Amiga..
Tan tenue es la
línea que separa
tu realidad y mi
fantasía que las confundo..
Tan leve y sutil
el hilo que engancha
tu vida y mis
sueños que me desorienta..
¡Qué próxima y
real tu maravillosa certeza!..
¡Qué ilusas mis
ficciones!..
Lo sé, vivo de
utopías y quimeras.
Prefiero tenerte
en mis sueños.
Y es que
la realidad me angustia.
Sé que no me
quieres..
Joaquín--
¿Si yo les dijese
que un Papa de Roma; sí, nada menos que el jefe de la Iglesia Católica, el intermediario entre Dios y los hombres aquí en la
tierra fue apalizado y muerto por un tipo que lo pilló en la cama
con su señora se lo creerían? Pues créanselo, porque es verdad.
Al marido cornudo le
costaba creer que su mujer, lozana y hermosa pero tan casta, yaciera
en la cama nada menos, que con el mismísimo Papa. Pero ante las
evidentes pruebas que le proporcionaba un amigo suyo, ujier del
Vaticano para más señas, no tuvo más remedio que ir a comprobarlo
con sus propios ojos.
Cierto día de mayo y
gracias a la inestimable ayuda que le suministró su amigo fue capaz
de traspasar los controles que daban acceso a los aposentos papales.
Entró sigilosamente en la cámara privada del Papa y los pilló “in
fragti”. Allí estaban, los dos duro que te pego jadeando de placer como posesos..
Se ignora qué pasó
por la cabeza del cornudo, pero tuvo que ser algo muy gordo.
Posiblemente se pusiera rojo de ira y, a punto de estallar, se lió a
palos con el Sumo Pontífice hasta dejarlo molido a golpes. Incluso
algún grueso bastón de mando o báculo papal repujado con bronce y
oro, quizás expuesto en alguna vitrina a modo magnificencia y poder,
sirviera al interfecto que ni de perlas para soltarle una retahíla
de garrotazos. Imagino que el Pontífice garañón no tuvo tiempo
siquiera de saltar de la cama, tapar sus vergüenzas con su túnica,
ni calzar sus desnudos pies para salir “por patas” de aquel
infierno de mamporros que le había caído encima...
Al pobre Juan XII,
que ése era el nombre del Papa apaleado, no creo que le quedaran
ganas de repetir hazañas amorosas. Posiblemente arrepentido de su
furor sexual que le llevó a quedar postrado sin poder mover ni las
pestañas del dolor, relataría sus enormes pecados a su confesor antes de morir.
Tiempo tuvo para eso; agonizó durante tres días... Nada se sabe, por
cierto, del marido cornudo ni de su lozana mujer, aunque por nada del
mundo me hubiese gustado estar en el lindo pellejo de está última...
Éste episodio sucedió en el año 964 del Señor, pero...
En 1490, es decir, un
par de años antes de que Colón llegara a América, se
contabilizaron en la ciudad de Roma, según un censo realizado por
encargo del Papa Inocencio VIII, 6.800 prostitutas y cortesanas al
servicio del disoluto clero romano; ¡vamos!, a disposición de
cardenales, obispos y algún Papa que otro.
No quiero que piensen
que incido con cierta ojeriza en airear las lindezas de algunos
indignos mandatarios que han posado su trasero en el solio
vaticano; nada más lejos de mi intención, pero es que lo buenos
Papas, que lo han habido y muchos, no son noticia. De sobra nos es
conocido uno de los más inmorales y fornicadores de todos, nuestro
compatriota Alejandro VI, el Papa Borgia, pero hubo otro que
le superó en perversidad, el Papa de la paliza, Juan XII.
Si, éste pájaro hizo
de todo y nada bueno para llegar al pontificado. Por ejemplo fue
nombrado Papa a los 17 años, imagínense. Nada más llegar al poder
se hizo rodear de una pandilla de maleantes y asesinos a sueldo que
le ayudaban en sus malvadas correrías. Según cuentan las crónicas
se quedó con el tesoro pontificio para pagar sus deudas de juego. En
palabras de algunos contemporáneos, el Vaticano era un burdel
repleto de sus muchas amantes. Y miren hasta qué punto alcanzó su
malicia que llegó a violar peregrinas que iban a San Pedro en
penitencia. En fin, siendo así la cosa, justa muerte tuvo este
mangante...
Dicho queda...
Joaquín
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