La importancia de tu nombre...
El dormir es como
un puente
que va del hoy al
mañana.
Por debajo, como
en un sueño,
pasa el agua, pasa
el alma.
(J.R. Jiménez)
Estarán conmigo que
las tonterías y estupideces dichas o hechas no son patrimonio de
nadie, ni de ningún pueblo ni país, ni tampoco, por supuesto, de
ningún individuo. Todos estamos expuestos a cometerla alguna vez o
muchas veces, solo que algunos las hacen tan gordas que luego quedan
para mofa del “respetable” toda una eternidad. Ahora les cuento
porqué digo esto...
Cuando en la
Revolución rusa de 1917 se impusieron definitivamente los comunistas
más exacerbados, comandados por el camarada Lenin, una
de las primeras medidas que tomaron fue hacerle un juicio, pásmense,
nada menos que a Dios. Imagino que le culparían, poco
menos, que de connivencia con los ricos y con los zares en detrimento
de los proletarios y de los pobres ¡Ya ven!. Bueno, pues aunque no
se lo crean se celebró la vista ante un Tribunal Popular presidido
por el comisario de instrucción pública, el camarada Anatoly
Lunacharsky. ¿Y saben cual fue el veredicto final?... Imagínenselo,
fue declarado culpable y condenado a la pena máxima que se
ejecutaría al amanecer del día siguiente. Y, efectivamente, a la
mañana siguiente, al alba, una compañía de oficiales disparó una
salva de fusilería enfocando las armas al cielo. No tengo datos para
creer si fue un juicio justo y si algún jurista se atrevió a
ejercer de abogado defensor, pero según estaba el patio en esas
primeras jornadas de la Revolución, dudo que nadie se atreviera...
Pero, siguiendo con
las tonterías y simplezas mayúsculas de las que está la historia
tan llena que rebosa; fíjense que les ocurrió a unos enviados del
rey francés Felipe II, en España... Unos cuantos siglos antes de la
revolución rusa de la que hemos hablado, Luis, el hijo de este rey
francés quería una mujer para casarse, y vinieron a nuestro país a
buscarla, exactamente a la corte del rey Alfonso VIII, que gobernaba
entonces Castilla. Éste último tenia dos hijas; una bien hermosa de
cuerpo y alma pero de horrible nombre; Urraca se
llamaba la moza. La otra, fea hasta aburrir y de cuerpo enclenque,
sin embargo su nombre hermoseaba todo su ser; por Blanca,
nada menos, atendía la pobre.
Nada más llegar a la
corte de Castilla los embajadores franceses exigieron entrevistarse
con las chicas para escoger la más idónea. Les presentaron a las
dos y enseguida fueron conscientes de la gran diferencia de belleza
entre ambas. No obstante había un pero; al decirles el nombre de
cada una y ante la imposibilidad de pronunciar en francés Urraca (que
era la guapa) se quedaron con la fea de bonito nombre. Esto demuestra
que una simple tontería puede cambiar el signo de la historia
Más
adelante, Blanca se convirtió en reina de Francia
al casarse con LuIs VIII, y madre por tanto de San Luis,
el hijo de ambos. Se la conoció como Blanca de Castilla y fue una
mujer ejemplar. No sé si a ésta historia se le puede aplicar
aquello de: "La suerte de la fea la guapa la desea"..
Juzguen ustedes.
Joaquin Yerga
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