Tu nombre en mis labios...
Cuando
estés vieja, niña
te
acordarás de aquellos versos que yo decía.
Tendrás
los senos tristes de amamantar tus
hijos,
los
últimos retoños de tu vida vacía...
Yo
estaré tan lejano que el amor y la pena
que
antes vacié en tu vida como un ánfora
plena
estarán
condenados a morir en mis manos.
Y
será tarde porque se fue mi adolescencia,
tarde
porque las flores una vez dan esencia
y
porque aunque me llames yo estaré
tan
lejano...
--Neruda--
Me estaba acordando del nombre que le puso el explorador español Gaspar
de Pórtola a un pequeño poblacho que acababan de fundar en
California, le llamó nada menos que: “El rio de Nuestra Señora de
los Ángeles de Porciuncula” Si, si, pero..
Menos mal que los ingleses, tan
prácticos ellos, lo abreviaron llamándole
simplemente, Los Ángeles. Hoy es la segunda ciudad de los
Estados Unidos en población y la más grande del mundo en extensión.
Si nuestro paisano D.Gaspar levantara la cabeza y viera qué emporio
de riqueza y lujo es hoy aquel pueblucho seguro que se caía de
espaldas y volvía a morirse del susto, el buen hombre.
Un
poco más al norte de la ciudad de Los Ángeles, a 600 kilómetros, está la hermosa ciudad de San Francisco, la de
las colinas, la del mítico puente Golden Gate y la famosa cárcel de
Alcatraz que está en frente, donde, por cierto, jamás nadie se
evadió, ni tan siquiera el gánster Al Capone, que acabó
allí sus desenfrenados días. Pues sepan que el nombre de San
Francisco se debe a otro español, en este caso un fraile
franciscano; faltaría más, aquí todo el mundo barriendo para casa.
Pasaba éste buen hombre por allí camino de Filipinas y se le
ocurrió poner a esa hermosa ensenada del Pacifico, “Bahía de San
Francisco”... y con eso se quedó...
Fijaos en la diferencia tan abismal que hay entre los españoles, que somos más
bien, místicos, piadosos, orgullosos, y los ingleses tan,
pragmáticos, tolerantes, materialistas, tan demócratas, que casi
todas las ciudades que fundamos en el Nuevo Mundo, insisto, casi
todas, le pusimos nombres alusivos a las advocaciones de la virgen o
hacen referencia a nombres de santos. Si no, mirad..
Sin necesidad de
alejarse mucho de California, allí mismo fundamos, San José, San
Diego, Santa Mónica, Santa Bárbara etc. etc. Si son
capaces de encontrar entre los cientos de ciudades que crearon los
ingleses más de tres con nombres de santos o de vírgenes tenéis premio.
Abundando
en nuestras extravagancias religiosas, si os fijáis en los nombres que
les pusimos a las poblaciones de Sudamérica, ya ni les cuento. Casi
todas hacen alusión a santos, excepto unas cuantas, como Chile,
que parece ser, alude a una palabra india que significa nieve, y
seguro que era por las nieves de los Andes. Y para que crean lo que les vengo diciendo, vean... La capital del país es Santiago de Chile y la fundó
un extremeño de Villanueva de la Serena, Pedro de Valdivia, y se lo
puso en honor al patrón de España, ¡claro!..
A
600 kilómetros al oeste de Chile, en el océano Pacifico, se
encuentra la isla de Juan Fernández, llamada así por su
descubridor. Evidentemente no se rompieron mucho la cabeza. Mirad,
desde 1704 a 1709 fue abandonado allí más sólo que la una, un marinero escocés, y ése
episodio inspiró a Daniel Defoe para escribir su famoso libro,
Robinsón Crusoe.
No
se si lo sabéis, pero Chile es uno de los países más raros del mundo
en su fisonomía. Es espectacular.. de norte a
sur hay la escalofriante cifra de 4.600 kilómetros, es decir,
bastantes más que de Cádiz a Moscú y, ¡claro!, si en el sur el
ambiente es gélido (cerca de Polo Sur) en el norte se mete ya,
casi, en el trópico. Pero, lo paradójico es que de ancho es poco
más que Portugal.
En fin, y pensar que una vez todo esto fue
nuestro...
Joaquín
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