martes, 2 de octubre de 2018

En tus manos me encomiendo...







Amiga..
Me acostumbraste a tu insistencia.
Has conseguido alterar de manera irreversible
el sosiego de mis madrugadas.
Te has convertido, acaso a sabiendas,
en pícara cómplice de mi corazón.
Él y tú os habéis confabulado
para hacerme dependiente de tus caprichos..
--Joaquín--


Mirad qué manera más atroz de suturar perforaciones en el abdomen tenían algunos médicos de antaño, después de intentar arreglar una úlcera de estómago: --Juntaban los bordes de la herida y los hacían morder por hormigas de gran tamaño; una vez que éstas habían mordido les cortaban el cuerpo quedando la cabeza, que hacia la función de grapa-- Éste pavoroso procedimiento podía tener éxito si no se producían infecciones. ¡Menos mal que esto pasaba en la Edad Media!. Uffff, demos gracias al cielo por haber nacido en el siglo XX y no entonces...
Esto de la cirugía, como tal, ha ido evolucionando muy lentamente a lo largo de los siglos, porque no crean que al nivel de precisión y acierto que hemos llegado hoy en éste importante asunto lo hemos aprendido en dos tardes, como le dijo el exministro Jordi Sevilla a Zapatero para saber de economía, ¡que va!, esto empezó, casi, en la prehistoria y no ha dejado de evolucionar hasta hoy.
--“Si un médico ha tratado a un hombre de una herida grave con el punzón de bronce y el hombre muere, o si abre la córnea de un hombre con el punzón de bronce y le salta el ojo, al médico se le cortarán las manos”--. Ésta severa sentencia era una de las muchas con las que disfrutaban y/o padecían los Babilonios allá por el año 1800 a.c. Esto es real como la vida misma, aparece en el llamado, Código de Hammurabí; un conjunto de leyes impresa en una estela de piedra de diorita de 2.50 metros de alto por 50 centímetros de ancho, muy bien conservada, por cierto, y que se encuentra en el museo del Louvre de París... Es una de las joyas del museo.
Pero tampoco piensen que nuestros antepasados lo hacían todo mal en cirugía, ni mucho menos, en ésta difícil disciplina estaban más avanzados que en la medicina tradicional. En algunas civilizaciones antiguas ya practicaban amputaciones, cesáreas, operaciones de cataratas, incluso se atrevían con las fistulas anales; ¡No quiero ni pensar cómo le pondrían el culo a aquellos pobres dolientes!..
En tiempos de los romanos, un tipo que se hizo famoso como médico, Aurio Cornelio Celso, ya aconsejaba lavar bien las heridas con vinagre. Y más tarde un francés, en la Edad Media, un tal Chauliac, publicó un tratado sobre cirugía que fue muy divulgado. En él ya se superaba los conocimientos de los dos grandes expertos de la antigüedad, los griegos, Hipócrates y Galeno. En su libro describía operaciones de hernias o cataratas, y aconsejaba ciertos tipos de narcóticos como anestesia. Precisamente las teorías de Galeno, que como no podía diseccionar personas lo hacía con monos extrapolando luego los órganos y sus funciones a humanos, hicieron mucho daño al avance de la medicina y cirugía.
Más tarde otro francés, Ambroise Paré, inventó el braguero; aún se utiliza. Éste mismo lumbreras abandonó el tratamiento de las heridas de bala con aceite hirviendo, muy utilizado entonces porque producía necrosis, y comenzó a usar yema de huevo y trementina, obtuvo mejores resultados, ¡Ya ven!... Por cierto, éste tipo introdujo en Europa la implantación de toda clase de prótesis, como miembros artificiales, ojos de oro o dientes de plata..
Y pasó el tiempo, y la cirugía siguió avanzando... En 1865 el británico John Líster, inventó, por fin, la anestesia. Unos años más tarde aparecieron los Rayos X, y ya fue la repera ¡Poder ver el interior del cuerpo sin abrirlo! ¡Qué pasada!...
Pero, agárrense, otra de las novedades a las que apenas le prestamos atención, pero que es la leche, fue el descubrimiento de los grupos sanguíneos por el biólogo alemán Karl Landsteiner en 1910. Hasta entonces no se podían hacer transfusiones de sangre ¿Se imaginan? . Y así, poco a poco, hemos llegado al Rayo Láser y con él la cirugía no invasiva, que nos permite salir andando y canturreando después de una operación de hernia. O la Resonancia Magnética Nuclear, que te miran hasta lo más ínfimo que tengas en la tripa o en la cabeza; aunque en el cerebro de algunos apenas lleguen a ver nada interesante... 
En fin, en estas andamos. No sé qué será lo próximo, pero si el amigo Galeno levantara la cabeza y viera que ya no hace falta diseccionar primates para conocer el cuerpo humano, se moriría del susto.
Joaquín



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