Morir es como dormir. La muerte es hermana del sueño. El
sueño es una muerte corta. La muerte es un sueño largo.
--Anónimo--
La pequeña Marta empezaba a impacientarse en el interior del coche de su papi. En su pensamiento, ingenuo e infantil, creía que en cada ruido que venia del exterior iba a aparecer su mami a cogerla en brazos y sacarla de allí, de ése infierno; aunque ya tardaba demasiado.
A pesar de la falta de solidez de sus recuerdos, le dolió que su papi no le diera el beso de despedida cuando se fue; y no lo entiende porque lo hace todos los días y a cada momento...
Y se acordó por unos instantes de sus hermanos mayores. Seguro que ellos se disgustarían mucho si la vieran así de enfadada y triste, porque siempre la hacen reír. Pero está ya muy cansada, lleva mucho tiempo así, tiene mucho calor y ya no puede más. Los cinturones de la sillita de bebé le aprietan mucho y le duele la espalda; sólo tiene ganas de llorar...
Hace ya mucho que llora y su mami no llega; ¡Ay, si la pudiera abrazar! A veces entre llanto y llanto se le cierran los ojos, está fatigada. La vocecita de tanto gritar está enronquecida y ya no hace ruido por más que lo intenta... quiere dormir, dormir, ¡sólo dormir.!..
De vez en cuando, en mitad del barullo político que todo lo invade, de virus, de guerras, de subida de precios o de eslóganes tan vacuos como efímeros, aparecen noticias tan autenticas e impactantes que nos parten el alma por su crueldad. Sí, amigas, ayer volvió a repetirse la tragedia: una niña muerta, asfixiada, deshidratada dentro de una autobús escolar, olvidada por el despiste del conductor.
Recuerdo a la pequeña Marta, por cercanía. Sucedió hace justo dos años...
El asunto rompe el corazón al recordarlo; sencillamente es insufrible; me refiero a la niña involuntariamente abandonada en un coche por su padre. Todo apunta que murió por asfixia y deshidratación después de seis horas a la deriva, desamparada.
Fue un trágico despiste de su padre que, agobiado por temas laborales se olvidó de su pequeña de veintiún meses en el asiento trasero de su coche.. El lugar donde la niña agonizó lentamente lo conozco, es una gran avenida de reciente construcción en un barrio al norte de la capital.
Allí nada sorprende, cada cual va a lo suyo y nadie iba a reparar en el llanto de una niña en medio del bullicio de la ciudad... Absolutamente nadie tenia por qué advertir que la pequeña Marta expiraba sola y desvalida en su sillita trasera del vehículo de su padre. Posiblemente, y sobrecoge pensarlo, antes de morir enronqueciera de tanto llorar.
Algunas voces añadieron confusión al triste suceso señalando a la forma de vida actual, frenética y ajetreada, como culpable del homicidio involuntario de la pequeña, es posible, nuestra manera de vivir, sobre todo en las grandes urbes nos puede llevar a tragedias parecidas, sin embargo a veces se encadenan una serie de hechos, todos con el denominador común de la mala suerte, que hace que esto pudiera pasar en cualquier parte.
No quiero pensar en el desconsuelo de ése padre por perder a su pequeña de esa manera tan atroz. Sé que su dolor será ilimitado porque a su ausencia se le añade el enorme complejo de culpa por haber sido él el responsable. Me niego a ponerme en su lugar porque es inviable, sólo él sabrá cuánto dolor es capaz de soportar un ser humano; tiempo tendrá para saberlo.
Por desgracia los muy allegados de la pequeña Marta pagarán caro su trágica fortuna; la familia toda, y la niña la primera por haberse perdido una vida que empezaba a caminar. Pero no nos equivoquemos, si hay un verdadero damnificado, si hay un mártir al que consolar, si tienen a alguien por quien rezar y pedir, éste será, sin duda, a ese muerto en vida que es el padre de la pequeña a partir de ahora.
Sé de algún caso parecido al de Marta en el que sus padres no han podido soportar el dolor de ver a su hija muerta y se han quitado la vida... Yo no sé qué haría en su lugar, pero estoy seguro que a algún psicólogo no le va a faltar trabajo por mucho tiempo...
Joaquín
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