La otra noche de los cristales rotos...
El
cuento es muy sencillo:
Usted
ama,
se
transfigura y ama
por
una eternidad tan provisoria
que
hasta el orgullo se le vuelve tierno
y
el corazón profético
se
convierte en escombros.
(M.Benedetti)
La
noche del 28 de noviembre del año del señor del 641 las tropas
árabes del califa Omar tomaron al asalto la mítica ciudad de
Alejandría, en Egipto. Durante seis meses consecutivos fueron
quemando los cientos de miles de libros, pergaminos, rollos de papiro y
legajos que contenía su biblioteca para mantener el fuego de
los más de 4.000 baños públicos de la ciudad. La biblioteca, la
más impresionante de la antigüedad, había sido fundada por
Ptolomeo I, (general de Alejandro Magno y antepasado de
Cleopatra) allá por el siglo III a.c.
Alejandría,
actualmente la segunda ciudad más importante de Egipto, tuvo un
pasado esplendoroso. Su nombre alude a Alejandro, llamado el Magno por llegar el tío donde llegó. Alejandro Magno fue un general
macedonio y de cultura griega que gracias a su habilidad guerrera y
valentía fue capaz de conquistar no sólo toda Grecia en poco
tiempo, sino que lo hizo de media Asia y de Egipto. Sin embargo...
Alejandro, al ser hijo de reyes y por todo lo que hizo se le subió un poco el éxito y arrogancia a la cabeza porque, además de sus increíbles
conquistas de vez en cuando se ponía burro. En una de éstas
burradas mató de un sablazo (y no de dinero precisamente) a su mejor
amigo en un arrebato de cólera. Otras veces ¡Mira tú! le daba por
fundar ciudades (unas 70) y ponerle a todas de nombre Alejandría en
su honor. Claro que no sabemos si lo ponía directamente él o fueron
sus generales los que, por hacerle la pelota o por su magnificencia,
los que lo hacían.
Alejandría una vez muerto Alejandro (murió a los 33 años), prosperó un montón
gracias a sus herederos. A su muerte, sus generales se repartieron el
imperio conquistado, y Egipto le tocó a uno de los mejores,
Ptolomeo. Pues con éste, que se hizo nombrar rey después y sus
sucesores, entre las que estaba Cleopatra, Alejandría se
transformó en la ciudad más importante del Mediterráneo.
Alejandro
le tenia especial cariño a la ciudad; tanto que dejó escrito en su
testamento que quería ser enterrado en ella. Sus generales lo
hicieron pero mantuvieron en secreto el lugar de su tumba temiendo
que fuera profanada algún día. Y miren si prolongaron el secreto de su
ubicación que aun no se ha encontrado. Es uno de los grandes
misterios de la historia, y anhelo, por cierto, de arqueólogos e
historiadores.
Alejandría,
cuyos habitantes eran de cultura griega, sustituyó a Atenas y
a otras ciudades helenas como emporio de riqueza y de arte. Se
hicieron preciosos palacios, enormes mansiones, esplendorosos museos
etc. pero uno de sus emblemas más conocidos fue el Faro,
llamado así por estar ubicado en una islita del mismo nombre, junto
al puerto. y fue tan superconocido en la antigüedad que a todos
los ingenios del mundo creados para alumbrar en las noches oscuras a
los barcos que se acercaban a la costa le llaman Faros. No
obstante...
La
institución más extraordinaria de Alejandría fue su biblioteca.
Los personajes más poderosos de la época hicieron asombrosas
aportaciones de fondos, muchas de ellas millonarias en libros, como
Julio César o Marco Antonio. Éste último trasladó todo el
contenido de la biblioteca de Pérgamo, la segunda más importante del imperio Romano, a
la de Alejandría (un millón de libros) ¡Ahí es nada!.. En
Alejandría iban a estudiar, mirar o aprender muchos de los mejores
científicos y sabios del mundo. Por ahí pasaron y en su biblioteca
consultaron tipos como: Aristarco (revolucionó las matemáticas)
Eratóstenes (hizo el primer mapa del mundo) Galeno (el mejor médico
de la antigüedad) o Estrabón (uno de los mejores historiadores y el
primero en realizar un mapa de España) por citar solo algunos.
Pero...
Los
hombres somos capaces de hacer lo más hermoso, y también lo más
bárbaro; construimos las mejores maravillas nunca vistas y destrozamos todo lo hecho en arrebatos místicos o de poder, y la biblioteca de
Alejandría no iba a ser menos. Y es que...
La primera vez que estuvo a punto de
desaparecer fue en un incendio que provocó en el puerto el propio
Julio César en el año 48 a.c. para salvar su pellejo pues le
atosigaba el enemigo. El incendio llegó a quemar parte de la
estructura pero afortunadamente se salvó. La segunda vez fueron
motivos religiosos... Los obispos cristianos más fanáticos, recién
convertidos a la nueva religión, se quejaban de que la biblioteca era
un centro de apostasía y paganismo y azuzaron a las masas que,
enfurecidas la asaltaron y destruyeron gran parte de su fondos
(acuérdense de la película de Amenábar “Hipatia”, ésa
filósofa que murió dentro de ella por intentar defenderla) Aun así
aguantó unos siglos más, aunque ya no era la misma... Y llegaron los árabes en el año 642, dispuestos a todo; pero esto ya lo he contado al principio..
Dicho
queda...
Joaquín
Yerga
No hay comentarios:
Publicar un comentario