Cuando me digas tu nombre...
Amor
de un alma taciturna y vieja;
amor
que es como música olvidada,
que
tienen azul resignación de oveja,
que
lo da todo y no pide nada.
(M.A.Peguero)
No
sé a ustedes pero a mi me fascina el origen de los nombres de
pueblos, ciudades y países. Hoy en día los vemos con absoluta
normalidad y costumbre, pero apuesto que si conociéramos el porqué
de esos nombres nos llevaríamos grandes sorpresas.
El
origen de la palabra España, por
ejemplo, no está muy claro y se barajan varias
teorías. Una de ellas, la más conocida, es la que deriva de la
palabra fenicia “I-spn-ya”, y que los romanos después
interpretaron como Hispania, (tierra de conejos). Y, parece ser, los
había, y muchos. Sin embargo, San Isidoro, ése sabio del medievo,
pensaba que lo de Hispania venia por la ciudad de Hispalis (Sevilla)
que ya era muy conocida en la antigüedad y que por extensión se lo
pusieron a todo el territorio. Incluso otra teoría defendida por
algunos dice que proviene de Izpania y que significa “que parte el
mar” en euskera. En fin, a ver si los investigadores se ponen de
acuerdo y nos aclaramos.
Si
nos alejamos un poquito hacia occidente por el Atlántico nos
encontramos con Los Estados Unidos de América. Bueno, lo de América
ya saben que a ése continente fue injusto llamarle así. Se lo
pusieron porque un marino y cartógrafo italiano que trabajó en la
Casa de Contratación de Sevilla (Archivo de Indias) se llamaba
Américo, y como fue uno de los primeros en hacer un mapa de aquella
zona, y lo firmó, pues se quedó con su nombre, para infortunio, por
cierto, de Colón y de otros exploradores españoles que se lo
merecían más.
Pero ya que estamos en América y en elecciones, el nombre del estado de Florida,
uno de los más prósperos del país, se lo debe al explorador
vallisoletano Juan Ponce de León. Al llegar éste a esa bonita
tierra, (fue el primero en hacerlo) coincidió justo con la Pascua
Florida en España, así que, para qué buscar más, le puso Florida.
¿Y
California? Pues el nombre del estado más poderoso, poblado
y rico de los Estados Unidos es ése gracias a un escritor español,
Garci Ordoñez de Montalvo, que escribió en 1510 una historia sobre
ésa zona, desconocida entonces, pero que se le parecía a Califerme,
un territorio inexistente mencionado en el famoso poema medieval “La
canción de Roland”
Los
habitantes de Arizona, otro gran estado el país, deben
estarle agradecido al salmantino Francisco Vázquez Coronado, que fue
el primer occidental que pisó esa zona, que al ser seca y árida no
tuvo que romperse mucho la cabeza inventado un nombre.
Volviendo
otra vez a España. ¿Qué me dicen de nuestro Jerez? Sí, ésa
ciudad tan resalá de la provincia de Cádiz, patria de ése vino
generoso apto para saborearlo a media mañana, o media tarde después
del café que eso es cuestión de gustos. Pues sepan que la palabra Jerez es de las
pocas en Andalucía que no tiene origen árabe, sino celta, y viene
de “Ceret”, y que los romanos entendieron como Xeritium.
Un poco
más al este de Jerez, como a doscientos kilómetros pero sin salir de la
misma comunidad autónoma, tenemos a la bella, Granada, famosa
por su Alhambra, que no
significa otra cosa en árabe
que, fortaleza roja, se ve a las claras que el nombre hace honor a su
robustez, y a su color. Pues bien, el apelativo Granada proviene de
ésa fruta tan exquisita de granos rojos y que era muy abundante en
la zona, así de sencillo, y así de bonito...
Si
cambiamos de autonomía y nos desplazamos a Cataluña, el nombre Cataluña, parece ser, viene de los
moradores que vivieron allí una vez, los “godos”. Aunque estos
se extendieron después por toda la península. La palabra godo
derivó en Gotalonia (tierra de godos), y de ahí a Cataluña va un
paso. Y es que los godos, un pueblo bárbaro que venia de Suecia,
recalaron en España después de arrasar media Europa, y entraron
precisamente por ahí, por Cataluña. Barcelona,
sin embargo, ya existía desde mucho antes. Su nombre viene de la
familia cartaginesa los “Barca” algunos de sus miembros más
conocidos fueron, Amilcar Barca, o el mismísimo Anibal. Se empezó
con Barcino, de aquí a Barcinona, y hasta lo de hoy.
Una
antigua palabra francesa para denominar las brasas del fuego era
“braise” de ahí lo de brasero. Bueno, pues existe una madera
dura y roja muy utilizada para elaboración de tintes y que tiene
unos colores tan brillantes que parece estar ardiendo, por eso se le
llama “Palo de Brasil”. En siglo XIV se difundió un rumor de que
había una isla en el Atlántico donde abundaba esta madera, así que
al pisar aquella tierra se le puso de nombre Brasil.
Cuando
el descubrimiento de América, hubo una disputa entre Portugal y
España sobre el reparto de esas tierras. Intercedió el Papa
Alejandro VI, que marcó una linea divisoria sobre un
plano; los territorios a la izquierda serian para España y los de la
derecha a Portugal, como entonces no se conocían del todo, los
españoles hicimos el canelo y Portugal se llevó la mayor tajada sin
merecerlo. Hoy en día Brasil, que les tocó a ellos, es el mayor y
más poblado país de Sudamérica, y uno de los primeros del mundo.
¿Se imaginan la importancia del castellano si allí lo hablaran
también? En fin, fue una metedura de pata; claro que después las metimos
muchas más veces.
Dicho
queda...
Joaquín
Yerga
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