jueves, 25 de octubre de 2018

Durmiendo con su enemigo...






Esta noche al oído me has dicho dos palabras
comunes. Dos palabras cansadas
de ser dichas. Palabras
que de viejas son nuevas.

Dos palabras tan dulces que la luna que andaba
filtrando entre las ramas
se detuvo en mi boca. Tan dulces dos palabras
que una hormiga pasea por mi cuello y no intento
moverme para echarla..
--Alfonsina Storni--

Nunca supo cómo sobrepasó sus férreos controles ni cómo llegó a poseerla sin su consentimiento. Recuerda vagamente que se abalanzó sobre su cuerpo desnudo en un momento de descuido y le inoculó su semen emponzoñado... Quedó exhausta, rendida, desconcertada, entregada; y una extraña sensación de dependencia, de sumisión hacia él se apoderó de su alma. Ya no fue la misma, ya no era ella; su sentir, sus razones, su existencia habían cambiado, ahora se debía a él, a sus caprichos, a sus manías... ¡a su crueldad!... 
Joaquín

Así ataca un virus a una célula sana pero, ¿Sabéis que la palabra virus significa en latín nada menos que, veneno?. No desafinó mucho el que se lo puso, porque algunos virus son, sin duda, puro veneno para nuestra salud y vida.
Con los virus estamos exactamente igual que estaban en el siglo XIX con las bacterias. Acuérdense, a finales del siglo pasado ya empezamos a conocer a fondo las bacterias y sus consecuencias, y le pusimos remedio. Con tesón y trabajo y mucho estudio ideamos las vacunas y vencimos al tétanos, a la rabia, o a la temible tuberculosis que tantas vidas prematuras se llevó por delante.
A diferencia de las bacterias que se reproducen por sí solas, los virus, al carecer de una estructura nuclear similar a la de cualquier ser vivo, (son muy simples) necesitan de las células de otros para reproducirse. Pero, curiosamente, sí tienen código genético y un lugar para transportarlo, la cápside.
Lo que les voy a contar demuestra que no siempre los más grandes son los más fuertes. Fíjaos con qué precisión trabajan los tíos. El proceso comienza cuando un virus entra en un ser vivo a través de sus líquidos humorales, como la sangre o el esperma o saliva. Una vez allí elige las células para las que conoce el código de acceso, así por ejemplo el virus VIH elegirá las células del sistema defensivo o linfocitos, mientras que el de la hepatitis B irá directo a las células del hígado y se adhiere a su superficie por medio de los capsómetros... No me negarán de su argucia...
Una vez que ha ocupado la célula le inyecta su alma nucleica y se hace con el mando. En éste periodo llamado de absorción el paciente no se entera. La pobre célula, desconcertada, deja a un lado las funciones para lo que existía y comienza a trabajar en la formación de nuevos virus; es el periodo de latencia o de incubación.... Y llega la fase de maduración, el virus abandona la célula dejándola malherida y busca otra; el paciente está infectado, ya sufre...
¿Y de las defensas del cuerpo, qué? Pues mientras se está produciendo la infección afluyen raudo millones de anticuerpos a rescatar la célula herida. Y vean qué portento de naturaleza tenemos; los anticuerpos que acuden a la llamada de la célula son específicos para combatir ése virus en concreto. Podemos tener más de un millón de anticuerpos diferentes. Y es que, parece ser, existe una memoria genética, un origen común de millones de años atrás entre las células y los virus.. ¡Qué cosa más extraordinaria!..
Si en ésa cruenta batalla entre los virus y nuestros anticuerpos ganasen estos últimos, ya nunca jamás el paciente volverá a padecer esa enfermedad. Recuerden aquella enfermera gallega que adquirió el virus del évola y que a punto estuvo de sucumbir, pues como lo superó, cosa muy poco habitual, jamas volverá a tener évola. También, y esto nos ha pasado a todos, si hemos tenido sarampión o rubeola de niños nunca volveremos a padecerlos.
Sin embargo hay una excepción en todo esto, se trata de los virus del catarro, de la gripe o del Covid-19, que repiten y repiten, pero tiene una explicación plausible, estos virus no son los mismos en cada proceso, por eso el cuerpo no los combate con vigor. Tan solo la vacuna es capaz de hacerle frente, aunque no con total eficacia, como sabemos..
De los virus, al no tener carga genética completa, los biólogos no los catalogan como a las bacterias o como cualquier ser vivo que si la tienen. Por eso la única forma de diferenciarlos es por su peligrosidad. Los hay altamente infecciosos como el mencionado évola, letales como el dengue o la fiebre amarilla, complicados como VIH o el herpes, o llevaderos como la gripe o el catarro y ahora el ómicron..
De momento los virus representan, tras el descubrimiento de las vacunas para acabar con las bacterias, el mayor peligro biológico para la especie humana. Vamos camino de ganarles la batalla, pero el camino es largo y la paciencia poca...
Joaquín Yerga



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