miércoles, 31 de octubre de 2018

El Diario más íntimo





Largo se le hace el día a quien no ama
y él lo sabe. Y él oye ese tañido
corto y duro del cuerpo, su cascada
canción, siempre sonando a letanía.
Cierra su puerta y queda bien cerrada;
sale y, por un momento, sus rodillas
se le van hacia el suelo. Pero el alba,
con peligrosa generosidad,
le refresca y le yergue.
(Claudio Rodríguez)


Hace unos años saltó a los medios una noticia cuanto menos curiosa. Varios historiadores ingleses habían conseguido descifrar un Diario escrito hace la friolera de cuatrocientos años. El Diario fue redactado por un miembro del gobierno inglés e impreso en un código particularmente difícil de traducir a un lenguaje legible. El misterioso Diario tiene, créanselo, argumentos suficientes para serles especialmente interesante, sino miren...
Apuesto que pocos saben de Samuel Pepys. Y es admisible que apenas lo conozcan porque ni fue un rey ni ministro siquiera, tampoco fue un héroe ni artista importante, sencillamente fue un Lord del Almirantazgo ingles de mediados del siglo XVII. Éste hombre, hijo de un simple sastre, empezó como funcionario naval de la marina británica y terminó como Lord, con sirvientes y carruaje propio, que ya era la repera en aquellos tiempos para un tío de extracción humilde.
Pero, tampoco lo traigo aquí a colación por esto último, estaría bueno, lo traigo por algo más simple, más sencillo pero a la vez, digamos más retorcido, más morboso si me apuran. Sí, éste hombre se hizo famoso siglos después de morir por un Diario, su Diario más íntimo, que escribió, por cierto, durante una docena de años de su vida. Y dirán, ¿Qué tiene un Diario de un tipo casi normal para ser tan importante? Pues esperen y verán...
Éste tío vivió en Londres y en una época muy especial; el diario lo escribió entre 1660 y 1669 y en ése tiempo allí pasó de todo. Y pasaron cosas tan importantes como la gran peste, el incendio que asoló las tres cuartas partes de la ciudad o el reinado de un par de reyes, y todo lo reflejó paso a paso en su Diario. Pero del Diario, además de describir con todo lujo detalles los tejemanejes y los enredos del gobierno y la política inglesa de aquellos años con una sinceridad pasmosa, lo que llama poderosamente la atención son las intimidades más escabrosas que cuenta sobre su persona y los que le rodean, sobre todo de su mujer.
Samuel Pepys, en un tiempo en que la gente se ocupaba de asuntos espirituales o políticos, éste hombre centra su interés en asuntos mundanos. Sus memorias nos muestra la fascinación que sentía por el comportamiento del ser humano, sus ambiciones, sus celos, o su atracción por el escándalo. Imaginen qué bicoca encontrar un Diario de un tipo así de franco que cuenta con pelos y señales su más íntimos deseos.
Pepys recoge su propia conducta con curiosidad sin limites, incluidos detalles vergonzosos y humillantes que cualquiera de nosotros hubiéramos omitido con toda seguridad, por ejemplo, una ocasión en la que su esposa, Elisabeth, lo descubre con la mano metida bajo la falda de su señora de compañía, o la combinación de dolor y alivio culpable que lo embarga a la muerte de cierto hermano inconformista. Sus paginas se acaloran, no solo con vislumbres de la deliciosa ropa interior de las amantes del rey Carlos II, sino también con los relatos de las aventuras sexuales del propio Pepys. La descripción que ofrece de su tempestuosa relación que mantuvo con su mujer, con quien se casó por amor, son una de las más francas que ha dado la literatura. Sus paginas hablan de violentas discusiones, riñas lacrimosas, burlas e insultos, y también reconciliaciones y solidaridad de ambos en las enfermedades Y no se calla nada, incluso los regalos que le hace a Elisabeth a fin de mitigar su sentimiento de culpa después de algún episodio más de galanteo, ni tampoco los pormenores de sus relaciones sexuales, un tanto problemática a causa del dolor que acusaba ella “en los labios de su cosita”
En fin , no crean que es habitual encontrar unos detalles tan minuciosos de todo lo que pasaba en aquella lejana época, incluido, cómo no, las relaciones personales y sexuales de la gente de entonces. Pepys donó todos sus libros, incluido su insolente Diario a la Universidad de Cambridge, y allí ha permanecido sin que nadie pudiera descifrarlo hasta ahora que, para regusto de cotillas (como es mi caso) lo hemos conocido. Y os garantizo que es delicioso.. Por cierto, Pepys, murió en 1703 y dejó en herencia una buena tajada a su criada con la que mantuvo una fructífera relación cuando murió su mujer..
Dicho queda...
                                                                     Joaquín Yerga
                                                                     31/10/2108



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