El Diario más íntimo
Largo
se le hace el día a quien no ama
y
él lo sabe. Y él oye ese tañido
corto
y duro del cuerpo, su cascada
canción,
siempre sonando a letanía.
Cierra
su puerta y queda bien cerrada;
sale
y, por un momento, sus rodillas
se
le van hacia el suelo. Pero el alba,
con
peligrosa generosidad,
le
refresca y le yergue.
(Claudio
Rodríguez)
Hace
unos años saltó a los medios una noticia cuanto menos curiosa.
Varios historiadores ingleses habían conseguido descifrar un Diario
escrito hace la friolera de cuatrocientos años. El Diario fue
redactado por un miembro del gobierno inglés e impreso en un código
particularmente difícil de traducir a un lenguaje legible. El
misterioso Diario tiene, créanselo, argumentos suficientes para
serles especialmente interesante, sino miren...
Apuesto
que pocos saben de Samuel Pepys. Y es admisible que apenas lo
conozcan porque ni fue un rey ni ministro siquiera, tampoco fue un
héroe ni artista importante, sencillamente fue un Lord del
Almirantazgo ingles de mediados del siglo XVII. Éste hombre, hijo de
un simple sastre, empezó como funcionario naval de la marina
británica y terminó como Lord, con sirvientes y carruaje propio,
que ya era la repera en aquellos tiempos para un tío de extracción
humilde.
Pero,
tampoco lo traigo aquí a colación por esto último, estaría bueno,
lo traigo por algo más simple, más sencillo pero a la vez, digamos
más retorcido, más morboso si me apuran. Sí, éste hombre se hizo
famoso siglos después de morir por un Diario, su Diario más íntimo, que escribió, por cierto, durante una docena de años de su vida. Y
dirán, ¿Qué tiene un Diario de un tipo casi normal para ser tan
importante? Pues esperen y verán...
Éste
tío vivió en Londres y en una época muy especial; el diario lo
escribió entre 1660 y 1669 y en ése tiempo allí pasó de todo. Y
pasaron cosas tan importantes como la gran peste, el incendio que
asoló las tres cuartas partes de la ciudad o el reinado de un par de
reyes, y todo lo reflejó paso a paso en su Diario. Pero del Diario,
además de describir con todo lujo detalles los tejemanejes y los
enredos del gobierno y la política inglesa de aquellos años con una
sinceridad pasmosa, lo que llama poderosamente la atención son las
intimidades más escabrosas que cuenta sobre su persona y los que le
rodean, sobre todo de su mujer.
Samuel
Pepys, en un tiempo en que la gente se ocupaba de asuntos
espirituales o políticos, éste hombre centra su interés en asuntos
mundanos. Sus memorias nos muestra la fascinación que sentía por el
comportamiento del ser humano, sus ambiciones, sus celos, o su
atracción por el escándalo. Imaginen qué bicoca encontrar un
Diario de un tipo así de franco que cuenta con pelos y señales su
más íntimos deseos.
Pepys
recoge su propia conducta con curiosidad sin limites, incluidos
detalles vergonzosos y humillantes que cualquiera de nosotros
hubiéramos omitido con toda seguridad, por ejemplo, una ocasión en
la que su esposa, Elisabeth, lo descubre con la mano metida bajo la
falda de su señora de compañía, o la combinación de dolor y
alivio culpable que lo embarga a la muerte de cierto hermano
inconformista. Sus paginas se acaloran, no solo con vislumbres de la
deliciosa ropa interior de las amantes del rey Carlos II, sino
también con los relatos de las aventuras sexuales del propio Pepys.
La descripción que ofrece de su tempestuosa relación que mantuvo
con su mujer, con quien se casó por amor, son una de las más
francas que ha dado la literatura. Sus paginas hablan de violentas
discusiones, riñas lacrimosas, burlas e insultos, y también
reconciliaciones y solidaridad de ambos en las enfermedades Y no se
calla nada, incluso los regalos que le hace a Elisabeth a fin de
mitigar su sentimiento de culpa después de algún episodio más de
galanteo, ni tampoco los pormenores de sus relaciones sexuales, un
tanto problemática a causa del dolor que acusaba ella “en los
labios de su cosita”
En
fin , no crean que es habitual encontrar unos detalles tan minuciosos
de todo lo que pasaba en aquella lejana época, incluido, cómo no,
las relaciones personales y sexuales de la gente de entonces. Pepys
donó todos sus libros, incluido su insolente Diario a la Universidad
de Cambridge, y allí ha permanecido sin que nadie pudiera
descifrarlo hasta ahora que, para regusto de cotillas (como es mi
caso) lo hemos conocido. Y os garantizo que es delicioso.. Por
cierto, Pepys, murió en 1703 y dejó en herencia una buena tajada a
su criada con la que mantuvo una fructífera relación cuando murió
su mujer..
Dicho
queda...
Joaquín
Yerga
31/10/2108
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