por cierto, de arqueólogos e historiadores.
Alejandría, cuyos habitantes eran de cultura griega, sustituyó a Atenas y a otras ciudades helenas como emporio de riqueza y de arte. Se hicieron preciosos palacios, enormes mansiones, esplendorosos museos etc. pero uno de sus emblemas más conocidos fue el Faro, llamado así por estar ubicado en una islita del mismo nombre, junto al puerto. y fue tan superconocido en la antigüedad que a todos los ingenios del mundo creados para alumbrar en las noches oscuras a los barcos que se acercaban a la costa le llaman Faros. No obstante...
La institución más extraordinaria de Alejandría fue su biblioteca. Los personajes más poderosos de la época hicieron asombrosas aportaciones de fondos, muchas de ellas millonarias en libros, como Julio César o Marco Antonio. Éste último trasladó todo el contenido de la biblioteca de Pérgamo, la segunda más importante del imperio Romano, a la de Alejandría (un millón de libros) ¡Ahí es nada!.. En Alejandría iban a estudiar, mirar o aprender muchos de los mejores científicos y sabios del mundo. Por ahí pasaron y en su biblioteca consultaron tipos como: Aristarco (revolucionó las matemáticas) Eratóstenes (hizo el primer mapa del mundo) Galeno (el mejor médico de la antigüedad) o Estrabón (uno de los mejores historiadores y el primero en realizar un mapa de España) por citar solo algunos. Pero...
Los hombres somos capaces de hacer lo más hermoso, y también lo más bárbaro; construimos las mejores maravillas nunca vistas y destrozamos todo lo hecho en arrebatos místicos o de poder, y la biblioteca de Alejandría no iba a ser menos. Y es que... 
La primera vez que estuvo a punto de desaparecer fue en un incendio que provocó en el puerto el propio Julio César en el año 48 a.c. para salvar su pellejo pues le atosigaba el enemigo. El incendio llegó a quemar parte de la estructura pero afortunadamente se salvó. La segunda vez fueron motivos religiosos... Los obispos cristianos más fanáticos, recién convertidos a la nueva religión, se quejaban de que la biblioteca era un centro de apostasía y paganismo y azuzaron a las masas que, enfurecidas la asaltaron y destruyeron gran parte de su fondos (acuérdense de la película de Amenábar “Hipatia”, ésa filósofa que murió dentro de ella por intentar defenderla) Aun así aguantó unos siglos más, aunque ya no era la misma... Y llegaron los árabes en el año 642, dispuestos a todo; pero esto ya lo he contado al principio..
Dicho queda...
                                                                     Joaquín Yerga
                                                                    



No hay comentarios:

Publicar un comentario