Esta
noche al oído me has dicho dos palabras
comunes.
Dos palabras cansadas
de
ser dichas. Palabras
que
de viejas son nuevas.
Dos
palabras tan dulces que la luna que andaba
filtrando
entre las ramas
se
detuvo en mi boca. Tan dulces dos palabras
que
una hormiga pasea por mi cuello y no intento
moverme
para echarla..
--Alfonsina Storni--
Nunca
supo cómo sobrepasó sus férreos controles ni cómo llegó a
poseerla sin su consentimiento. Recuerda vagamente que se abalanzó
sobre su cuerpo desnudo en un momento de descuido y le inoculó su
semen emponzoñado... Quedó exhausta, rendida, desconcertada,
entregada; y una extraña sensación de dependencia, de sumisión
hacia él se apoderó de su alma. Ya no fue la misma, ya no era ella;
su sentir, sus razones, su existencia habían cambiado, ahora se
debía a él, a sus caprichos, a sus manías... ¡a su crueldad!...
Joaquín
Así ataca un virus a una célula sana pero, ¿Sabéis que la palabra virus significa en latín nada menos
que, veneno?. No desafinó mucho el que se lo puso,
porque algunos virus son, sin duda, puro veneno para nuestra salud y
vida.
Con los virus estamos exactamente igual que estaban en el siglo XIX con las
bacterias. Acuérdense, a finales del siglo pasado ya empezamos a
conocer a fondo las bacterias y sus consecuencias, y le pusimos
remedio. Con tesón y trabajo y mucho estudio ideamos las vacunas y
vencimos al tétanos, a la rabia, o a la temible tuberculosis que
tantas vidas prematuras se llevó por delante.
A diferencia de las bacterias que se reproducen por sí
solas, los virus, al carecer de una estructura nuclear similar a la
de cualquier ser vivo, (son muy simples) necesitan de las células de
otros para reproducirse. Pero, curiosamente, sí tienen código
genético y un lugar para transportarlo, la cápside.
Lo
que les voy a contar demuestra que no siempre los más grandes son
los más fuertes. Fíjaos con qué precisión trabajan los tíos. El
proceso comienza cuando un virus entra en un ser vivo a través de
sus líquidos humorales, como la sangre o el esperma o saliva. Una vez allí
elige las células para las que conoce el código de acceso, así por
ejemplo el virus VIH elegirá las células del
sistema defensivo o linfocitos, mientras que el de la hepatitis
B irá directo a las células del hígado y se adhiere a su
superficie por medio de los capsómetros... No me negarán de su
argucia...
Una
vez que ha ocupado la célula le inyecta su alma nucleica y se hace
con el mando. En éste periodo llamado de absorción el
paciente no se entera. La pobre célula, desconcertada, deja a un
lado las funciones para lo que existía y comienza a trabajar en la
formación de nuevos virus; es el periodo de latencia o de
incubación.... Y llega la fase de maduración, el
virus abandona la célula dejándola malherida y busca otra; el
paciente está infectado, ya sufre...
¿Y
de las defensas del cuerpo, qué? Pues mientras se está produciendo
la infección afluyen raudo millones de anticuerpos a rescatar la
célula herida. Y vean qué portento de naturaleza tenemos; los
anticuerpos que acuden a la llamada de la célula son específicos
para combatir ése virus en concreto. Podemos tener más de un millón
de anticuerpos diferentes. Y es que, parece ser, existe una memoria
genética, un origen común de millones de años atrás entre las
células y los virus.. ¡Qué cosa más extraordinaria!..
Si
en ésa cruenta batalla entre los virus y nuestros anticuerpos
ganasen estos últimos, ya nunca jamás el paciente volverá a
padecer esa enfermedad. Recuerden aquella enfermera gallega que
adquirió el virus del évola y que a punto estuvo de sucumbir, pues
como lo superó, cosa muy poco habitual, jamas volverá a tener
évola. También, y esto nos ha pasado a todos, si hemos tenido
sarampión o rubeola de niños nunca volveremos a padecerlos.
Sin
embargo hay una excepción en todo esto, se trata de los virus del
catarro, de la gripe o del Covid-19, que repiten y repiten, pero tiene una
explicación plausible, estos virus no son los mismos en cada
proceso, por eso el cuerpo no los combate con vigor. Tan solo la
vacuna es capaz de hacerle frente, aunque no con total eficacia, como
sabemos..
De
los virus, al no tener carga genética completa, los biólogos no los
catalogan como a las bacterias o como cualquier ser vivo que si la
tienen. Por eso la única forma de diferenciarlos es por su
peligrosidad. Los hay altamente infecciosos como el mencionado évola,
letales como el dengue o la fiebre amarilla,
complicados como VIH o el herpes, o
llevaderos como la gripe o el catarro y ahora el ómicron..
De
momento los virus representan, tras el descubrimiento de las vacunas
para acabar con las bacterias, el mayor peligro biológico para la
especie humana. Vamos camino de ganarles la batalla, pero el camino
es largo y la paciencia poca...
Joaquín
Yerga
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