Algunas cosas que me quedaron por decirte...
Si
tú me dices ¡ven! lo dejo todo...
No
volveré siquiera la mirada
para
mirar a la mujer amada...
Pero
dímelo fuerte, de tal modo
que
tu voz sea mi poderosa llamada.
(Amado
Nervo)
Reunida
por segunda vez en una semana la Asamblea de sabios judíos
(Sanedrín) se disponían, pues, a debatir el asunto que les traían
tan preocupados. Todos los miembros estaban ya debidamente informados
de los entresijos del caso, que no era otro que: Qué hacer con ése
impostor procedente de Galilea y que dice ser El Mesías.
Comenzada
la sesión, el Sumo Sacerdote ordenó guardar
silencio a todos los miembros; e inmediatamente un mutismo total
embargó la sala de reunión. Indignado y con la cara descompuesta de
rabia fue informando uno a uno los antecedentes y fechorías
cometidas por el falso profeta, también del punto de vista del
prefecto romano de la provincia, Poncio Pilato, que
parecía no querer inmiscuirse demasiado en el tema aludiendo no ser
de competencia romana. Sin sin duda, por las cabezas de los ancianos
consejeros pasarían la bochornosa imagen de ése hombre, Hijo de
Dios, según él, arrastrando masas de gente por las ciudades de la
región.
Acabada
la reunión y después de un intenso debate se acordó por unanimidad
dar muerte al impostor. A pesar de que el Sumo Sacerdote había
propuesto la lapidación como mejor manera de
hacerlo, por ser costumbre judía muy arraigada, se determinó que
ése embustero peligroso fuese ejecutado a la costumbre romana , es
decir, crucificado...
Esto
de arriba, imagino, sería la manera en que se desarrollaron aquellos hechos tan trascendentales de la muerte de Jesucristo. Apuesto lo
que sea que si todo éste tinglado de emociones, creencias y
enseñanzas (cristianismo) legado por Jesucristo a su muerte lo hubieran dejado en
manos sólo de los apóstoles, y con ellos San Pedro, estoy seguro
que no hubiera pasado de ser una secta más de las muchas que
pululaban por el mundo judío, exactamente igual que los Esenios o
los Fariseos, por decir algunas; incluso hubiera tenido
los días contados... Pero amigo, llegó San Pablo, que
con una visión de consejero delegado de una gran multinacional se
propuso hacer del cristianismo la religión total. Él
fue el que propuso convertir a todo el mundo, judíos y gentiles, y
no solo a los primeros, como querían los apóstoles y tal vez San
Pedro.
“Los
últimos serán los primeros”, ésta celebrada y famosa frase que
pronunció Jesucristo se la aplicó bien el cristianismo, porque
resulta que ellos mismos pasaron en tres siglos, de ser una religión
prohibida, perseguida y atacados con saña sus miembros, a
convertirse en la religión predominante, a estar “a partir un
piñón” con el poder, e incluso, ser ellos los perseguidores e
inquisidores de paganos.
El
cristianismo empezó con Cristo, evidentemente, y de la
nada como tantas grandes cosas que fueron luego trascendentales, sin
embargo el que se haya convertido en la religión predominante en el
mundo, a pesar de la poquita cosa que era (estaba circunscrita al
mundo judío que eran “cuatro gatos”) se lo debemos a un tipo,
también judío como Cristo pero que al vivir en Siria era a su vez
ciudadano romano, y eso le daba ciertas prerrogativas; hablo de San
Pablo, que fue el verdadero segundo padre del cristianismo.
La
mejor herramienta que podía tener la nueva religión para prosperar
y convencer a todo el mundo de la “Buena Nueva” era tener unos
argumentos sólidos y bien definidos, y a partir de ahí comerse el
mundo. ¿Y qué mejor arma que el mismo testimonio
de Cristo recopilados en un mismo tomo? Es decir “El
Nuevo Testamento”...
Pero
como toda gran institución que crece muy deprisa, al cristianismo
enseguida le salieron grandes problemas, a esto se le suele llamar
“crisis de crecimiento”, le pasó también, (guardando las
enormes distancias) al ínclito partido político “Podemos”.
La
primera gran crisis les pasó al poco de nacer, sobre el siglo IV. Un
obispo de Siria, Arrio, se empeñó en negar el carácter divino
de Jesucristo, sólo aceptaba el humano. A esta corriente
se le llamó Arrianismo. Tuvo muchos seguidores y
tuvieron que condenarlo en el concilio de Nicea, aunque el asunto
siguió por mucho tiempo. Hubo muchas más herejías, por supuesto...
Sobre
el año 1000 aprox. las dos zonas en las que se dividía la
civilización cristiana, Roma y Constantinopla, se tiraban los
trastos a la cabeza por ver quién mandaba más. Al final hubo
divorcio por mutuo acuerdo, ellos (los ortodoxos,
que quiere decir, más o menos, los puros) se quedaron con
sus Patriarcas en la zona oriental de Europa.
Y nosotros nos quedamos con Roma y sus Papas.
Pero
no quedó ahí la cosa, más adelante, pasados los siglos se produjo
otra partición de la zona, digamos heterodoxa, (la nuestra). En 1517
el obispo alemán Martín Lutero clavó un panfleto
en la puerta de la iglesia de su pueblo, Wittenberg, despotricando de
la Iglesia Católica. A éste buen hombre le habían invitado a Roma,
a ver la ciudad y de paso dar unas conferencias, pero al pasar por el
Vaticano y ver aquel derroche de lujo, fiestas y desmadres de los
cardenales, además de las indulgencias que se le daban a los ricos a
cambio de dinero, se echó las manos a la cabeza y escandalizado
promulgó sus famosas tesis, que fue el inicio del Protestantismo.
Ni que decir tiene que media Europa se fue con él. Todo el norte,
los más ricos y desarrollados se hicieron protestantes de la noche a
la mañana, y nos quedamos a “dos velas” los del sur, más solos
que la una con nuestro catolicismo, y con nuestros Papas, ¡claro!..
Y
es que lo que nació como una nueva religión: grande, única,
transversal, que ideara en su gran cabeza San Pablo, ha resultado ser
una amalgama de creencias, todas parecidas pero diferentes. Porque
miren... Si todos los cristianos creen en Jesucristo y tienen a
la Biblia como la esencia y palabra de Dios, ¿Cómo
es posible que subsistan ortodoxos, católicos, anglicanos,
anabaptistas, evangelistas, congregacionistas, presbiterianos,
metodistas, cuáqueros, adventistas del séptimo día,
pentecontalistas, coptos, testigos de Jehová, amish, y un largo
etcétera?... En fin, ya son ganas. Que Dios nos coja confesados,
pero... eso sí, ¿En cuál de ellas lo hacemos?...
Que
conste en acta...
cosasdejoaquinyerga@blogspot.com
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