¡Qué tiempos aquellos!...
He
cometido el peor de los pecados
que
un hombre puede cometer. No he sido
feliz.
Que los glaciales del olvido
me
arrastren y me pierdan, despiadados.
Mis
padres me engendraron para el juego
arriesgado
y hermoso de la vida,
para
la tierra, el agua, el aire, el fuego.
Los
defraudé. No fui feliz...
(Borges)
Miren
que anécdota más curiosa que demuestra lo grandes que fuimos los
españoles una vez en la historia, y que ya no lo volveremos a ser,
me temo. Estaba de embajador en la Santa Sede, (que era una de
las principales por no decir la que más de todas) el insigne Enrique
de Guzmán, conde de Olivares. A éste hombre le tocó ejercer
durante tres papados consecutivos. Uno de ellos fue con Sixto V,
un Papa agrio y muy pro-francés. Resulta que el embajador tenia una
campanilla con la que llamaba a sus criados, pero en aquella época,
parece ser, eso era un privilegio en poder solo de cardenales y de
alguna que otra alta autoridad eclesiástica. Estos, con la anuencia
del embajador francés, se quejaron al Papa, que prohibió
tajantemente al español volver a usarla. Y, ¿saben que hizo nuestro
conde de Olivares?, pues ni corto ni perezoso cada vez que tenia que
reunir a su criados mandaba disparar dos cañonazos. Ante semejante
estruendo en las apacibles noches veraniegas de la ciudad de Roma,
dos días tardó el Papa en darle permiso para que siguiera usando la
campanilla..¡Así eramos!...
No
exagero ni un pelín si afirmo que los españoles hemos tenido un
pasado asombroso de poder y dominio durante algunas determinadas
épocas de la historia. Sin ir más lejos, al igual que ahora son los
Estados Unidos de América los que parten el bacalao en
el mundo, antes lo fue Inglaterra y en el futuro todo apunta que lo
será China, a los españoles nos tocó ser líderes, sobre todo,
entre la segunda mitad del siglo XVI y la primera del XVII. Fue ésa etapa, como
se suele decir, nuestro minuto de gloria en la historia.. ¡Y qué
poco aprendimos de ella!..
Para
que se hagan una idea de nuestra supremacía en el mundo conocido de
entonces, sepan que el idioma castellano era el más admirado y
demandado por las diferentes cancillerías europeas; de hecho se
usaba como lengua franca, es decir, como ahora lo es el inglés.
Nuestro ejercito, aunque en esos tiempos estaba compuesto por
mercenarios centroeuropeos, era temido y respetado. Los llamados
Tercios Españoles aplastaban cualquier intento de rebelión
en los innumerables territorios y regiones europeas que nos
pertenecían, y fueron muchas. Por cierto, al mando de esos admirados
Tercios siempre había jefes españoles; jefes que, por
desgracia, muy pocos compatriotas conocen.
Una
manera palpable de comprobar nuestro poder lo exhibían los
embajadores españoles en los diferentes países, incluido el
Vaticano, que entonces tenía un poder omnímodo. Recuerden
que los Papas eran infalibles, bastaba una indicación suya para que
reyes y poderosos sintieran canguelo ante cualquier insinuación o
reproche. Pero, fijensé qué confianza en nuestro poderío militar,
y firmeza ante los soberbios y arrogantes lideres mundiales tenían
nuestros representantes políticos que, por ejemplo, otro embajador
español pidió audiencia al Papa Gregorio XIV para tratar
unos asuntos. Éste Papa, un tipo desabrido y vanidoso, apenas le
prestaba atención a lo que nuestro diplomático le decía; perdía
el tiempo manoseando un raro gatito de angora. El embajador, D.
Francisco de Alava, irritado por la descortesía del Sumo
Pontífice, cogió al gato con determinación y lo tiró al
suelo. El Papa, cabreado, le arrojó una campanilla de oro macizo que
tenia sobre la mesa; entonces D. Francisco con aplomo y sin inmutarse
demasiado se la devolvió después de haberla besado, diciéndole:
Algún día ésta campanilla tendrá que pregonar nuestra fama en el
mundo” E inmediatamente abandonó la audiencia. Dicen que el Papa,
pasmado, ante tal osadía, soltó por lo bajines: ¡No se puede negar
que éste hombre los tiene bien puestos!...
¡Claro!
que entonces teníamos de rey un tal Felipe, pero no el Sexto, sino
el Segundo... ¡Evidentemente eran otros tiempos!... Porque, miren
otra pequeña anécdota... el Papa que sucedió al anterior se
encolerizó sobremanera cuando, leyendo una carta enviada por Felipe
II, replicó a nuestro embajador allí presente: ¿Pero es que vais a
saber más de teología que nosotros? Y se marchó de la sala dando
un portazo. El embajador sereno y flemático, amenazó a los
cardenales allí presentes con meterlos debajo de un ladrillo si se
le ocurriera hablar mal del rey y de España. Esa prestancia y sacada
de pecho sólo podíamos hacerla entonces. Hoy en día cualquier
mindundi se mea encima de nosotros y decimos que está lloviendo, si
no miren a esos energúmenos jueces y políticos belgas y alemanes
que son capaces de juzgar la calidad de nuestra democracia para no
entregarnos a los golpistas catalanes... ¡Claro! que si nosotros
mismos los tratamos como reyes aquí en nuestras cárceles, ¡Cómo demonios nos van a respetar fuera!!
Dicho
queda...
Joaquín
Yerga
19/10/2018
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