jueves, 17 de marzo de 2022

Al caer la tarde..

                                                                                      



Linda zagaleja de cuerpo gentil,

muérome de amores desde que te vi.

Tu talle, tu aseo, tu gala y donaire,

no tienen serrana, igual en el valle.

Del cielo son ellos y tú un serafín;

muérome de amores desde que te vi.

De amores me muero, sin que nada baste

a darme la vida que allá te llevaste,

si ya no te dueles benigna de mi;

que muero de amores desde que te vi.

--J. Meléndez Valdés-- (poeta extremeño)


Sentados en el velador de una terraza, en una esquina de la plaza de Oriente, mirábamos mi amiga y yo con admiración infinita la inmensa mole del Palacio Real. Habíamos llegado allí caminando desde la plaza de España a través de la recién restaurada calle Bailen. Entre sorbo y sorbo de cerveza conversábamos de lo divino y de lo humano. 

La plaza es preciosa, con sus jardines, su estatua de ecuestre de Felipe V y el Teatro Real, situado justo al lado de donde estamos sentados. La banal conversación que manteníamos fue derivando, como es preceptivo, sobre estos históricos lugares. 

Aquí daba Franco sus discursos, me había señalado mi amiga hacía unos instantes. Yo la ratifiqué, incluso le indiqué con el dedo el balcón central, que de lejos veíamos, como lugar desde donde el caudillo se dirigía a la multitud. Pero quise llevarla a mi terreno, le cambié de personaje y de época.

--¿Tú sabías que ése Palacio es el más grande de Europa?---le pregunté----pues ahí donde le ves, tres mil setecientas habitaciones tiene---le recalqué esperando sorprenderla---

Lo logré, quedó pasmada al conocer el número de estancias. Pero luego se repuso y me replicó..

--Sí, debe ser enorme, pero está inspirado en el Palacio de Versalles de París----me sugirió ella intentando restarle importancia a lo mío--

--Es verdad---le dije yo---el de Versalles se hizo primero. Lo mandó hacer el famoso Rey Sol, aquel tipo con mando absoluto en Francia---.

Aunque estábamos bien a gustó sentados en aquel magnifico lugar mirando tantos encantos arquitectónicos, había ya oscureciendo y teníamos que volver andando, así que le propuse a mi amiga ir levando anclas. Mientras le hacía señas al camarero para que nos trajera la cuenta. Pero el camarero atendía a otros clientes y tardó un rato en llegar, rato que yo aproveché para contarle un par anécdotas relacionas con aquel rey Sol..

--Tres veces se bañó en su vida ese rey francés del que hablamos----le dije sonriendo---y eso que el puerco tenía docenas de amantes--

--Jajaja---se carcajeó ella---ya lo sé, pero es que en aquella época todos eran así de guarros---me aseguró---

--Pero, ¿a que no sabías que el tío recibía a sus ministros sentado en un trono especial con retrete incluido?----le interrogué riendo---sí, un mayordomo le aseaba el ojete con un algodón empapado en perfume. ¿te imaginas la escena?---le dije---

--Jajaja, no me la imagino, Joaquín----se rio con ganas---¡menudo papel el del mayordomo!--

--Pero es verdad que el hombre se limpiaba el cuerpo todos los días con alcohol de desinfectar y se cambiaba de ropa muy a menudo---le reseñé justificándolo---tuvo que ser muy coqueto pues se le cuentan por miles los espejos en el palacio---concluí---

Llegó por fin el camarero. Pagamos la cuenta y le echamos un último vistazo al Palacio. Luego enfilamos por la calle Vergara hasta la de Arenal, y nos perdimos entre el gentío que empezaba ya a formarse por el centro de la ciudad.

Joaquín

                                                                   

plaza de España, donde habíamos estado paseando

                                                                         

                                 desde la calle Bailén, por donde llegamos a la plaza de Oriente
                                                                                         
                                                    Mi amiga admirando el Palacio Real
                                                                                        
                    terraza donde tomamos las cervezas y contemplábamos el Palacio a lo lejos


                                                                  


                                                          

                                                                         


                                                





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